26/6/12

Ícaro II.

Vivo esa vida irreal, esa vida perfecta donde pasa todo lo que quieres. Esa vida que surge entre la conciencia y el sueño profundo mientras tu mejilla está apoyada en la almohada.

¿Quién no quiere vivir esta vida? Una existencia idealizada en la que todo es simplemente perfecto, aún si hay dolor o sufrimiento, es un dolor y un sufrimiento perfecto. Todo está pulido y brillante; sin importar que tan aterrador o insoportable sea en la realidad, los bordes redondos del miedo y la desesperación no cortan en la imaginación

Beso a quien no puedes besar, toco a quien no puedes tocar, hago lo que no puedes hacer, mato a quien no puedes matar. Soy quien no puedes o no quieres ser.

La nebulosa existencia de estos instantes desaparece con el sueño o con la realidad. Se borran para aparecer otra vez en la noche o en los momentos aburridos. Y también regresan cuando ves a quien me ama pero no lo sabe o a quién ya he herido sin que se inmute; sólo para recordarte que la realidad es como los miles de acontecimientos que han sucedido desde que abriste los ojos en tu nacimiento; han destinado a que sea. Y que tú, pequeña pieza del rompecabezas de la vida, no tienes tanto poder como desearías.

A menos que escapes de tu vida de sombras y te des cuenta de que yo no existo.

Ícaro.

23/6/12

(...)

Estás encadenado a tu celular, a tu auto, a tus joyas… y aún así eres libre. Libre de pasear por la vida exhibiendo tus grilletes de oro.

"Sin importar el valor, lo material jamás llenará el lugar en nuestra alma destinado a lo espiritual."
North Wind.

18/6/12

El cambio verdadero está en nuestras manos.

No, no soy proselitista, si no que me parece muy acertada esa frase, pero la gente al parecer la malinterpreta. El cambio efectivamente está en NUESTRAS manos, no en las de otra persona. Y cuando se refiere a nuestras manos no habla de un crayón negro, habla de algo más profundo y mucho más efectivo y real que hacer una cruz en una hoja de papel.

El cambio no es si no el fruto del trabajo arduo y constante. Es algo que se tarda en suceder, y de lo que a veces no nos damos cuenta, pero después de un tiempo es imposible negarlo. El cambio es una pequeña semilla de manzana que uno tiene y que si decide plantarla, tendrá que trabajar la tierra, colocarla en la tierra, regarla diariamente, tratarla con cuidado y siempre estar al pendiente, porque si la dejamos por un instante, esta simplemente morirá.

Este árbol de manzana no crecerá de la noche a la mañana, si no poco a poco, tan lento que no notaremos que crece hasta que sea demasiado obvio que ya no es una semilla, o un brote en la tierra. Pero eso no es todo, una vez que crezca el árbol, aún faltará para que este empiece a dar frutos. Pasarán años antes de que eso suceda, tantos que es posible que nosotros nunca comamos una manzana, sin embargo, posiblemente nuestros nietos y bisnietos sí disfruten de ellas.

El cambio no lo sembramos para nosotros, lo sembramos para los que vienen. JAMÁS o rara vez comeremos del árbol que plantamos. Pero nuestros descendientes tendrán alimento durante mucho tiempo, y mientras comen, plantarán sus propios árboles. Pero el manzano no crecerá hasta que se plante la semilla. Cada quién tiene desde que nace la suya propia y es su RESPONSABILIDAD plantarla y cuidar de ella. Nosotros comemos de los árboles de nuestros antepasados y tenemos la OBLIGACIÓN de sembrar nuevas fuentes de alimento.

El cambio efectivamente está en nuestras manos, pero no consiste en cambiar al dueño del terreno, si no de trabajar NOSOTROS la tierra, con NUESTRAS semillas y con NUESTRO esfuerzo. No importa de quién sea el campo si nosotros no plantamos o no cuidamos lo que hay en él. Y tampoco importa si el anterior dueño o el que quiere serlo es un idiota. Las semillas son INMUNES a la INEPTITUD Y ESTUPIDEZ.

El cambio lo hacemos nosotros, sin importar quién se diga el capataz, porque la tierra es de quien la trabaja y somos nosotros los que debemos hacerlo, nosotros somos los dueños de nuestro destino, de nuestra felicidad y de la de los que nos seguirán. NOSOTROS somos los que debemos cambiar. NOSOTROS debemos plantar las semillas del cambio.

Así que deja ya de preocuparte sobre quién tiene las escrituras y mejor preocúpate por tu semilla y por los que vendrán después de ti, que serán los que coman los frutos de tu esfuerzo. NO IMPORTA quién mande, si nosotros no hacemos nada, nuestros nietos tendrán hambre mañana.

4/6/12

No más dedos en mi mano

Advertencia: Después de leer esto tal vez me odies por romperte el corazón. Así que prepárate, y si te hace dudar, en peligro podrías estar.

Platicando con una amiga surgió el tema de la crueldad que tengo al romper los corazones de aquellos que me consideran como un amigo, de cómo sin ningún reparo o atisbo de duda elimino a la gente en “Facebook”  y como simplemente no me importa más de la mitad de las personas que me rodean. Sinceramente, sí, así soy. De todas las personas que me presentan como un amigo, yo considero realmente como personas queridas o importantes a un muy bajo porcentaje.

Antes, mi objetivo era tener tantos amigos como pudiese, rodearme de gente y siempre tener a alguien con quien chatear en las noches. Competía secretamente con mis contactos para tener más gente agregada o para tener más números de celular registrados. Pero ahora, al contrario. Ver que tengo más de cien contactos en “Facebook” me asquea.

Para mí es simplemente insoportable la idea de tener cierto tipo de responsabilidades con tantas personas, como felicitarlas en sus cumpleaños y reírme de sus chistes. Y lo peor es pensar que en su corazón tengo un lugar con mi nombre cuando para mí solo son otras personas que conozco.

Solamente tengo dos etiquetas: conocidos y amigos. Todos los que son más cercanos que conocidos pero menos que amigos me incomodan. Y esto es porque por ciertas cosas que he cambiado en mi manera de ver la vida, ahora me es sumamente difícil sentir un verdadero amor o aprecio hacia las personas. Lo triste es que la mayoría son excelentes compañeros, morales, honestos, graciosos, alegres e interesantes; pero les falta algo que los haga considerarlos dignos de mi pared.

Les falta la capacidad de entender un “Mira, hoy me vienes valiendo madres y no pienso dirigirte la palabra” sin sentirse. Un “Me gusta la pizza de queso, deberían venderla en más lugares” sin pensar mal. Un “Estoy triste porque quiero” sin preguntarme porque estoy triste en realidad. Un “Son cosas de mapaches” sin seguir intentando averiguar que pienso.

También les falta la capacidad de no enojarse si me voy sin despedirme, si no les contesto las llamadas o cínicamente les digo que no quiero hacerlo. De en lugar de intentar convencerme de algo, simplemente decir “Tu te lo pierdes”. De admirarme y dejarse admirar, pero aún así decir “Nel, eso no me gustó” en vez de hipócritamente halagarme.

Entre más intenta alguien hacer cosas que me agraden, más me desagradan. Entre más aparentan, más actúan y más falsos son con otros, menos puedo confiar en que sean sinceros conmigo. Me gustan las personas a las que les vale lo que les critique y que entienden que a mi no me importa lo que me critiquen. Que no intenten hacerme feliz, que me quieran con todo y mis extrañas facetas.

Me gustan las personas que no ocultan que su vida es imperfecta, que tienen errores y gustos extraños, que defienden su punto de vista, que bailan en la lluvia y beben cerveza barata, que se saben dar su lugar, que no se avergüenzan de ser quien son, que presumen, que no son corteses, que pueden mantener una platica incoherente con coherencia, que no respetan las reglas sociales, que no piden mucho, que disfrutan lo pequeño y simple.

Me gustan las personas que piensan en unicornios y si son o no, que saben reírse de ellos y de mí, que hacen lo que dicen o al menos lo intentan, que son responsables y a veces no, que critican a sus padres, a sus familias, a sus hermanos y a todos, que les gusta lo underground, lo raro, lo prohibido y no les da pena decirlo, que saben escuchar y decir “Sí también ese es un buen punto”. En fin, que SEAN y que no PRETENDAN ser.

Sí, soy sumamente exigente respecto a la gente que me rodea y no dejo que se me acerquen. Si alguien me interesa, yo me acerco. Soy un mapache al fin y al cabo, si intentas tocarme te morderé y saldré corriendo, pero si solo te quedas quieto, siendo tu mismo, sin hacer nada para llamarme, tal vez te encuentre interesante y me acerque poco a poco.

Lo único que me duele es saber que para  casi 100 personas soy alguien importante o al menos una buena persona, mientras que yo solo pedí doce coloridas manos.

En fin, hasta que pueda vivir rodeado únicamente de las personas que desee y no de todas las que por una u otra razón caminan en mi misma dirección, seguiré aplicando la cortesía cortante. Te quiero, pero no tanto como para quererte.

Y sin embargo es placentero el sentirme importante.

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