11/10/21

Ácido

- Buenas noches ¿Lo de siempre?

- Que tal, sí, lo de siempre, por favor.


Vodka-tonic, doble, mucho hielo, con tres tiras de cáscara de limón, como no cabe toda el agua tónica en el vaso, el sobrante te lo sirvo aparte. Me sé tu orden de memoria. Es lo que has pedido estos últimos diez, casi once meses que, si falta, has venido cada miércoles y cada sábado.


Te veo entrar por la puerta, normalmente a eso de las siete y media. A veces un poco más temprano, a veces un poco más tarde, pero sin pasar de las ocho, exceptuando aquella vez cuando caía una lluvia torrencial que me hizo pensar que no llegarías y que tendría que regresar al refrigerador los limones extra que había lavado. Llegas y sin voltear a los lados caminas directamente a la barra donde te sientas solo. La primera vez que viniste, avanzaste tan decidido hacia mí que juro que pensé que venías a hablarme o a reclamarme algo, incluso me había preparado para agarrarnos a golpes si era necesario. Pero no, un vodka-tonic, doble, mucho hielo, con tres cáscaras de limón. No va a caber todo el tónico por los hielos -te dije ese día- y tú, sin titubear respondiste que te lo sirviera en otro vaso.


-Si me permite preguntar ¿Por qué tres tiras de cáscara?- me llamaba la atención esa especificidad tuya sobre una cosa en la que nadie, en mis años de servir tragos, había reparado antes. Me miraste directo a los ojos -No sé. Así me gusta. Sé que normalmente se ponen solo dos ¿Tiene costo extra?- Claro que no tenía costo extra, o al menos nunca se me hubiera ocurrido cobrar más por algo así.


-No, solo se cobra extra por ser doble.


Alguna vez te ofrecí otra bebida y tu respuesta fue un amable pero contundente no. Tenías muy claro lo que querías y cómo lo querías, así que nunca volví a sugerir otra cosa y, al cabo de dos semanas, ya me sabía la orden de memoria. Ahora te espero, casi diría con emoción, cada miércoles y cada sábado. Cuando dan las siete y cuarto, mis sentidos se agudizan y aunque esté atendiendo a otros clientes, estoy al pendiente de la puerta. Te has convertido en una especie de hito, de tótem que ordena mi semana y mis noches en la barra, una especie de rutina que sigo con gusto.


No sé qué pasaría si un día te recibo con la bebida preparada sin necesidad de que me la pidas. Algo me hace sentir que sería un acto demasiado íntimo, reconocer que entre tú y yo se ha establecido una extraña relación de familiaridad y digo extraña porque más allá de tu orden, el agradecimiento al servírtela y cuando te retiras, no intercambiamos palabra alguna. Solo te sientas, sin compañía alguna, a beber ese único trago para luego irte quien sabe a dónde.


También me pregunto qué haría si un día me pides otra bebida, si una noche cualquiera te acercaras y ordenaras un cosmopolitan o una piña colada. Tal vez mi primer impulso sería preguntarte si estás seguro de eso, pero conociéndote, por supuesto que estarías seguro de que, esa noche en particular eso es lo que quieres tomar.


-Gracias por la compañía- dijiste antes de llevarte el vaso a la boca.

-¿Perdón?

-Sí, gracias por la compañía. No es fácil encontrar a alguien con quien uno se sienta tan a gusto.

-No hay de qué- dije sin saber si continuar o no la conversación. Afortunadamente, una chica se aceró a pedir dos margaritas, dos congas con mucha granadina y caballitos de tequila para todos los de su mesa, dándome una excusa para voltear hacia otro lado.


Acabaste tu bebida, pagaste y te fuiste. Te espero el próximo sábado.

Presión

Ves la hora, se ha hecho tarde, tienes que salir ya o no habrá manera de llegar a tiempo, no, no la hay, a penas y terminas de vestirte, te has quedado dormido y sabes que, si vuelves a llegar pasada la hora, te van a despedir, ya te lo advirtieron, “última oportunidad” dijo el gerente el día de ayer cuando, como hoy, no hiciste más que apagar la alarma de un manotazo, y regresaste a dormir, y ahora tienes que decidir si desayunar o no, no, ya no hay tiempo, ¿Dónde dejaste las llaves? ¿Por qué tienes la mala costumbre de siempre dejarlas en otro sitio? Ah, estaban en la mesa, ¿Y la cartera? Ya, ya la tienes en el bolsillo, no te distraigas, el gato tiene comida, tiene agua, estará bien, la basura se puede sacar después, ahora sal, no hay tiempo, baja la escalera, ¿Cerraste con llave? Maldita sea, no te detengas, o subes y revisas o confías, pero decide, decide, decide, ya, total ¿Quién va a querer entrar a tu departamento? Subir siete pisos para robarte ¿Robarte qué? Ya, que sea lo que tenga que ser, un piso más, no han reparado el elevador, te rugen las tripas, tampoco cenaste anoche, llevas más de doce horas sin comer, pero pudiste haber desayunado de haberte levantado temprano, pero pudiste haberte levantado temprano si no hubieras llegado tan tarde a la casa y no hubieras llegado tan tarde a la casa si no tuvieras dos trabajos y no tendrías dos trabajos si no te pagaran una miseria en ambos ¿Para qué compraste ese celular? Te endeudaste a lo idiota y ahora no sabes ni como pagarlo ¿Qué pasará si no lo pagas? No pueden hacerte nada más que estar chingando por teléfono, ¿No? bueno, no lo sabes y tampoco es como quieras averiguarlo, lo que sí es que debes pagar la renta, porque ahí sí, te pueden correr ¿A dónde irías? Tus papás no te quieren de regreso, eso salió muy mal, ni modo, tendrás que arreglártelas, como siempre lo haces ¿Y si se te acaba la suerte? Bueno, ya verás que pasa, pero lo que no pasa es el maldito camión, ¿Por qué tarda tanto? Hay gente esperando, y la cola se está haciendo cada vez más larga, seguro va a venir repleto, que horror, si tuvieras un empleo mejor pagado, seguro podrías tomar un taxi o pedir un Uber, sería más rápido y cómodo, pero es más caro y no te puedes permitir esos lujos, pero ¿No así llegarías a tiempo y entonces no correrías el riesgo de ser despedido? Sería como hacer una inversión en asegurar que mantienes ese trabajo o, claro, podrías despertarte a tiempo, aunque no es que no quieras, de verdad te hace falta dormir más, pero no puedes, no hay tiempo, no hay tiempo para nada, ni para desayunar ni para seguir esperando el maldito camión, ah, ahí está, ¿Por qué viene tan despacio? Oh sí, viene a reventar, tendrás que ir colgado, lo que faltaba, la posibilidad de morir yendo a un trabajo de mierda por un sueldo de mierda, pero así es esto ¿No? Bueno, no hay mucha opción, carajo, tus pies a penas y tocan el borde del escalón, ¿Y tu cambio? ¿A poco un infeliz se lo quedó o el mismo chofer ni supo cuanto pagaste? Solo son tres pesos, pero bueno, tres pesos son tres pesos, y más cuando tienes que tomar el transporte público ¡Carajo! Ese auto pasó demasiado cerca, ¿A quién chingados se le ocurre rebasar por la derecha? Es que la gente no aguanta, ya no aguanta, nadie aguanta, es demasiado vivir así, pareciera que la gente insiste en buscar maneras de morirse más rápido, en un accidente de auto, una congestión alcohólica, de cáncer de pulmón ¿Y si por el estrés te da cáncer? ¿Cómo vas a pagar los tratamientos? ¿Ves? Deberías intentar dormir más y comer mejor, pero ¿Cómo? No hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, nunca hay tiempo para nada, solo para trabajar, para sobrevivir, pero ¿Quieres vivir así? Sino ¿Cómo? No hay opción, bueno, siempre la hay, ¿O no? no sabes, no quieres saber, quieres llegar, pero parece que los semáforos se pusieron de acuerdo para estar totalmente descoordinados, ¿Qué hora es? No importa, vas tarde igual, tal vez si corres ¡Maldita sea, avanza carajo! ¿Cómo que nos bajemos? No, tiene que ser una jodida mala broma, no, no, no, no, no, no, no hoy, no por favor, ¿Y luego? ¡Estás lejísimos! Te hubieras comprado una bicicleta, no un estúpido celular, maldita sea, carajo, ¿Por qué? A ver, piensa, ¿Qué hacer? Ya, un taxi ¿Y sí traes suficiente? Bueno, para lo que te alcance, pero ¿Entonces con qué vas a comer? Taxi o comida, carajo, carajo, carajo, carajo, pero, bueno, una comida menos, pero salvas tu trabajo de mierda y bueno, así igual y puedes comer después, sí, después comes, total… 

¿Dónde estás? ¿Qué es este sitio? 

-Debiste haber puesto más atención al cruzar la calle

9/10/21

Elección (Poesía Nocturna XIV)

 Que duro, que duro,

estar entre la espada y la pared,

elegir entre dos dolores.

El tuyo o el mío.


Pero, ya no.


Ya no quiero elegir que me duela, 

por más que la elección sea igual de dolorsa.

Igual lo elijo, aunque te duela.

Aunque igual me duela.

8/10/21

Reloj

Corre el tiempo, tengo que escribir (9:26) no se me ocurre nada. ¿No acaso ya usé esto de romper la cuarta pared, por decirlo de algún modo, con otro tema?, sí, claro que lo usé (9:27). Quemé esa posibilidad. Bueno, lo que se (9:28) dice quemar, no tanto. Finalmente, ¿Cuándo un poeta quema la poesía? ¿Cuándo un autor quema su estilo? ¿No es precisamente a base de repetición constante que eso se define? Simplemente (9:29) basta con leer varios textos de una misma persona para darse cuenta de ello. (9:30). 

¿Cuál es mi estilo? ¿Lleno de metáforas y comparaciones? ¿Con párrafos demasiado (9:31) largos y con demasiadas comas para aumentar la tensión? Como si corriera, como si avanzara a galope, como si algo estuviera allá atrás, persiguiéndote, respirando en tu nuca, que no te deja detenerte a respirar, avanzas y avanzas (9:32), cada vez más rápido, está cerca, te alcanza, corre, huye, vuela si puedes, no te deja, no se aparta, aprietas el paso y eso, aquello que te persigue desde los (9:33) confines de la lírica y los sueños también acelera el paso, como el horizonte, diría Galeano, que das un paso y se aleja un paso, ahora tú eres el horizonte, te persigue, te intentas alejar y no lo puedes perder (9:34)… 

Tal vez… Tal vez mi estilo es más lento, pausado. Reflexivo e imaginativo, como si pintara un cuadro (9:35). No lo sé, no lo sé. Un paisaje de letras, construida a partir de descripciones detalladas (9:36) surgidas de mis recuerdos que evocan los tuyos, diferentes sin duda, pero al final del día lo suficientemente similares para ser evocados. 

Será que, como la música, escribir es un acto de ritmo y presencia (9:37) que te envuelve, tanto al crearla como al escucharla. Y, así como hay músicos con estilos inconfundibles, hay otros que nunca dejan de explorar y buscar (9:38) maneras de componer. O que van y vienen entre estilos, los combinan, los explotan hasta aburrirse, saltan a otro, lo exploran, regresan al anterior. (9:39) (9:40) La música, con sus ritmos, con sus pausas en el acto mismo de interpretarla, de hacerla presente. Así, escribir, también debe tener sus pausas, sus ritmos, (9:41) en el acto mismo de traer las ideas y plasmarlas, especialmente si, como ahora, esto es más una improvisación del momento (9:42). 

(9:43) Releo lo que escribí. Curiosamente, tal vez no tanto en realidad, me gusta (9:44). Un pequeño y breve experimento donde yo, aquí detrás, me manifiesto como autor y no como vehículo para decir algo (9:45). Cómo si hubiera filmado el proceso, documentando lo que es intentar escribir a la brava (9:46) sin mucha idea de qué decir. Curioso experimento, sin duda. De pronto escribir se vuelve material al ver los ritmos, no del texto, sino del escribir (9:47) mismo. 

¿Cuánto texto cabe en un minuto? ¡¿Qué clase de pregunta?! Cabe tanto y tan poco (9:48) porque el tiempo es flexible, se alarga y contrae según las circunstancias. ¿Cuánto texto cabe en un segundo, en un suspiro, en un instante? ¿Cuántas ideas… (9:49) 

Y, aún así, quedan cosas que no se ven. Las (9:50) correcciones, los “creo que esto suena mejor así”, los “no, no me gustó”. Pero se ven las pausas (9:51), el flujo, como brota, como surge, como crece y se manifiesta y se transforma en algo tangible, aunque sólo eran ideas sueltas, de pronto, se convierte en un tren imparable, en una (9:52) retahíla de palabras sin más conexión que seguir y seguir, adelante, avanzando, hacia ningún sitio y desde ningún sitio, como si hablara, como si cantara, como si fuera música, acelerando, ¡Crescendo! (9:53) siguiendo, adelante, adelante, de lento a presto, a prestissimo, de piano a forte, y luego… vuelve a la calma (9:54). 

Curioso… curioso experimento. (9:55) ¿Ya será hora? (9:56). Una última revisión (9:57) (9:58) (9:59) un par de correcciones (10:00), no sé si esas palabras son las más adecuadas. (10:01) Sí, ya está listo (10:02). Es hora de dejarlo ver la luz. (10:03) (10:04) 

Sigue siendo un proceso material al final del día, hay que darle formato. (10:05) Quiero comprobar que se vea bien, no solo que se lea bien. Sí (10:06), parece que, ahora sí, es hora.

7/10/21

Ventilador

Acostado en la hamaca viendo el ventilador quieto en el techo, hastiado por aquel calor húmedo de la época, de esos calores, propios de los trópicos, que se pegan en la piel e inundan los pulmones, se preguntaba cuando regresaría la energía eléctrica a la cuadra. Hacía unos cuarenta minutos, un transformador había estallado y, de haber sido de noche, la colonia entera hubiera quedado a oscuras. Pero no, a penas pasaba de medio día y el sol brillaba en lo alto con toda potencia, elevando la temperatura y la humedad al evaporar las charcas que quedaban de la tormenta de anoche. No quedaba más que esperar, al atardecer o a que lloviera para que ese calor abrumador se disipara un poco.


Todos se encontraban en sus casas, refugiándose del fuego celeste que impedía permanecer fuera de la sombra más de unos pocos minutos. Ni los animales se atrevían a poner una pata en el ardiente exterior, si acaso uno que otro insecto pasaba volando, mientras las hormigas continuaban inmutables con su marcha. Los perros se refugiaban jadeantes en los pórticos de las casas o bajo la sombra de los árboles que se extendían por toda la calle, mientras que los pocos gatos de la zona, extendidos tan largos como eran, descansaban en sus ramas, dando la sensación de que bajo el intenso calor se habían comenzado a derretir.


Caminó hacia el refrigerador, pensando seriamente si abrirlo o no ya que no quería dejar escapar el poco frío que quedaba dentro y que mantenía frescos los alimentos ahí guardados. Se reprochaba el no tener más hielo, viendo que a penas y quedaban para un vaso con agua y que, tomando en cuenta que ésta estaba al tiempo, es decir, tibia, no durarían mucho ni harían gran diferencia. Regresó a la hamaca, arrastrando los pies, sudando, cargando consigo treinta y nueve grados centígrados a la sombra y una humedad relativa de más del ochenta y cinco por ciento. Hasta respirar le era difícil, se sentía como un dragón exhalando fuego por la nariz.


Intentó dormir para desconectarse un momento de la situación, pero fue imposible. Ni estando en la hamaca dejaba de sentirse arropado por una colcha que sería perfecta para usar un invierno en las tierras cercanas a los polos. Los segundos se hacían eternos, como si el tiempo mismo no tuviera energía ni ganas de seguir su curso bajo tales condiciones climáticas, guareciéndose en el interior de los relojes para buscar un poco de frescor. Tampoco el viento soplaba, negándose a dejar los montes y las cuevas, por lo que tener las ventanas abiertas no hacía más que dejar entrar más humedad y el sonido lejano de las cigarras que clamaban al cielo por un par de nubes.


-Pero que calor…- Alcanzó a decir, sin decírselo a nadie realmente más que a él mismo, apuntando lo evidente, pero sintiéndolo necesario para asentar el hecho de que, efectivamente, hacía muchísimo calor. Así pasaron los minutos que se convirtieron en horas, no había llegado nadie para  reparar el transformador y sabía lo abusivo que sería de su parte llamar a la compañía de luz para exigir que un par de trabajadores se expusieran al tiránico y sofocante bochorno de la tarde con sus trajes, guantes y cascos.


No supo en que momento dieron las cinco, envuelto en sueños febriles y una modorra que no le permitía más que caminar de la hamaca del cuarto a la hamaca de la sala y de regreso. Estaba tan absorto en evadir la incomodidad que ni cuenta se dio de que habían empezado a aparecer nubes grises en el cielo, invocadas por el canto incesante de las cigarras. Cubrieron el sol, pero las construcciones seguían irradiando fuego, desesperadas por un poco de lluvia que calmara su sed. De pronto, un rayo, un trueno, y, gota a gota, la llovizna fue descendiendo, evaporándose al instante que tocaba cualquier superficie para después de unos minutos, ganar la batalla y enfriar las rocas, el suelo y los techos. Las precipitaciones se quedaron hasta caída la noche, dando un respiro a los habitantes de la zona.


A las ocho y media, con la calle mojada, con las plantas alegres, con las luciérnagas preparando las alas, con un clic y un zumbido, el ventilador del techo volvió a dar vueltas.

6/10/21

Espíritu

Tres intentos y fracasé en escribir algo para hablar del espíritu. Lugares comunes, metáforas quemadas y usadas hasta la náusea, dramatismo innecesario, romantización insípida. ¿De qué puedo hablar sin sonar a todo lo demás que ya se ha dicho de un tópico tan socorrido, presente, humano, necesario?


¿Cómo dibujar una rosa original?


Lo intenté tres veces y tres veces me detuve. “Que aburrido, que común, que cliché”. Tema universalmente presente, generador de magia, creencia y práctica, principio estructurador en torno al cual construimos, ya sea en relación, ya sea en oposición.


Alma|cuerpO

                    Ultraterreno|terrenaL

                                                  Metafísico|materiaL 

                                                                           Sagrado|profanO 

                                                                                                    Etéreo|tangiblE 

                                                                                                                       Inefable|concretO


¿Cómo escribir algo, plasmar en palabras, traer al aquí-ahora, un fenómeno que escapa al entendimiento, a ser tocado y descrito, solo susceptible a ser experimentado como qualia pura? Tres veces lo intenté y falle, cuatro con esta, que no llegó a ningún lado, sino que dio vueltas, persiguiendo su propia cola.


Tal vez, cuatro, tal vez.


Tal vez, es que aquello proveniente de esa otra esfera lejana, simplemente no desea ser el tema, sino usar la pluma, que mi cuerpo terrenal, material, profano, tangible y concreto sea, tan solo la interfaz que requiere para traer un mensaje desde sus insondables dominios.


Tal vez solo tres.

5/10/21

Cuervo

 Entre la vida y la muerte te mueves, heraldo del atardecer, 

con tus alas negras que bajo el Sol que desaparece, 

irradian iridiscentes azules y púrpuras.


Mensajero de dioses y brujas, 

miras atento desde lo alto de tu rama, juzgando a los terrestres, a los atados, 

no como tú, que recorres valles y montes,

buscando llaves para abrir las puertas del inframundo.


Consumidor de cadáveres, 

le das nueva vida a la carne fenecida,

 resucitando al fallecido, 

llevando al cielo al finado en tu vientre, 

arrancándole de este plano, acercándole al paraíso.


Ave, que de mal agüero dicen que eres, 

que contigo cargas infortunio y sufrimiento.

 ¡Injusticia! ¡Infamia! 

Que siendo portal y puente, entre el cerca y el lejos, 

te señalen y acusen de ser culpable de desgracias.


El día que mi cuerpo decida que es hora de dejar mi alma libre, 

ven por mí, dulce embajador de las constelaciones ocultas,

llévame a tu reino, en tu pico, en tu sangre, en tu canto.

Nudo (inconcluso)

…imprevisible, pero inevitable, así como todos los caminos llegan a Roma, todos los hilos del universo parecían confluir en ese punto concreto, arrastrados hacia él sin posibilidad alguna de evadirlo. Era algo que tenía que suceder, determinado desde los orígenes del cosmos, escrito en la tela misma de la realidad y, ocurrió, como todo lo que ocurre, como todo lo que es y ha sido…

3/10/21

Embarcación

Ahí, quieto, añorando el mar, se mantenía con las velas desplegadas, pero sin ningún viento que las empujara a los confines de lo desconocido. ¿Cómo podía extrañar algo que no conocía ni esperaba conocer jamás? Parece imposible, pero así era. Extrañaba una sensación nunca experimentada, pero que, de algún modo conocía. Nostalgia por un recuerdo construido, basado en nada más que sueños e ilusiones de lo que creía que sería navegar por los océanos finitos y a la vez ilimitados.


Un extraño extrañar por sentir las olas acariciando su vientre de madera, por escuchar las gaviotas cuando se acercara al puerto, por la sal y la arena, por el Sol y la brisa, por la lluvia y las estrellas fulgurantes reflejadas en el agua, fundiendo el cielo y la mar.


Ahí, quieto, con las cuerdas tensas, con el ancla levada, preparado para zarpar en cualquier momento, esperando la marea, listo para surcar tormentas, para guiarse con las constelaciones, para montar corrientes, para ser escoltado por delfines. Ahí, quieto, como encallado en un arrecife, como varado en un banco de arena, como hundido en las oscuras y frías profundidades acuáticas, se mantenía expectante, melancólico, deseando volver a sentir algo que nunca había sentido.


Quieto, como siempre había estado desde que lo construyeron, en aquella repisa cerca de la ventana desde donde podía oír el murmullo de las olas rompientes, vio cómo, apresurados, quienes lo habían puesto ahí tomaban sus cosas, las más valiosas, para luego irse dejándolo atrás, a la vez que, afuera, los vientos se enfurecían obligando a las palmeras a reverenciarlos. La lluvia golpeaba con violencia el techo y las paredes, que se estremecían por el vendaval, amenazando con dejarse llevar al despegarse del suelo. La marejada aumentaba en intensidad, las nubes cubrieron toda la luz y la sinfonía de tormenta iba en un crescendo que no parecía tener intenciones de detenerse.


El huracán tocó tierra directamente en la que él decía era su costa, arrancando árboles de raíz y llevándose consigo todo lo que estuviera a su paso. Las ventanas estallaron y el aire embravecido hizo rodar su botella, haciéndose añicos al estrellarse contra el suelo. Ahí, quieto, volcado, sintiendo por primera vez las heladas gotas de lluvia, se dio cuenta de que comenzaba a flotar gracias al agua que entraba a raudales por la puerta que había cedido ante la presión de la marea que subía reclamando la tierra para sí.


Alistó las velas, aseguró el ancla y, con un esfuerzo, logró enderezarse, alzando altivo sus mástiles frente a la tormenta, libre por fin de su cárcel y, llevado por una ráfaga, sorteando escombros tal si fueran farallones, se alejó bamboléandose para no volver a sentir esa añoranza por lo ignoto.

2/10/21

Traje

 De traje te traje al troje de mi tierra esa tarde transparente, tratando de no trastabillar, con la lengua trabada y el corazón a trote. Tanto tiempo tenía que quería traerte para decirte, para mostrarte, las altas torres con talegas de trigo, todas tuyas si las querías, si me querías.


De traje te traje al troje y después de tartamudos intentos, tuve tanates para contarte sin tapujos que te quería, y que todo mi trigo y corazón, ser tuyo podía. Te vi, tanteando tu tierna mirada, buscando si mi atropellada confesión tendría ese tan querido, tan esperado efecto en ti y me contestarías contundente que por mí lo mismo sentías.


Tras eternos tres minutos, mientras yo me entristecía a la vista de tu rostro silente, torturándome con trágicos sentires, de traje en el troje al que te traje, con una sonrisa me contestaste que, sin temor y contra toda tormenta, ahí estarías, porque también tu corazón, solo amor por mí tenía.

1/10/21

Cristal

Aquella tarde extrañamente fría para ser primavera, mientras llamaba a su gato que, al abrir la puerta de la casa, había salido disparado cual bólido, de pronto se encontró a si misma más lejos de lo que esperaba. No se había dado cuenta de lo mucho que había caminado hasta que dejó de reconocer las construcciones que la rodeaban. Pensando en emprender el retorno y que su gato encontraría el camino a casa, sacó de su bolsillo un puñado de monedas que esperaba fueran suficientes para poder pagar un taxi, cuando escuchó el inconfundible maullar de su gato al interior de un antiguo edificio de ladrillo que aparentaba haber sido un hotel y cuya entrada a penas y estaba cubierta por un tablón sobrepuesto.


Viendo que el gato no respondía a su llamado, se internó en el edificio con la presión de encontrarlo antes de que el Sol terminara de ocultarse y dejara en total oscuridad las entrañas del inmueble. El maullido venía de un piso superior, así que fue recorriendo piso por piso, asomándose en las habitaciones sin mucho éxito hasta llegar a la última planta. Tal como en los demás, recorrió el pasillo, asomándose en cada cuarto, hasta que encontró una puerta cerrada, bajo la cual, se colaba un tenue resplandor


Si bien estaba casi segura de que el gato no podía estar dentro, decidió abrir la puerta para cerciorarse que no había quedado encerrado. La perilla aun estando oxidada, no ofreció ninguna resistencia al girar y las bisagras no hicieron ruido alguno, dejando la entrada abierta con una suavidad totalmente inesperada. Al fondo y frente a ella, se alzaba un ventanal que cubría la totalidad del muro y que dejaba ver las luces de la ciudad, las cuales iluminaban tenuemente la habitación y, justo en el centro, trazada en el suelo y dividiendo el espacio en dos partes, había una línea de color blanco. Notó en una de las paredes un cartel pegado que, a pesar de estar descolorido, se podía leer a la perfección. Éste rezaba: “Bajo ningún concepto, rebase la línea blanca en el suelo”.


Parada en el marco de la puerta, sin saber bien si entrar o no, pasaba su mirada del cartel al ventanal y del ventanal a la línea, intentando entender que podría significar todo eso, hasta que un maullido la sobresaltó, dejando caer las monedas que aún sostenía en la mano. A su lado estaba el gato, mirándola fijamente con sus ojos deslumbrantes y, mientras ella se agachaba para abrazarlo, una de las tantas monedas rodaba por el suelo del cuarto, cruzó la línea y, con un sonido tintineante, tocó la esquina del ventanal para luego detenerse y caer. Como si se tratara de un espejo al que han lanzado una piedra, vio como una maraña de grietas que habían comenzado en aquella esquina se iba extendiendo por el ventanal, para luego seguir por sobre las paredes contiguas y el techo de la habitación con un crujir que le recordaba al que se hace al caminar sobre hojas secas en la acera. Se quedó inmóvil, con el gato en brazos y aguantando la respiración, pensando en que tal vez si se mantenía quieta, las fisuras seguirían su ejemplo y detendrían su lento pero constante avance sobre los muros.


No hubo caso, las grietas continuaron creciendo, salieron de la habitación trepando todas las superficies y acercándose hacia donde se encontraba. El gato, asustado, saltó de sus brazos y corrió, pero por cada zancada que daba, el piso se estrellaba tras de sí mientras todo a su alrededor seguía resquebrajándose hasta que su cuerpo mismo se quebró pieza por pieza, para que luego, todo el edificio y todo lo que contenía, se desplomara en un mar de minúsculas partículas que se esparcieron por la calle, reflejando las últimas luces del ocaso.

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