21/3/18

La adolescencia de la humanidad [La generación del Apocalipsis II]

Advertencia: para escribir esto parto de un supuesto polémico: La humanidad a alcanzado un grado tal de globalización-occidentalización que, la gran mayoría, estamos viviendo una situación similar como especie. Y si no fuera así, esto sólo aplica al mundo “occidental” que, queramos o no, controla prácticamente la totalidad de lo que sucede en el mundo. 

Los que estén leyendo esto, así como quién lo escribe, estamos acostumbrados a ver a los adolescentes o a la adolescencia como ese momento en la vida en la que no tenemos ni idea de qué queremos, que todo nos molesta, todo está mal y ni sabemos por qué y mucho menos sabemos que hacer. Es una etapa de crisis y a la vez de crecimiento, en dónde todo lo que aprendimos en casa, durante nuestra infancia sobre lo que se debe y no debe hacer comienza a cobrar sentido, especialmente porque nos rebelamos y experimentamos. Experimentamos de todo, lo que nos da experiencia que, al final, nos ayudará en nuestra vida adulta. Como dicen, para ser viejos y sabios, primero hay que ser jóvenes y estúpidos (y sobrevivir nuestra propia estupidez).
Antes no nos preocupábamos, teníamos a nuestros padres que nos guiaban, pero ahora, en este momento de búsqueda de la independencia, de pronto nos topamos con que tomar las riendas de nuestras vidas no es tan sencillo como esperábamos. En entonces que, se supone, empezamos a aprender qué nos gusta, qué funciona y qué queremos para nuestro futuro a partir de todo lo que experimentemos y aprendamos. El que hace muchas cosas, aprende mucho y tiene un bagaje de opciones y conocimientos amplio para tomar las mejores decisiones; el que no hace mucho, pues no.
Claro, esto es una idealización, no me meteré en exquisiteces sobre las condiciones materiales y sociales, casualidades y casualidades que intervienen y demás detalles. Este breve esbozo es sólo para hacer la siguiente analogía:
La humanidad está entrando a la adolescencia, con todo lo que ello implica.
Hemos dejado atrás nuestra etapa como infantes, donde apenas estábamos abriendo los ojos, dónde vagábamos sin rumbo, desprotegidos y con mucho por aprender. Con miedo, con hambre, con frío. Pasamos a nuestra niñez, donde fuimos descubriendo el mundo y como funcionaba, creíamos en la magia y los seres fantásticos, teníamos amigos imaginarios y le atribuíamos todo el poder a nuestros mayores héroes, ya sea papá-rey, mamá-Estado, mamá-Iglesia o papá-Dios, quienes se encargaban de guiarnos y cuidarnos. Fuimos aprendiendo, jugando a “ver que pasaba si”, conociendo cada vez más sobre nosotros mismos, descubriendo nuestro cuerpo, lo que se sentía rico y lo que no, lo que sabía rico y lo que no, lo que nos gustaba y lo que no. Pensábamos que el mundo era eterno, grande y estático, que todo estaba resuelto y lo teníamos a pedir de boca o que simplemente estirando el brazo, íbamos a obtener lo que necesitáramos. Estábamos protegidos, calientitos, a gusto y felices con nuestro pequeño gran mundo.
Pero ahora estamos en ese momento de juventud estúpida dónde ganamos experiencia para en un futuro pensar si es buena idea o no acabarnos todos los peces de una especie. Estamos aprendiendo que nuestros actos tienen consecuencias. Estamos cuestionando todo, es en este momento que todos esos esquemas en los que creímos, que nuestros “mayores” nos inculcaron, comienzan a ponerse en duda, desde la religión hasta la ciencia, la moral y la ética. Lo podemos ver a diario en las noticias, esa violencia, ese caos, esas actitudes temerarias, arriesgadas y peligrosas cual adolescente impulsivo. Volteamos a ver a nuestra infancia y nos asquea mientras decimos “ya soy grande”.
Al mismo tiempo, nuestro mundo de caramelo se vino abajo y ahora nos enfrentamos a este momento de incertidumbre total. De pronto nos dimos un baño de realidad. Empezó a cambiar nuestro “cuerpo” y comenzamos a desear cosas nuevas, rebelarnos, descubrirnos realmente y entonces, vino la crisis. La crisis de identidad, de no saber quienes somos, que queremos y a dónde vamos, que nos lleva a comportamientos autodestructivos, a la ira y tristeza sin más razón que nuestra confusión. Nuestro mundo perfecto se desmoronó, nuestros héroes que tanto admirábamos y en los que tanto confiábamos se volvieron odiosos, opresivos, intransigentes, como si antes no lo hubieran sido. Y es en esa crisis en la que estamos como humanidad. Una crisis dónde ninguna disciplina, ninguna ciencia, ninguna religión y ninguna filosofía sabe qué está pasando, lo único que tenemos por seguro es que es producto de nuestra infancia, pero eso no ayuda en mucho. Sabemos como llegamos a aquí, pero no sabemos a dónde vamos, sólo creemos saberlo.
La humanidad en su conjunto se ha dado cuenta que todas las historias que nos contamos eran eso, historias. La realidad es que somos responsables de nuestros actos y estos traen consecuencias con las que nunca esperamos lidiar. Todo eso que hicimos o no hicimos en nuestra niñez, está pasando factura y es hora de arreglar y solucionar por nuestra cuenta en vez de esperar a que “papá-mamá” vengan a salvarnos el pellejo. Ahora nos toca a nosotros tomar las riendas de nuestra vida, pero ¿Cómo? Nunca lo hemos hecho, siempre vivimos con la limitada cantidad de opciones que nos presentaban y ahora, en nuestros primeros pasos a la adultez, nos damos cuenta de que la vida es mucho más que comer y dormir. Queremos probarlo todo, intentarlo todo, comernos el universo de un bocado. Se ve en las ciencias, investigándolo todo, mucho sólo por el hecho de investigar, no sabemos si servirá de algo, aunque creemos que sí, pero realmente el punto simplemente es hacerlo. Las viejas generaciones, las que quieren que el mundo no cambie, se asemejan a esa parte de nosotros que añora cuando nos cargaban a la cama, cuando todo era sencillo, que quisiera volver a vivir sin responsabilidad alguna. Las nuevas generaciones, las portadoras del cambio, serán esa parte que miran al futuro con esperanza, soñando lo fantástico que será ser un adulto y sus posibilidades infinitas.
Henos aquí, en la adolescencia de la humanidad. Una humanidad hormonal, una humanidad confundida, una humanidad emocionalmente frágil, una humanidad que a penas volteó a verse a sí misma y a los otros para descubrir sus imperfecciones, una humanidad aterrada de ver la responsabilidad que ahora tiene en sus hombros, una humanidad que no sabe exactamente que quiere pero al menos sabe qué no quiere, una humanidad que apenas está empezando a darse cuenta de que nadie va a venir a salvarla si no es ella misma, una humanidad que está aprendiendo a aplicar todo lo que aprendió durante su infancia, una humanidad que aún no está lista para la “mayoría de edad” pero ya le urge llegar a ella, una humanidad irresponsable, una humanidad rebelde, una humanidad en crisis, una humanidad con todo el potencial de llegar a ser sabia o morir producto de su propia estupidez. Y este estado va a durar mucho tiempo: si nuestra infancia duró 300 mil años, quién sabe cuánto nos tome salir de nuestra adolescencia para finalmente llegar a la adultez más lo que nos tome llegar a la vejez, donde espero podamos voltear a este momento de la historia, reírnos y decir “vaya que éramos tontos…”
Como toda adolescencia, se puede vivir como una etapa más o menos tranquila de transición, o como un quiebre total, una verdadera crisis que nos lleve incluso al borde del suicidio. Depende mucho de cómo lo afrontemos, de nuestra capacidad de reflexión y comprensión de lo que sucede. Desgraciadamente, pareciera que es el segundo camino el que hemos tomado, más no elegido, porque nunca nos detuvimos a reflexionar nada, aún no somos lo suficientemente maduros para ello. 
Se avecina la crisis, el “apocalipsis” por así decirlo, donde tengamos que enfrentar nuestros propios demonios y salir adelante o sucumbir en el intento, y es en las crisis, en los momentos de mayor tensión y desesperación que se dan los momentos más trascendentales de la vida, los que marcan un antes y un después y generan la mayor cantidad de conocimiento. Pero no me tomen como fatalista ni crean que esto es totalmente inevitable, de hecho, creo que tenemos unos años para poder hacer que lo que se avecina sea más una transición que una crisis. Ya hay mucha gente trabajando para lograrlo desde diversos frentes, disciplinas y creencias, y será el conocimiento de estas personas el que, espero, nos ayudará en un futuro, pero aún son (somos) pocos, estamos dispersos y el tiempo se agota siendo que el punto de no retorno se acerca vertiginosamente.
Sea como sea, si sobrevivimos a lo que nos viene encima, espero, saldremos mucho más conscientes de lo que somos, lo que queremos y nuestro camino como especie. Espero que las generaciones que vengan aprendan de la humanidad pasada, de su estupidez y juventud alocada, de sus errores y sus aciertos, y que logre explotar el potencial que tenemos para volvernos viejos, sabios y con muchísimas anécdotas que contar.

La generación del Apocalipsis

Atención: Por tranquilidad mental, te sugiero que no leas el siguiente post. Es más, ni yo mismo estaba seguro de escribirlo y mucho menos publicarlo, pero aquí está. Yo continué y no me dejó un buen sabor de boca…

Hoy por la mañana, como acostumbro y no digo que sea una buena costumbre, me puse a revisar las noticias que los periódicos que sigo habían publicado a lo largo de la madrugada y la mañana. Asesinatos, robos, escándalos de diversa índole, atentados, noticias urgentes, recortes presupuestales, juicios, accidentes, secuestros, violaciones… lo usual. Pero hubo un artículo que me llamó la atención, su título invitaba, algo así como la advertencia de este escrito, a no leerlo, a pasar de largo y hacer caso omiso, pero igual que tú en este momento, decidí ignorar la advertencia y heme aquí escribiendo al respecto.
Un artículo de opinión que ni siquiera me tomaré la molestia de citar o referenciar dado lo molesto que me pareció y no porque me pareciera ofensivo o que no me agradara la opinión del autor -soy millenial pero no tanto-, sino que se me hizo totalmente chocante, un artículo diseñado para hacer sentir culpable a quien lo leyera.
Por cierto, si estás leyendo esto, seguramente tienes acceso a internet, además de que hay una alta posibilidad de que lo estés haciendo en TU computadora o TU celular o TU tableta o lo que sea. Eso significa que eres del pequeño porcentaje de la población mundial que tiene el PRIVILEGIO, así como yo, de tener acceso a la tecnología; que muy probablemente tuvo el PRIVILEGIO de tener acceso a la educación; que tiene el PRIVILEGIO de no tener que estar cosechando su comida, ser explotado en una maquila o ser víctima de la trata de personas;  y que sobre todas las cosas, tiene el PRIVILEGIO de no estar siendo secuestrado o asesinado en este instante, porque al parecer, estadísticamente hablando, los PRIVILEGIADOS como nosotros, tenemos menos posibilidad de ser víctimas de algo así que aquellas personas que viven en DESVENTAJA social. Así, mientras tú estas tranquilamente leyendo esto, cientos de niños, mujeres y hombres de todas las edades están sufriendo el hambre, la explotación, la enfermedad y la muerte mientras tú te das el LUJO de voltear a ver a otro lado, en este caso, a este escrito y, como PRIVILEGIADO que eres, no estás defendiendo a aquellos pobres seres inocentes que están experimentando dolor y miseria, dejando que sucedan masacres y que pasen leyes que permiten la explotación de los más débiles, guardando silencio y siendo cómplice del sufrimiento ajeno…
¿Chocante cierto? Pues en resumidas palabras, ese era el artículo. Me recuerda al famosísimo documental de Food Inc., que si no han visto (no)deberían verlo para darse cuenta de lo mucho que sufren los animales por TU culpa al comer carne, o los que hablan del consumismo dónde explican como TU consumismo está haciendo que el planeta se quede sin recursos naturales, se contamine y las especies se extingan, o los documentales de la trata de personas o el narcotráfico y todo el sufrimiento del que TE VUELVES partícipe al comprar marihuana o ver pornografía y demás documentales donde queda claro que todo lo malo del mundo es culpa TUYA (o nuestra, para ser más solidarios). 
Y no es que nada de lo anterior no sea cierto. Efectivamente, somos privilegiados de poder estar aquí, escribiendo o leyendo, viviendo relativamente bien, relativamente cómodos y felices, relativamente despreocupados. Sí, es verdad y hay que agradecerlo, hay que estar conscientes de ello y hay que aprovecharlo al máximo, porque NO TODOS tienen la oportunidad que tenemos nosotros. Y sí, efectivamente las granjas industriales de pollos, cerdos y vacas son lugares de sufrimiento animal brutal, y sí, nos estamos acabando los recursos naturales, y sí, cada vez mueren más especies y sí, de a poco se está contaminando todo el planeta y luego no tendremos agua que beber y sí a todo, sí nos estamos cargando el mundo y la sociedad entera, sí, la humanidad está en un punto crítico y sí, todos contribuimos en mayor o menor medida a que esto suceda, sí, sí, sí, por NUESTRA culpa, NUESTRA culpa, NUESTRA GRANDE culpa…
E insisto, no es que me parezca exagerado, incorrecto u ofensivo. Lo que me molesta es esa sensación de “Sí, soy lo peor de lo peor” que se queda ahí porque casi ninguno de estos documentales y artículos proponen algo para solucionar el problema, se quedan en la “reflexión” en el “darse cuenta” del problema. ¡SÍ, YA SABEMOS! Llevamos años sabiendo, lo que no sabemos es QUE hacer… Y es que las “soluciones” que se proponen realmente no llevan a nada. 
Que los animales sufren y contaminan, pues se vegetariano o mejor aún, vegano… Cómo no sufren los campesinos explotados al sembrar las zanahorias, ni se degrada el ecosistema por los miles de hectáreas y litros de agua que se ocupan en la siembra de lechugas, ni miles de animales pierden sus hábitats al talar selvas para poder cosechar plátanos, y tampoco contaminan los tractores que cosechan la verdura, ni los camiones que transportan harina de maíz, ni la fabricación de la caja o huacal (una caja de madera, para los no-mexicanos) donde vienen los pimientos, ni el refrigerador dónde guardan las fresas para que lleguen frescas a tu mercado de preferencia…
Que la gente sufre por el narcotráfico y la trata, entonces no compres drogas ni veas porno. Claro, como eso soluciona los problemas económicos y situaciones de marginalidad que, en primer lugar, llevaron a esas personas a incursionar en las economías ilícitas dado que no tienen acceso a otros medios de subsistencia más que dichas medidas desesperadas, debido a que su falta de “educación formal”, producto de su misma marginalidad, les impide acceder a un trabajo hiper-especializado del que todos “tenemos” que ser parte porque así funciona el mundo...
Que el auto, la ropa, los productos de uso cotidiano y demás contaminan, pues no consumas nada de eso y anda en bicicleta. Claro, como uno no se tiene que desplazar, especialmente en las ciudades, de un extremo a otro de las mismas para ir a su trabajo o escuela teniendo, de por sí, que levantarse a las 4 a.m. O como todos tenemos una parcela detrás de nuestras casas, (porque todos vivimos en casas) dónde podemos sembrar nuestra comida de manera sustentable y ecológica, así como nuestro algodón o henequén para poder tejer nuestra ropa. Y claro, cómo todos tenemos la oportunidad de cocinar en vez de comprar comida rápida que contamina muchísimo y lavar a mano con poquita agua, porque en esta sociedad nadie trabaja y/o estudia 8 horas o más al día, sin contar el tiempo de transporte, ni llega a su casa totalmente desmotivado, exhausto y sin energía después de un día siendo parte del “sistema” en el que vivimos y del cual todos “tenemos” que ser parte… 
[¿Por qué? ¿Por qué todos tenemos que ser parte de este sistema? ¿Qué no pasamos el 99% de nuestra historia viviendo de OTRAS maneras?]
Y mi favorito, que todo es culpa del maldito gobierno y los ricos y los poderosos y las religiones, entonces hay que acabar con todo eso para vivir en un mundo de igualdad. Sí, como eso ha sucedido alguna vez en los 300 mil años de historia de la humanidad y como evidentemente esos seres tan despreciables no son resultado mismo de las condiciones sociales en las que se desarrollaron, las cuales, evidentemente, van a solucionarse al eliminar a unas 700 mil personas poderosas siendo que el resto de los 7 mil millones de seres humanos llegaremos instantáneamente a la paz mundial, cordialidad y cooperación en la sociedad utópica de la cual todos queremos formar parte…
Entonces para conseguir un mundo mejor, según esto, hay que ser vegano, puritano, autosustentable, anarquista y ateo, además de feminista, pro-LGBTTTIAQ y partidario de todos los grupos minoritarios (lo que es sumamente irónico si consideramos lo del ateísmo), pero sobre todas las cosas, políticamente correctos porque no vaya a ser que alguien se ofenda… Eso solucionará todos nuestros problemas y sí, técnicamente sí, si todos fuésemos así, no habría problemas. En una sociedad totalitario dónde todos tengan que actuar y pensar de la misma manera “tampoco hay problemas”.
Y a todo esto… si mi problema es que dichos documentales y artículos sean más quejas que otra cosa al no proponer nada realista para solucionar nada de lo que plantean y se quedan en “la reflexión”, ¿Yo que propongo? No vaya a ser que esto también sea una queja más que se sume a la infinidad de otras quejas que todos tenemos respecto a todo… Primero que nada, dejar de simplificar las cosas, como si los problemas estuvieran desconectados entre sí, como si fueran engranajes que se pueden cambiar para que siga andando el reloj de la humanidad. Todos los problemas están conectados, la sociedad funciona como un SISTEMA, lo que implica que cualquier solución que no busque solucionar TODO y de la que TODOS seamos parte, es una solución parcial.
Dado que la solución a TODO tiene que ser TOTAL y por parte de TODOS, lo veo como algo completamente inviable, al menos por el momento. La humanidad ha demostrado a lo largo de su historia, hasta ahora, que no es capaz de organizarse en su totalidad, siempre habrá disidencia, siempre habrá alguien inconforme, siempre habrá una minoría no representada, siempre habrá una voz no escuchada, lo cual es el gran problema de la democracia. En un mundo democrático, la solución jamás será TOTAL porque siempre habrá alguien que esté en desacuerdo en todo su derecho. Por tanto, a menos que implementamos un gobierno totalitario y opresivo que mantenga a todos bajo control, tenemos que deshacernos de la idea romántica de que la humanidad podrá unificarse como una sola raza en búsqueda del bien común al menos, en los próximos años o siglos. 
¿Qué propongo entonces como solución a TODO? Nada. Absolutamente nada. Es más, tal vez incluso deberíamos dejar de creernos tan importantes como para luchar por nuestra sociedad y especie hasta el final ¿O acaso el último rinoceronte blanco, que murió hace unos días, hizo algo para evitar que su especie esté a dos hembras de extinguirse? Si la humanidad es una especie única en el cosmos, ha demostrado que tal vez no sea buena idea que siga existiendo y si no somos únicos y hay más como nosotros o similares, entonces para qué preocuparnos, total, hay más…
Es aquí donde el título cobra sentido, porque a nosotros nos tocará vivir el “fin del mundo” en un sentido figurado. No me refiero al FIN DEL MUNDO, pero sí al fin del mundo como lo conocemos. Estamos al final de una era, citando a Marc Augé, al final de la “prehistoria de la humanidad”, aunque yo diría más bien al final de la “infancia” de la humanidad, y ¿Qué sigue después de la infancia?, al menos en el mundo “occidental” diría Margaret Mead, la adolescencia. Y, tomando en cuenta el mundo altamente occidentalizado en el que vivimos, lo que toca es vivir la adolescencia de la humanidad.
Dado que somos demasiado individualistas todavía como para poder actuar como un verdadero conjunto, lo que nos queda es trabajar en nosotros mismos, prepararnos para vivir el caos que se avecina esperando sobrevivirlo y esperando que, lo poco o mucho que hayamos aprendido hasta el momento sobre cómo NO se deben hacer las cosas, pueda ser transmitido a las siguientes generaciones que serán las que reconstruyan el mundo, porque a nosotros no nos va a tocar, es un hecho. Nacimos demasiado tarde para vivir la época dorada del capitalismo y demasiado temprano para vivir el resurgimiento de la sociedad después del colapso de todo. Estamos corriendo hacia el abismo todos juntos y, como siempre, habrá alguien que no quiera parar de correr, o comer carne (como yo), o ser machista, o ser racista, o ser consumista, o ser drogadicto, o ser lo que sea, lo único que nos queda es prepararnos para dar el salto.
Somos la generación del apocalipsis.

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