23/5/23

(...)


He estado aquí desde antes que hubiera alguien o algo con memoria para recordarme. 
Soy la materialización del tiempo que pasa y la paciencia, por eso hay relojes que me contienen. 
Soy el pasado que puedes tomar, pero se escurre entre tus dedos. 
La prueba de que lo mínimo da paso a cosas gigantescas, como una tormenta torrencial hecha de millones de minúsculas gotas. 
Me formé entre el murmullo de las olas rompientes que, una a una, fueron trayendo mis componentes. 
Estoy hecha de piedra molida por el viento y el agua, de conchas y esqueletos antiguos. 
Me convierto en fuego bajo los rayos de sol, me solidifico al humedecerme. 
Siempre moviéndome de aquí para allá, me cuelo en cualquier intersticio que encuentre. 


Un día decidí imitar al océano y comencé a agolparme en una esquina remota de una playa. 
Miles de años me tomó juntarme en tal cantidad, pero valió la espera. 
Formé olas con crestas estáticas, siempre amenazando con desplomarse. 
El viento decoró mi superficie con pequeñas ondas que bailan y se retuercen a cada segundo. 
Permanecí sola durante siglos, visitada por la lluvia y aves ocasionales hasta que llegó la gente.
La gente viene y va y, así como estuve antes que ella, estaré después de ella.
Vienen y escalan los montículos, los recorren en cuatrimoto y hasta se deslizan en tablas. 
Nadie puede andar sobre mí sin hundirse y aunque me dejan sus marcas, en breve desaparecen sin dejar rastro alguno. 
Soy la eternidad y la inmensidad que se renueva a cada instante. 
Verdaderamente soy el mar, el mar a la orilla del mar.

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