29/12/17

Academicismo


Mientras leía un cuento de Honoré de Balzac que hablaba sobre un reino pobre que era frecuentemente visitado por las hadas (Sí, Balzac tiene al menos un cuento sobre hadas y reinos lejanos), me puse a pensar en lo poco que he escrito últimamente. Y no es falta de inspiración, porque creo que ahora, más que nunca, me siento inspirado a escribir, sino que ahora es diferente, para mí, el hecho mismo de escribir.
Y es que ahora, escribir se ha vuelto una actividad académica. Escribo ponencias, guiones de exposición, textos analíticos, críticas… Así como me negué a estudiar música por miedo a perder la libertad de la misma, pareciera que nunca consideré que pasaría lo mismo con la escritura. Maldito academicismo.
Pienso en aquellos pequeños escritos filosóficos, porque eso son, que tiempo atrás publicaba con frecuencia. Los leo y pienso “Oh, pero esto lo menciona Sartre. Esto otro, dicen que lo dice Nietzsche. Y esto último, seguramente lo dijo o al menos lo pensó Ricoeur o Derridà”. Y ese es precisamente el problema. Ahora cualquier cosa que intento escribir está mediada por el sin fin de autores, filósofos y teóricos, que ahora forman parte de mi bagaje de “intelectual”.
Tiempo atrás, intentando tener un debate sobre cuestiones antropológicas, le recriminaba a un compañero que yo estaba interesado en su opinión, no en la de Gramsci o la de Bourdieu mientras que él me decía “Es que lo que yo creo ya lo dijeron ellos”. Y vaya que es cierto. No sé si es que todos los caminos llevan a Roma o es que, por leer los diarios de otros viajeros, pareciera que el viaje ahora es mío, pero resulta que ahora mis opiniones filosóficas o teóricas “ya las dijeron otros”.
Ahora, el acto de reflexionar sobre un tema, como podría ser la importancia del pensamiento mágico-religioso o las implicaciones éticas de desarrollar la inteligencia artificial, si bien dan para grandes y ricos debates y discusiones tirados en el pasto o bebiendo unas cervezas en la sala de un departamento, a la hora de querer escribir al respecto…
Maldito academicismo, supongo. Como me cuesta regresar a esos bellos textos donde llegaba a conclusiones interesantes sobre cualquier cosa ahora, simples, banales, pero con contenido. Ahora tengo manos de ponente, de profesor, de tesista, de investigador. Todo tiene que estar perfectamente argumentado y fundamentado, todo escrito con un lenguaje fino y perfectamente redactado. Maldito academicismo, en serio.
Y es que, dirían los futuristas italianos:
Como queremos contribuir a la necesaria renovación de todas las expresiones de arte, declaramos la guerra, resueltamente, a todos los artistas y a todas las instituciones que, aun camuflándose so capa de una falsa modernidad, siguen atascados en la tradición, en el academicismo y, sobre todo, en una repugnante pereza cerebral.
Por lo que nos invitan a:
Destruir el culto del pasado, la obsesión de lo antiguo, la pedantería y el formalismo académico.
Porque, ¿Cómo queremos avanzar si todo está inmerso en las reglas viejas de las academias artísticas, científicas y filosóficas? ¿Cómo llegar a lugares inexplorados si seguimos viejos senderos? Nos hemos dedicado a instruir en los clásicos sin enseñar a superar a los clásicos. ¿Dónde quedó la novedad, la violenta rebeldía? ¿Acaso nuestro futuro científico-artístico consiste únicamente en extraños performances exhibidos en casas abandonadas? ¡Debería ir alguien a lanzarle un globo de pintura a la Mona Lisa!
También me pasa con los escritos literarios. En mi escribir noto trazas de autores cuyos libros he disfrutado. Y, si bien me inquieta menos ya que los tomo como ejemplo de lo que es ser un escritor, también encuentro algo chocante el “querer ser como ellos”, aunque sea inconscientemente -o eso quiero creer-, porque ¿Quién no quiere ser como los grandes siendo que los grandes son grandes por algo? Sería hipócrita, al menos de mi parte, negar ese deseo más o menos velado de unirme a las filas de los reconocidos.
Ni siquiera pude cumplir con mi propósito del año, que era arreglar, agrandar y reeditar muchos cuentos en un solo gran libro, porque de pronto, se volvió algo muy importante, algo que necesitaba mucho cuidado y, con tan poco tiempo, ¿Cómo iba a darle la atención que se merece? ¿Cómo llegar a ser como los grandes sin el esfuerzo necesario? Maldito academicismo, vaya que sí.
Lo único que pareciera que aún me salen “de manera auténtica” son los poemas, pero seguro alguien ya escribía de ese modo, porque recordemos la frase del Rey Salomón: Nihil novum sub sole.  O como el famoso ejercicio (¿dadaísta o surrealista?) dónde se invitaba a los presentes a dibujar una rosa original, que no se pareciera a ninguna otra rosa antes dibujada.
Es entonces que llega el fabuloso manifiesto de Jim Jaramush que nos dice:
Nada es original. Roba de cualquier lado que resuene con inspiración o que impulse tu imaginación. Devora películas viejas, películas nuevas, música, libros, pinturas, fotografías, poemas, sueños, conversaciones aleatorias, arquitectura, puentes, señales de tránsito, árboles, nubes, masas de agua, luces y sombras. Selecciona sólo cosas para robar que hablen directamente a tu alma. Si haces esto, tu trabajo (y robo) será auténtico. La autenticidad es incalculable; la originalidad es inexistente. Y no te molestes en ocultar tu robo, celébralo si tienes ganas. En cualquier caso, siempre recuerda lo dicho por Jean-Luc Godard: “No es de donde sacas las cosas, es en donde las pones”
Pero ¡MALDITO ACADEMICISMO! ¿Al final no es todo parte de lo mismo? ¿Cómo salir de la paradójica situación donde buscar no ser parte de ninguna corriente o “academia” resulta que, ahora, es parte de una corriente o academia? ¿Cómo innovar si todo está dicho, incluso aquello que aún no está dicho?
Y entonces resulta irónico y trágico, en cierto sentido, el citar a otros. Pero es que lo que opino y creo, ya fue dicho por otros, y al final, todas son jaulas, una dentro de otra.
Malito academicísimo, ciertamente. Bien dicen que el que ignora es más feliz, porque, sabiendo todo lo que uno sabe, se da cuenta de las escuelas y corrientes; las cosas suenan a “Marx” o a “Surrealismo”; uno ya no es libre, mientras se mantenga enredado entre los mismos hilos de autores, citas, cuadros y opiniones sobre lo que es o no debería o debería y no es el arte y el conocimiento.
Ignoremos pues. Vaguemos sin sentido en la oscuridad, bajemos el arte y el conocimiento del pedestal, pero no como dicen los posmodernos, porque entonces seríamos posmodernos, volvamos al lodo y a la nada y, transformemos relatos personales en pseudo-manifiestos, inspirados (y tomándole la palabra a Jaramush), en pláticas de sofá sobre el arte popular y el efecto retardado y añejo de una muy buena película de Cate Blanchett, al menos si eres esnob, academicista e intelectual, porque los que ignoran, los felices, no necesitan de una mujer desdoblada en 12 personajes para que se den cuenta de nada. Ya lo saben, aunque lo ignoren.
Y al final, que importa si algo de lo que digo suena a que otro lo dijo, al menos en este espacio, mi espacio, no tengo que citar en APA.

11/10/17

Poesía nocturna V





Eres el faro que me guía en la tormenta… le dijo.



Y tú, el mar donde navego… le respondió.




Porque toda la belleza del mundo cabe en una lágrima, un poema, un suspiro…
Porque razones sí las hay…

Con todo el corazón.

29/9/17

La tarde del fin del mundo

Y el mundo se acabó de pronto…

La tierra rugió y se tragó todo lo conocido y cotidiano, dejando sólo sombras que, lentamente, hemos intentado seguir para recuperar aquellos viejos hábitos que se desvanecieron bajo el polvo de nuestra vida diaria colapsando.

La bien montada obra de teatro se volvió una improvisación, donde cada uno tuvo que elegir entre los múltiples papeles que de pronto se ofertaban a diestra y siniestra, siendo que, inclusive el volverse espectador y refugiarse en casa cumplía una función, permitiendo a los demás actores cumplir con su rol en el caótico escenario que se presentaba ante todos.

Salimos a las calles a cumplir con el nuevo papel que adoptamos lo mejor que pudimos o podemos, adaptándonos a los giros inesperados de una trama totalmente desconocida.

Y poco a poco se acaba, tristemente, el colorido carnaval dónde, como hormigas, vamos y venimos sin descanso, sin queja y sin reservas. Ahora, los que podemos, intentamos regresar a los senderos conocidos sólo para darnos cuenta de que nada jamás será igual, al menos no para nosotros, porque de pronto, hubo un nosotros.

Los que nos preceden nos lo contaron, ellos también enfrentaron el fin del mundo un día, pero hasta que nosotros lo vivimos entendimos que la pérdida no sólo es de aquellos que lloran y extrañan, los que se quedaron sin nada y sin nadie y los que tienen miedo. La pérdida es de todos, aunque no todos sean conscientes de ello.

La vida como la conocíamos se derrumbó una tarde y, aunque intentemos regresar a ella, no hay vuelta de hoja. Todos, unos más y otros menos, perdimos algo, y lo que nos queda, son huellas y vestigios de un antes que ahora se ve tan lejano como si de otro siglo se tratara.

Todo cambió aunque nada haya cambiado. Aún llueve y sale el sol, aún hay plantas, viento, noche y aves cantoras. Aún se va a la escuela, al trabajo, se toma el subterráneo y se toman cervezas. Aún nacen niños y niñas a la vez que mueren personas, se compran frutas y queso, se camina y se pasea al perro.

Y aun así, todo cambió.

Aquella vida pasada y conocida, como las capas geológicas, quedará enterrada por el polvo y sedimento de una nueva vida que inició y que ahora, tendremos que reconocer, explorar  y hacer nuestra una vez más.

El mundo se acabó una tarde, pero nosotros construiremos otro.

Dedicado especialmente a todos y todas quienes lloran y extrañan, 
sin poder siquiera imaginar su dolor.
N.W.

5/8/17

Cada cabeza es un mundo

Dicen que cada cabeza es un mundo...

Tantas historias, tantas vidas, tantos cuentos de amor y soledad, ira y alegría, lágrimas, sonrisas, abrazos, besos, gritos, golpes, accidentes, atardeceres, recuerdos, heridas, saludos, bailes, chistes, estornudos y desvelos.

Cada uno es una historia, una aguja entre miles y millones de otras agujas, gotas de agua, granos de arena, todas únicas y a la vez muy similares. Sueños, deseos, expectativas y experiencias... Pesadillas, proyectos, pendientes y miedos... Secretos, mentiras, rencores y anhelos...

Llega a pasar que entonces, unas de esas historias, estrellas en el cielo, se entrelazan por un suspiro de tiempo y, para bien o para mal, dejan huella... Se empujan mutuamente y cambian caminos, cambian cuentos y direcciones, motivos, planes y objetivos... Un pequeño roce y, como dos cometas, es suficiente para alterar todo su trayecto, sólo un toque, un instante...

O no, tal vez sólo se saluden y despidan cordialmente para continuar andando. Fugaz y fortuito... O una coincidencia trascendental...

Cada cabeza es un mundo, dicen, y tal vez nunca se encuentren... Pero a veces esos mundos chocan y crean caos y desorden o fractales de mil colores y poemas polifónicos...

¿Qué nos deparará la siguiente esquina?

14/6/17

Artista Callejero

Tiempo, la vida está hecha de momentos,
y en los detalles más pequeños siento,
que vale la pena vivir.
Flor Amargo.

El artista callejero, con su acto, junta a la gente, personas anónimas que, por un instante, detienen su andar, desvían su camino o se toman un respiro para poder apreciar lo que está sucediendo. Una persona, dos, diez, treinta y de pronto ya no importa, es un público reunido para apreciar lo que ocurre.

Es entonces cuando suceden dos cosas únicas de esos espacios y momentos:

La primera es que, por fin y por un instante, se deja de pensar en el futuro o en el pasado. Se está en el presente, en el aquí y ahora, lo que sucede. Aquel que tiene mucho futuro o pasado en la cabeza no se detiene, el primero porque intenta ver más allá y el segundo porque no puede ver lo de aquí. Sólo los habitantes del presente se detienen, ya que pueden darse el lujo, porque al parecer eso es, de olvidarse del allá y entonces por un momento, detener su caminar y estar, estar realmente.

La otra cosa que sucede es que, también por un momento, en lo que el artista hace y los demás observan, todos comparten algo en común, sin importar el hecho de que no se conozcan, de que jamás se hayan visto y que jamás se vuelvan a encontrar. De manera fortuita todos forman un grupo, un colectivo con un sólo sentido y propósito, ver y oír, reír, cantar, llorar o aplaudir. De la nada surge un nosotros efímero pero que será de ahora en adelante un común denominador entre decenas de extraños que por puro azar, se juntaron para presenciar el acto del artista.

Finalmente, al terminar el acto, el grupo se disgrega y desaparece el aquí y el ahora, vuelve el futuro y el pasado, así como el yo y el tú. Todo regresa a la normalidad después de aquel pequeño oleaje en el mar de lo cotidiano.


Gracias artista callejero, por devolvernos el presente y el nosotros, algo que parece cada vez más difícil de conseguir en estos días. Y si bien sólo dura un instante, una canción, un suspiro, son esos pequeños detalles que, como estrellas fugaces, hacen de un día cualquiera, un hoy.

7/6/17

Cadáver exquisito III

El presente escrito es resultado de la participación conjunta de Daniel G. y mi persona. Aunque parezca difícil de creer, se transcribe tal cual, sin necesidad de agregar puntuación extra, sólo se ordenó a manera de poema.

Nubes de plata, edificios de espejos, luz de día con brillo peculiar y aura deslumbrante que enceguece momentáneamente, brillo blanco del mármol.

Tierras pálidas hacen una puesta en escena para la mente, distorcionándola.

El artista y sus latas, encerrados en un cartón de jugo ácido que aumenta la temperatura y la incapacidad de discernir.

¿Cuándo el plateado dejó de ser un color futurista? ¿Vendrá a ser mejor? O vendrá a destruirnos.

Sólo queda aguardar expectantes de la promesa de Moisés y la inevitable fatiga a lo contemporáneo.

31/5/17

Razones sí las hay

...porque nadie tiene esa ternura en la punta de los dedos y esa sutileza en la mirada,
 porque nadie me ayuda en mi desesperación con amor y sin conveniencia, 
porque no puedo ser yo mismo más que contigo, por eso y más... 
razones sí las hay.

Tan espontáneamente como una mirada fugaz y una sonrisa, un gesto y una seña, una palabra y un beso, y, de pronto, sin pensarlo ni esperarlo, ahí estás, más al fondo, más adentro, más profundo de lo que pude haber imaginado.

Sin más motivo que la coincidencia, un acto de valentía y algo de atrevimiento, una casualidad se volvió un milagro; una idea, un sueño; una posibilidad, una historia; un nombre, una referencia; un presente, un futuro; un paso, un viaje.

Por eso, cada nuevo día es una victoria, porque nunca hubo un futuro vislumbrable y, aún así, ahí está, alargando un imprevisto sin miras de acabarlo pronto, fluyendo sin rumbo porque nunca hubo una dirección, un pimpollo silvestre que nació de una semilla que nadie plantó con intención.

Y así, del anonimato acaparaste el reflector, sin pedir siquiera permiso y mucho menos perdón, convirtiendo el monólogo en diálogo junto con una actuación  improvisada, pasional y desbocada, un performance que va más allá del escenario y entrecruza todos los aspectos de mi vida.

No sólo acompañas, también enseñas, muestras y pones en entredicho lo que creo, pienso y siento, o lo que creía creer, pensar y sentir. Reafirmas y apuntalas, a la vez que sacudes y derrumbas, obligándome a re-andar o incluso construir caminos dónde no los hubo o dónde no los quería ver, dándome más preguntas que respuestas, pues la única respuesta a todas las preguntas es "confía y sigue andando".

Las lágrimas derramadas hasta ahora, motivo de la felicidad y emoción, sólo serán igualadas por el dolor de que algún día, por cualquier motivo, tan fácil como llegaste, te vayas. Pero tampoco pretendo atarte, porque libre viniste, libre te quedaste y libre serás siempre. Y, sí algún día nuestros caminos se alejaran, por causa de la vida o inclusive la muerte, el tesoro de tu recuerdo permanecerá, como aquel milagro, sueño, historia, referencia, futuro y viaje que fuiste y siempre serás.

Hasta entonces...

Con todo el corazón.

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