11/12/19

Violencia

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                .

25/10/19

Escribir por escribir

Hoy quiero escribir, pero no sé sobre qué. Aunque eso realmente no importa, al fin y al cabo lo único que quiero es escribir.

Escribir por escribir, como cuando uno sale a caminar por caminar, sin rumbo definido, sólo hacia adelante y hacia donde "algo" nos indique la ruta a seguir.

En esos paseos uno puede andar aquellos senderos conocidos o encontrar nuevos. También puede encontrar sorpresas y situaciones inesperadas.

Quien sabe, tal vez si sigo escribiendo por escribir, así como cuando uno camina por caminar, encuentre algo sorprendente de manera fortuita, una vía inexplorada, o simplemente de un paseo por lugares familiares.

Al final, no importa qué encuentre, porque así como se sale a caminar sólo por el placer de caminar, así hoy yo escribo sólo por el placer de escribir...

Escrito originalmente en papel el 22/10/19

13/10/19

"iTunes" en random VI

Play y…

Last living souls – Gorillaz

Pues… heme aquí escribiendo una vez más en este estilo. La última vez que lo hice fue allá por el 2016… 14 de junio para ser exactos. ¡Tres años!

Leo lo que escribí aquel junio y me sorprende cuanto ha pasado en esos tres años. Tantas, tantas cosas…

Terminé mi carrera, pero aún no me titulo…

Tango – Romeo Scaccia

Llevo desde el 2017 dando clases y estoy profundamente satisfecho con hacerlo. Creo que nunca consideré realmente la opción de ser profesor, y ahora que lo soy me parece de lo más increíble. He aprendido tantísimo siendo profesor (muchísimo más que como alumno), no sólo sobre las materias que doy, sino sobre responsabilidad y sobre el lugar que quiero tener en el mundo.

Encontré un lugar donde puedo verdaderamente impulsar un cambio, pequeño tal vez, pero el invitar a la reflexión a otras personas, aunque sea sólo una, es muchísimo, porque los grandes cambios inician así, con una idea o un ideal.

Sea como sea, creo que estoy evadiendo the whole point de estar escribiendo esto y estar escribiendo así.

En estos años que han pasado, me di cuenta lo mucho que me sirve escribir, tanto por mi ocupación como por salud. Escribir es mi escape. Hay quienes pintan, quienes tocan, quienes hacen deporte. Yo escribo. Escribo lo que tengo en la cabeza y en el corazón.

Little Star – Kora

Y ¿Qué es lo que tengo en el corazón?... no sabría como explicarlo. O sí sé, pero no quiero. Quiero y no quiero.

Es como un hueco que me absorbe. Una idea, un pensamiento que me consume desde hace días (tal vez más de los que quiero admitir o me doy cuenta). Pero se ha vuelto cada vez más invasivo.

Como hiedra que hubiera estado creciendo en una esquina y que ahora es imposible no verla, aunque no quiera, esperando el momento para decir “Hey, aquí estoy y no me puedes ignorar por más tiempo”.

Y no obstante quisiera (y no quisiera) ignorarla. Por un lado, me duele, por otro me emociona, también me enorgullece, pero me aterra.

Kohmelo – Korpiklaani

Es que es una lucha encarnizada entre mi yo de hace no tanto tiempo y mi yo de hace no tanto tiempo para acá. En este año he crecido muchísimo y, de pronto, los zapatos que he estado usando por años ya no me quedan. La ropa que tanto me gustaba ahora la veo con dudas. Quien está en el espejo no es la persona que estaba y me cuesta reconocerle, pero me agrada.

Haunted – The Cribs

*No supe que más poner*

Fade to black – Apocalyptica

Mi yo no tan antiguo se niega a terminar de darle paso al nuevo, se aferra con uñas y dientes. Grita, se retuerce, reclama, sabotea… Y el nuevo, lucha, se impone, se mantiene firme ante los insultos, ante las dudas y recriminaciones, pero eso no significa que no sienta nada. Duda ¿Es lo correcto? Lo fue durante tanto tiempo que aceptar que ya no lo es resulta perturbador.

Renunciar al esquema y estructura.

Un salto de fe, del otro lado la vida se ve más brillante de lo que jamás fue. Me he asomado a la ventana, he sacado las manos y la cabeza y el aire es más puro, más limpio, más claro… Pero sigo sin poder abrir la puerta y salir. El confort es más fuerte, aunque atrofie los pies, los ojos y la mente…

Siento en el pecho una batalla brutal… yo sé quien quiero que gane, pero el adversario es muy fuerte. 

Sé que es cuestión de tiempo…

In my pocket – The Cat Empire

*La cambio, no estoy en el mood*

Kopf Verloren – Peter Fox

… en lo que se define todo. Sé también que es inevitable. Lo deseo, pero las dudas me detienen. Como cuando estaba a horas de subirme a ese avión que empezó este viaje tan interesante llamado mi vida…

Pero en el inter, la lucha es apocalíptica… derrumba y destruye y eso duele.

Riders on the storm – The Doors

Construí un mundo a mi medida y ahora no quepo en él…

Pero para nacer, primero hay que destruir un mundo…

Lo intenso es que es mi mundo el que debo destruir para construir uno nuevo y mejor.

Pero, es hora… Es hora.

Va a doler.

Excéntrico antídoto – The Volture

“Cambio de identidad, erótico, satírico. No puede recordar, porque no va a renunciar”

Que adecuada canción…

“Fantasmagórico estímulo satánico. Un inalámbrico método romántico. No quiere olvidar, no sabe disimular. Toma mi mano en la oscuridad, hazlo pasar por casualidad. Dame una seña y olvida todo, para volver a empezar”

“La luz quema al amanecer. No paran de temblar. Nadia cambiará su manera de ser. Toma mi mano en la oscuridad, hazlo pasar por casualidad. Dame una seña y olvida todo, para volver a empezar”

“Calma su ansiedad, excéntrico antídoto. Cambio de identidad, erótico, satírico. Toma mi mano en la oscuridad, hazlo pasar por casualidad. Dame una seña y olvida todo, para volver a empezar”

Respectable – The Rolling Stones

*no…*

El señor de los gramillos – Mägo de Oz

En fin… no sé qué más decir… además de que no estoy cumpliendo con mis responsabilidades. (Pero es que no puedo pensar con claridad en este momento… el polvo de la batalla es muy denso para ver más allá…)

“…Soy el señor de los gramillos. Pronuncia las palabras mágicas y acudiré…”

Salidas fáciles. Evasión. No. Ya no.

Tanto tiempo intentando ser buena persona en vez de mejorar como persona… Cubrir con oro en vez de quitar la suciedad…

Que el universo me de la fuerza para saltar al vacío…

Kelpie – Mägo de Oz

Plot twist! Gracias Ter. Un abrazo hasta España.

La torre de babel – Los Tres
Joven – Liquits
Love her madly – The Doors
Transgender – Crystal Castles
When universes collide – Gogol Bordello
El olvidado – Ska-p
La noche estaba puesta – Salón victoria
One and only – Adele
Corner of the Earth – Jamiroquai
Mount Wroclai – Beirut
What a surprise – The Plastics Revolution
Sonata in G minor, BWV 1020: I. Allegro – J. S. Bach

Poesía Nocturna VIII

Es muy fácil saber que es lo que se busca y lo que se quiere en la vida. Basta con conocerse un poco.

Pero no tanto saber lo que no se busca y tampoco se quiere. Uno tiene que conocerse de verdad.

El que busca encuentra, incluso lo que no quiere encontrar.
North Wind

27/8/19

Paranoia

Todos te observan. Todos hablan de ti a tus espaldas. Eres el centro de la vida de todos quienes te rodean. Todos quieren hacerte daño. Todos están enojados contigo.

¿Que creer cuando ni siquiera sabes si puedes creerle a tu propia mente?

¿En quien confiar si no puedes confiar ni siquiera en lo que piensas?

Un sublime acto de egoísmo puro.

4/8/19

Alcanzar la cima

Uno puede intentar subir a la cumbre del Everest, claro, pero no cualquiera lo logra ya que necesita un intenso entrenamiento, además del equipo especial para soportar las duras condiciones ambientales a más de 8 kilómetros sobre el nivel del mar. No obstante, alcanzar la cima no basta, sino que hay que luchar por mantenerse, porque si alguien llegase hasta ahí y se despojara de su tanque de oxígeno o de su abrigo, moriría. Si acaso se puede tomar unos minutos para admirar el paisaje, pero eso no significa que estando ahí arriba ya puedes descansar, ya puedes quitarte todo el peso del equipamiento, ya puedes relajarte y disfrutar del éxito. No. ¿Qué pasaría si alguien decidiera permanecer ahí durante años? El esfuerzo, los recursos y el sufrimiento que se requerirían ¿Valdrían la pena?

No sólo pasa con los montañistas que alcanzan la cima y que al poco tiempo tienen que descender dado que no es posible quedarse permanentemente. Lo vemos con los artistas que, una vez alcanzada la fama, colapsan bajo la presión de mantenerla. Lo vemos con los negocios, que una vez que se vuelven populares a penas y pueden mantener la calidad que los distinguía. Lo vemos con los investigadores, que una vez alcanzado cierto escalafón o reconocimiento tienen que luchar contra sus colegas para evitar perderlo. Lo vemos con los países del primer mundo, donde para mantener el nivel de vida que presumen, someten a sus poblaciones a unas condiciones tales que las llevan a presentar los más altos índices de adicciones y suicidios.

Uno nunca llega realmente, porque se nada contracorriente. Entonces nos convertimos en seguidores de Sísifo, ya que en cuanto dejemos de empujar la piedra, en cuanto creamos que “hemos llegado”, ésta puede resbalar por el borde de la montaña. Así que ahí nos quedamos, soportando el peso de la roca, creyendo que algo conseguimos y que valió la pena el esfuerzo.

Quienes sí llegan a la cima, y se mantienen, lo logran haciendo enormes sacrificios. A esas personas las vemos como héroes, pero cuantas no anteponen el éxito sobre su salud, sus relaciones e incluso su felicidad. Abundan los ejemplos cinematográficos y de la vida real, donde, por alcanzar “el éxito” una persona abandona a los suyos, sus principios y hasta su bienestar. Véase el caso de los japoneses que mueren por el esfuerzo en sus trabajos y el mundo los ensalza como ejemplos a seguir de entrega, responsabilidad o que se yo. ¿Cuántos de aquellos grandes personajes que “lo lograron” no viven deprimidos y solos? ¿Cuántos no tienen que recurrir a los ansiolíticos o a las drogas?

Celebramos e idolatramos a esos mártires, a la vez que nosotros mismos presumimos cuantas horas hemos pasado sin descansar, cuantas tazas de café tuvimos que beber por la mañana para aguantar despiertos y cuantas pastillas para dormir ingerimos para poder vencer el insomnio causado por el estrés. Vamos por ahí, enseñando como si fueran trofeos de guerra nuestras ojeras, nuestros tics, nuestros colapsos nerviosos, nuestro dolor de cabeza, nuestros fracasos sentimentales, nuestra falta de vida social y tiempo libre. Somos como aquellos guerreros que presumían y contaban con orgullo como habían perdido un brazo, un ojo, como habían recibido una bala o una flecha, mostrando a la familia que dejaron atrás, soñando con el día en que regresemos a nuestra pequeña cabaña. Somos los nuevos soldados en una eterna guerra contra el mundo y contra nosotros, para superarnos, para romper nuestros límites, pero ¿Realmente se puede ser feliz si siempre se tiene que estar luchando contra todo y contra todos?

Se nos educa desde el principio para buscar ser los mejores en lo que sea, para ser mejores que los otros alumnos, para ser mejores que nuestros hermanos, para buscar el reconocimiento, pero nadie nos enseña que está bien ser el segundo, o el quinto, o el centésimo mejor. Celebramos al primero en llegar a la meta, ahí están las medallas de oro, plata y bronce, pero ¿Dónde quedan los demás? Tal parece que su esfuerzo, sus capacidades y sus logros no son suficientes para ser reconocidos, sin siquiera tomar en cuenta los años de trabajo duro, lo que tuvieron que pasar para, al menos, ser un décimo lugar. ¿No es una tortura pensar que, como no fuimos de “los primeros”, somos insuficientes o mediocres?

Se nos dice que hay que superar nuestros límites, pero nunca a ser humildes y reconocer cuando en verdad no podemos, cuando algo va más allá de nuestras capacidades, a pedir ayuda, a descansar, a tomarnos nuestro tiempo, a ir a nuestro ritmo. Se nos dice que debemos practicar sin descanso, pero nadie nos muestra los fracasos ni los intentos fallidos, nadie nos enseña a divertirnos en el proceso, a disfrutar nuestro crecimiento, el viaje, porque “si no duele no sirve”, todo tiene que ser extenuante, duro y complicado, porque tenemos que demostrarle al mundo lo mucho que nos costó llegar a donde estamos. Pero ¿Qué objeto tiene esa triste muestra de egocentrismo? Por si fuera poco, se nos dice que no podemos rendirnos, abandonar y cambiar de camino u objetivo, porque en caso de hacerlo, se nos recrimina todo lo invertido como un desperdicio, como si no tuviera mérito alguno haberlo intentado, aunque no hayamos llegado a la meta. Así seguimos y seguimos, desgastándonos más y más, sufriendo por algo que tal vez no sea tan importante, pero “ni modo de dejarlo a la mitad”.

Finalmente, se nos dice que todo lo bueno y lo malo que nos suceda es enteramente nuestra responsabilidad. Somos dueños absolutos de nuestro destino y si somos pobres, “es porque queremos”, y si somos ricos es “porque nos lo ganamos”. Si reprobamos es “porque somos flojos” y si nos graduamos con honores “es porque si nos empeñamos”. Pero ¿Dónde quedan los desastres naturales, las enfermedades, la pobreza estructural, la competencia desleal, la desigualdad de oportunidades, los accidentes e imprevistos, las necesidades, los contextos específicos, las historias de vida, los gustos propios, los ideales?

Es injusto compararnos con aquellos supuestos “primeros lugares”, y es que no hay cosa tal como el primer, segundo y tercer lugar, porque no vivimos la misma vida, no recorremos la misma pista ni subimos la misma montaña, no tenemos el mismo equipo, no tenemos el mismo entrenamiento. ¿Por qué entonces deberíamos tener que alcanzar los mismos objetivos? Tenemos que darnos cuenta de que, a diferencia del Everest como una sola y única montaña, nuestras posibilidades de entender el éxito o la cima son infinitas, que cada quién es libre de proponerse una meta, tan cerca o tan lejos, tan alto o tan bajo como quiera y como pueda, porque no todos tenemos los mismos recursos, posibilidades y habilidades.

No digo que debamos dejar de buscar llegar más lejos o más alto, renunciar a nuestros sueños, sino que, a cada paso, hay que preguntarnos si “lo que queremos llegar a ser” no es una obsesión tal que nos impide darnos cuenta del daño que nos estamos haciendo o, peor aún, a los que nos rodean. Preguntarnos también si estamos dispuestos a pagar el precio que implica llegar y más aún el de mantenernos ahí.

Pero sobre todo, hay que aprender y recordar que siempre podemos decir “basta, ya no puedo” o “ya no quiero esto” porque no tenemos que terminar, llegar, alcanzar ni ser tal o cual cosa para ser suficientes, YA somos suficientes. Sintámonos orgullosos de intentarlo, de nuestro esfuerzo, de llegar a donde sea que lleguemos, de las grandes y pequeñas montañas que subamos o que tratemos de subir, de cambiar de caminos y buscar otros destinos, porque con cada paso dado, ya estamos más lejos de lo que nunca habíamos estado.

Ya has logrado ser quién eres el día de hoy, y eso, eso ya es todo un éxito.

31/5/19

(...)


¿Por qué tengo que ser fuerte?

¿Por qué tengo que soportar?

¿Por qué tengo que poder?

¿Por qué?

¿Porque no hay que hacerse la víctima?

¿Porque estoy siendo exagerado?

¿Porque tengo que demostrar algo?

¿Por qué?

¿Porque hay gente que la pasa peor?

¿Porque tengo todo?

¿Porque así es la vida?

¿Por qué?

Que alguien me diga

19/5/19

Alucinación colectiva

Hay una gran pregunta que ronda por ahí y es ¿Todos vemos el rojo del mismo color? Si bien hay manera de comprobar que, efectivamente, a nivel neurológico todos vemos el rojo de la misma manera, o de maneras muy similares, no hay manera de hacerlo a nivel subjetivo. Lo que pasa es que, desde que nacimos, nos han enseñado que ciertas cosas que vemos son rojas y todos acordamos que son rojas, sin importar como, subjetivamente, las viéramos.

PERO

¿Qué ves? 
No obstante, lo que entra a tus ojos sólo son una serie de ondas electromagnéticas, fotones que pertenecen a la mínima franja del espectro visible de la luz para los humanos.

¿Que oyes? 
No obstante, lo que entra en tus oídos son una serie de vibraciones transmitidas por el aire, de ahí que no haya ruido en el vacío, y que vibran dentro del ínfimo rango audible para los humanos.

¿Que hueles?
No obstante, lo que entra a tu nariz es una mezcla de compuestos químicos volátiles que, en suficiente cantidad, son detectables para los humanos.

¿Que saboreas?
No obstante, lo que toca tu lengua son una serie de compuestos químicos complejos que reaccionan de diferentes maneras con las papilas gustativas en tu lengua, que siendo suficientes, son detectables para los humanos.

¿Que sientes?
No obstante, lo que percibe tu piel son una mezcla de temperaturas y texturas propias de los materiales que te rodean y que, a partir de cierto rango, son diferenciables para los humanos.

¿En dónde te encuentras y en qué posición?

¿Cuanto tiempo ha pasado?

¿Algo te duele?

¿Tienes hambre?

En todo caso, incluso las palabras, son sólo sonidos que, mezclados de cierta manera, nos han enseñado que tienen sentido. O en este caso, sólo son símbolos plasmados y ordenados de cierto modo.

Por tanto, teneemos qu3 recrdar s1empre ue toddo l qn ozrod'a ef olosuno cnvnc10000n' uumacudro k0leovitc dje asdano asle dooeaa ofpppq0 cma0a  osl?wmm CeCemou a apooep cmuanl sia fpcmaje lkanuc aiiie skskk 2 callaé coa´oeoc a90d aoema coe1 coa{á eov ciciiiciciiicii ´cáá coall qie'c'9 ks.p smmmae foo0EE vpa 92 lllce queirc por aocn nanuelaa aow }+n ao00 coaoo dov{a pf0f}}fm akciia+n aoov pppcpa} o0s qoooq doa qññe2'''1 coa´+s ao0s apcnalska q0v009ua 2o ckkanxla+ aodc9a a, 0a0a-ad0v añocnhgf'b aslls apv' 9a d0v0 añdlkv0a dpvoam2 c0as  do0a s0ca spl1 dv a vd adpvo asjk9d0v a s ancoc0a'd e+v a'dna' a´''sc a0a swna vopaj  w}cna d´f++´c'a 11 ´0an l,a eockañl,ñl, fpvpvpvp q0 'cn alsk0a 123mr #3 v0a $%& c0a#%2 1#%"3 ar"#%"# 23%"#$&$%(%&/O aporj2'd vas+pvkaspkfméptr"#$P&k2WEFp q´3t0km 2t3´prk ´2p3tÑL m2$ÑTO$Ötkj $3ptjyw%[$ñpy   ´pw5y, ¨Wp45H[Lywm
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¿sǝɹǝ ǝnb o uǝınb?

26/4/19

(...)

Si la historia ha enseñado algo,
es que la esperanza es más poderosa
que el hartazgo.

Pero la decepción es mas poderosa que la esperanza.

3/3/19

¿Quién eres?

Léase únicamente en caso de tener (o buscar) una "crisis existencial", sea lo que sea que sea eso.

¿Quién eres? Pregunta retórica. Pero cualquiera que fuese la respuesta, siempre remitirá a aquello llamado identidad. Ésta se construye en colectividad, somos lo que el mundo nos lleva a ser, la combinación única de experiencias y aprendizajes bien o mal aprehendidos. Pero esto, la identidad, ese yo tuyo o mío, no es más que un intento desesperado de tapar el sol con un dedo y no ver una realidad más profunda.

La gente va por ahí, vociferando casi de manera esquizofrénica postulados totalmente paradójicos y contradictorios. Hay que ser “uno mismo, original y diferente” y a la vez “ser patriota, amar a la familia, velar por las costumbres”. Hay que ser “tolerantes, comprensivos, abiertos” pero a la vez “luchar por nuestros ideales, tener una postura firme, no dejarnos manipular”. Hay que “probar todo, no juzgar, aventurarse a nuevas experiencias” pero también hay que “recordar nuestras raíces, no caer en malos pasos, saberse medir”. Hay que “tener autoestima, sentirse orgulloso de uno mismo” pero también recordar que “nadie es mejor que nadie, ser modesto”.

Entonces, hay que serlo todo y nada, esto y aquello, aunque sea imposible ser ambos, pero serlo. Dicen que depende de la situación, que hay que aprender a actuar (como diría Goffman) en sociedad, pero ¿Quién nos enseña a comportarnos bien en un mundo que raya en lo surreal? Y abundan los refranes, “Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”, pero “¿Qué tanto es tantito?”. Queda en nuestras manos y, aun así, no se puede saber, porque no falta el persignado, ultrasensible o psicópata que tenga parámetros totalmente distintos respecto a lo que implica actuar en sociedad.

Claro, será que somos posmodernos empantanados en la sociedad de la incertidumbre, será que nos faltan anclas y valores, será culpa del neoliberalismo y la destrucción de las familias y demás. Verborrea que busca justificar esta desazón que abunda actualmente y que nos lleva a un extraño estado de histeria colectiva donde pareciera que estamos corriendo en círculos como hormigas cuyo hormiguero ha sido pisado. Ahora, en este mundo dónde todo se cuestiona, cambiante, amorfo (líquido dirían por ahí) retornamos con nostalgia a las comunidades rebosantes de significados, símbolos y estructuras que les dicen a sus miembros quienes son, qué son y qué se supone que serán y harán. Es más fácil nacer con un lugar en el mundo, una carga cuasi-genética y ancestral que nos diga cómo comportarnos en lugar de darnos cuenta de que esto no es más que un invento nuestro creado hace eones cuando el primer homínido se reconoció a sí mismo reflejado en un cuerpo de agua y luego, aterrorizado, se dio cuenta de que un día iba a morir, dejaría de ser ese ser reflejado y pasaría (o volvería) a la nada.

Pero bien lo saben los antropólogos: la cultura y sus normas sociales, religiones, ritos, prácticas, mitos, supersticiones, jerarquías, códigos, clasificaciones y categorizaciones son herramientas construidas por la humanidad, cuentos o metarrelatos que nos hemos inventado para estructurar el mundo, el cosmos (no por nada se le llama cosmovisión) y saber nuestro lugar en él. Son mecanismos que nos ayudan a sobrellevar esta existencia carente de sentido, orden, propósito y significado, para combatir la incertidumbre, terror primigenio que nos devora las entrañas como si fueran gusanos carnívoros; que nos lleva a crear e imaginar, dudar, filosofar e inventar cualquier tipo de explicación, mágica o científica, para lo que nos rodea. El miedo a la muerte no es tal, es miedo al no-ser, a la nada, a la oscuridad total que ni oscura puede ser dado que no hay nadie quien la vea.

Hasta la misma ciencia, la física, buscando leyes, buscando orden en el caos, buscando sentido en la insoportable insignificancia (en el sentido de carente de significado, no de pequeñez) a la que llamamos existencia. Leyes de termodinámica que dicen y predicen lo que le pasa a un sistema macroscópico pero que, a niveles subatómicos, al nivel más básico de lo que existe, se desbaratan y difuminan, dejando la casualidad, el azar y la probabilidad como regentes de los componentes fundamentales de todo lo que fue, es y será.

Pero ¿Cómo no hacerlo si hasta nuestro cerebro está diseñado (cómo si alguien/algo lo hubiera diseñado) para buscar patrones? Lo comprobamos con los calendarios, los rituales, las constelaciones y la pareidolia. Siempre buscamos un orden, una secuencia o concatenación de eventos que nos de algo de seguridad sobre el futuro y el presente, que ordene y establezca causas y efectos (postulado medular del mecanicismo) para que esta alucinación colectiva a la que llamamos realidad tenga algo de sentido del que podamos agarrarnos para no caer en el vacío de la nada. Siendo así es inevitable caer en la incongruencia. Nuestra naturaleza se estrella de cara contra la naturaleza de la naturaleza, el caos, la falta de sentido, dirección y significado. La casualidad pura, cada día es un milagro (como aquello imposible que pase y aún así pasa). ¿Cómo pedirle a la gente que sea congruente con sus ideales, sus valores, su moral cuando estos están basados en nada más que un desesperado intento de evitar la incertidumbre?

Y es que, en realidad, no somos nada, no en el sentido de la permanencia del Ser, de la esencia trascendental. No somos, sino que estamos, postulado verbal que al parecer el inglés logró superar (he ahí la importancia del lenguaje). No somos, sino que estamos siendo. Cada instante, estamos siendo y dejando de ser. Existimos junto con el resto de lo existente sólo en el presente, que, de hecho, no es más que un minúsculo instante o menos que eso. Nuestro pasado ya no es y nuestro futuro aún no es, luego entonces, nuestro lugar es el presente, una rebanada ínfima seguida de otra, y otra, y otra (esperemos). Es ahí donde entra nuestro impulso de enlazar cada fragmento con el que sigue, intentando lograr algo de continuidad y estabilidad, perdiendo de vista que, al final, cada presente es nuevo y, por tanto, cada realidad. Intentamos unirlas como cuentas de un collar mágico de totalidad, pero son unidades que tan pronto se crean, se esfuman en la nada. Estamos jugando con humo, persiguiendo nuestra sombra.

Esta idea pudiera parecer liberadora, dándonos la hermosa oportunidad de sumergirnos de lleno en el nihilismo más puro y concentrado, espeso (y dulce) como miel, sabiéndonos únicos e irrelevantes y así encontrar (por fin) la paz de la sinrazón, la inacción o el fuego bestial y quitarnos la enorme carga de construirnos constantemente… Pero no es así. Seamos humildes, aún estamos en un estado larvario en lo que al manejo de vacíos existenciales se trata (que, más que vacíos existenciales, deberíamos llamar vacíos de significado/semánticos)

No es justo, ni sano, ni viable, al menos no para la enorme mayoría de nosotros, (incluyéndome ¡Benditos sean quienes sí pueden!) ir por ahí asumiendo nuestro no-lugar en el mundo, nuestro insignificante no-sentido ¡La sociedad depende de que exista un orden, el que sea! Lo único que queda, supongo, es buscar escape y confort en aquellas viejas artimañas que hemos perfeccionado para ordenar el mundo. Dejemos que esos bellos cuentos diluyan este texto y que se nos olvide haberlo leído alguna vez, pero conscientes de que hemos tomado esa decisión. ¿Por qué estaría mal buscar un escape al sufrimiento e incomodidad a través de ello? La vida en su mínima expresión evita el dolor.

Lo cual nos lleva a que elijamos (suponiendo que sea posible elegir) de manera consciente y libre lo que somos, quienes somos o queremos o creemos ser, con todas las consecuencias (suponiendo que existan las consecuencias). A la vez, siempre dejando un resquicio de duda, un margen, recordando que la elección ha sido nuestra y que, por tanto, podemos cambiarla cuando queramos, a conveniencia, para evitar el sufrimiento. No hay que juzgar nuestra propia incongruencia, temer cambiar de opinión de un día a otro, ni tomarnos nada tan a pecho, al fin y al cabo, nada existe más allá de un instante.

2/2/19

De invasores cósmicos y anarquistas [La generación del Apocalipsis III]

Así como los otros dos, es resultado de duras semanas de cuestionamientos, incertidumbre y malestar. Este escrito, sin embargo, es sumamente extravagante, pero considero que resuelve los cuestionamientos de las dos partes anteriores. O tal vez sólo deja más interrogantes. No lo sé. Disculpen la redacción, son las cuatro de la mañana. 

A través de una extraña serie de pensamientos e ideas llegué a una extraña conclusión: no deberíamos preocuparnos por una posible invasión alienígena dado que no existen razas guerreras con tal capacidad tecnológica.

Esto es porque una sociedad guerrera, necesariamente está en constante competencia y requiere de una sociedad desigual, dado que una raza que se dedique a conquistar sería una raza en la que sus individuos siempre quieren más, una raza insatisfecha permanente, y el deseo implacable de querer más y más siempre genera desestabilidad al interior. ¿Cómo lograr que aquellos que tienen menos no quieran más y se rebelen contra quienes sí tienen? Incluso si se lograra que absolutamente todos respondieran a un mando único, ¿Qué pasaría si éste muere? Lo mismo que un panal de abejas o una colonia de hormigas. Desaparecen. O en el caso de una raza más “avanzada”, ¿Cómo se establecería quién es el nuevo líder? ¿Cómo hacer que eso se respete y que nadie se rebele? ¿Qué hacer si no hay descendencia? Etc.

Al menos eso siempre ha sucedido con la raza humana. Sonará marxista tal vez, pero el colapso de muchos de los imperios y grandes civilizaciones se ha dado por el levantamiento de “las masas” quienes se rebelan contra aquellos que los gobiernan. Las causas de estas rebeliones son diversas, desde la falta de alimento por cuestiones climáticas, hasta el hartazgo social. Otra causa a sido la invasión por parte de otra gran “masa” que ha logrado imponerse sobre el supuesto poderío de dichas civilizaciones. Sin embargo, en ambos casos, dado que la desigualdad se mantiene, así como el constante deseo de tener más y más, es sólo cuestión de tiempo para que se de otra rebelión u otra invasión que reinicie el ciclo de nacimiento, auge y decadencia de todas las grandes sociedades que este mundo ha tenido.

Es entonces que una raza que está en constante guerra no puede llegar muy lejos. Claro, está el ejemplo de Estados Unidos, país que gracias a la guerra ha logrado llegar hasta donde está y, de hecho, las guerras han contribuido al avance tecnológico de la humanidad, no obstante, si no fuera porque se ha llegado a la “paz”, dichos avances tecnológicos no hubieran servido de nada. ¿De que serviría un cohete capaz de mandarnos a la Luna si la población del planeta hubiese sido aniquilada por una guerra nuclear durante la Guerra Fría? Una raza guerrera posiblemente se hubiese destruido a sí misma antes de siquiera lograr a un avance tecnológico tal que le permitiera conquistar otros mundos.

Ahora bien, ¿Y si la conquista se da por “necesidad de recursos”? Pues sería de esperarse que una raza lo suficientemente avanzada para llevar a cabo invasiones a nivel planetario, pudiera desarrollar vías alternas para asegurar su supervivencia. Además, ¿Para qué conquistar mundos poblados habiendo tantos mundos despoblados y recursos en el universo? ¿Cómo sería posible que se le diera prioridad al avance tecnológico sobre la satisfacción de las necesidades básicas de la especie, tales como alimento u otros recursos energéticos? ¿Cómo una civilización tan desarrollada llegaría al punto de ser insostenible y tener la necesidad de ir por ahí consumiendo mundos enteros?

Finalmente, una raza que se base en el egoísmo puro se sabotearía a sí misma ya que no se podría lograr la cooperación entre sus individuos. Los grandes avances se han logrado a partir de la cooperación, no la competencia. Regresando a la Guerra Fría, claro, había una lucha entre las dos grandes potencias de la época, pero si no hubiese sido por la colaboración de los integrantes de cada bando en búsqueda de un objetivo común, simplemente no se habría podido llegar tan lejos.

La única solución sería que todos sus integrantes pensaran como una unidad o fueran exactamente iguales. Podría ponerse como ejemplo a los hongos o las bacterias, sin embargo, sería increíble que un ser tan básico lograra complejizarse al grado de poder planear ataques o invasiones sobre otros. Si acaso, algo así podría extenderse como una pandemia, una plaga o algo similar, pero no como una conquista propiamente dicha.

En conclusión: o se logra cooperar entre todos o no se llega muy lejos. La desigualdad, la competencia y la lucha entre los individuos de una misma especie impedirían a la larga que se desarrollara lo suficiente para poder convertirse en una civilización conquistadora de mundos.

Volviendo a la humanidad, la única manera de asegurar nuestra supervivencia a largo plazo será cooperando entre todos y llegando a un estado de igualdad en dónde nadie quiera poseer o tener más que los demás, causando desestabilidad en el sistema. Y, desgraciadamente, el sistema en el que vivimos se sustenta precisamente en la desigualdad y la explotación, en el deseo y el egoísmo, lo cual invariablemente llevará a su colapso, y no lo digo yo, lo dicen los ambientalistas, los ecónomos, los antropólogos, los sociólogos, los filósofos…

Pero ¿No es la división desigual del trabajo lo que ha posibilitado el desarrollo tecnológico e intelectual de la humanidad? Al menos eso es lo que dice la teoría. El desarrollo civilizatorio de nuestra especie ha sido posible gracias a que una mayoría da de comer a una minoría que se dedica a pensar. Sin embargo, llegados a este punto donde podemos darnos cuenta de estas cosas, ¿Qué pasaría si absolutamente todos nos colaboráramos para procurar el sustento de todos? Tal como propone el gran anarquista Enrico Malatesta, si toda la sociedad dedica una pequeña parte de su tiempo a generar su sustento básico, tendría tiempo libre suficiente para cultivarse intelectualmente y disfrutar del tiempo libre.

Por otra parte, y aprovechando la tecnología con la que contamos actualmente, ¿Qué pasaría si lográsemos automatizar la producción de alimentos dando paso a que todos pudiésemos dedicarnos a otras cosas? Pero cuando digo “otras cosas”, no me refiero a ser obreros, a ganar dinero o demás, todo trabajo se podría automatizar. El dinero es una invención, no significa nada y, en todo caso, si nuestras necesidades básicas (salud, alimento, refugio…) estuvieran cubiertas, lo usaríamos sólo para alimentar nuestro ego. Si pudiésemos asegurar nuestro sustento sin necesidad de explotar al prójimo, todos podríamos dedicarnos a desarrollar nuestra tecnología, nuestro intelecto, el arte y la filosofía. Pero ¿Cómo organizamos una sociedad así? ¿Cómo evitamos el crimen y el caos? En un mundo donde la sociedad entera velara por el bien común, ¿Habría caos? En una sociedad donde todos tuviesen acceso a todo ¿Habría crimen?

Si no hemos resuelto el problema de la contaminación, por ejemplo, es porque hay quienes no quieren que se resuelva. Podemos vivir sin plástico, podemos vivir sin gasolina ni combustibles fósiles, la tecnología la tenemos. Puede que sea cara actualmente, pero ¿Si en vez de invertir en buscar pozos petroleros se invierten todos esos recursos físicos y humanos en abaratar los costos y aumentar la eficiencia de las energías limpias, los motores eléctricos y los empaques biodegradables? Si lo pensamos un poco, muchos, si no es que todos los grandes problemas del mundo se podrían resolver con un poco de voluntad y dejando de lado los intereses de unos pocos en función del bienestar de todos.

Si el socialismo o el anarquismo no han funcionado ha sido por el egoísmo de quienes lo practican.

Otro problema que podría presentarse es que, al tener “todo resuelto”, como dicen que sucede en países como Finlandia, podríamos llegar a un punto donde no tuviésemos motivación para seguir vivos. Pero ¿No nuestra curiosidad es insaciable? Ese ha sido una de nuestras características más importantes desde que los primeros homo sapiens pasearon por la sabana africana, sino es que antes. Nunca estaremos satisfechos, siempre habrá algo más que queramos saber, que queramos descubrir, manejar o entender y, si todos tuviésemos todo nuestro tiempo, o una gran mayoría de éste a nuestra disposición, así como el deseo de cooperar todos juntos ¿Hasta dónde no podríamos llegar? ¿Cuál sería el límite de nuestra capacidad inventiva?

Es entonces que regresamos a las razas invasoras. Considero que la única vía posible para desarrollar una tecnología tal que permitiera a una civilización extenderse por el cosmos es a través de la cooperación, la igualdad y la búsqueda del bien común, y habiendo un universo tan basto y lleno de recursos, no habría necesidad ni justificación para ir a invadir y destruir a otra especie ¿Para qué llevar muerte a otro planeta? Podría ser que, en cambio, buscásemos llevar “civilización” a las razas “primitivas”, ¿Tal como lo hicieron los colonizadores ingleses con África durante el siglo XIX? Lo dudo, ya que nos hemos dado cuenta de que lo más ético es dejar que dichos pueblos se desarrollen a su ritmo sin intervención. ¿Quiénes somos para determinar que es lo mejor para ellos?

Esto podría contribuir además a solucionar la paradoja de Fermi, donde se contrapone la altísima posibilidad de que exista vida inteligente en el universo con la falta de evidencia que hay de ella. ¿Para qué una raza avanzada nos contactaría? Puede que sigamos siendo una especie demasiado “primitiva” para poder detectarlos. Tal vez nos vean como una raza de guerreros sin futuro, peligrosa y que no valga la pena contactar. Tal vez saben de nosotros, pero prefieren no intervenir en nuestro desarrollo como especie, al fin y al cabo, ¿Quiénes son para venir a “civilizarnos”? O tal vez, finalmente llegaron a un estadio de sabiduría tal que no estén interesados en establecer relación con nadie más.

Para concluir… Retomo el título y la idea de la primera parte. Para ser viejos y sabios, primero debemos ser jóvenes y estúpidos y sobrevivir a nuestra propia estupidez. Ya está la meta puesta, falta averiguar cómo llegar a ella, a una sociedad cooperativa, igualitaria, solidaria, donde todos tengamos la capacidad y voluntad de desarrollarnos como especie sin anteponer los intereses personales, llegando tan lejos como el tiempo y el espacio nos lo permitan. 

Eso, o la extinción.

Somos la generación del apocalipsis.

26/1/19

Una linterna


La luz fue intensa, ardiente y luego, nada.
¿Había algo antes?
Pensó que estaba ciego, pero no, se dio cuenta de que estaba en un pozo de oscuridad.
¿El brillo había quemado sus retinas?
Aún distinguía sombras y siluetas, negro sobre negro aún más oscuro.
¿Acaso, como un miembro fantasma, creía ver sin ver en realidad?
No sabía cómo había llegado ahí, pero de pronto ya estaba en el fondo.
¿O sí sabía, sólo que no quería saberlo?
Sabía que había más gente, escuchaba sus voces, le hablaban.
¿Estaba alucinando?
Les preguntó sobre la negrura del ambiente, la penumbra que se los había tragado.
¿Alguien escuchó?
Respuestas diversas. No había oscuridad o ésta siempre había estado ahí.
¿Quiénes decían qué?
Les preguntó sobre la luz, si la habían visto.
¿Alguien más la pudo ver?
Una sola respuesta. ¿Cuál luz?
¿Fue sólo su imaginación?
Les preguntó sobre el pozo, como habían llegado ahí.
¿Alguien sabía?
Respuestas diversas. No estaban en un pozo o siempre habían estado ahí.
¿Cómo era posible?
Lo que pasa es que la viste... de pronto le dijeron.
¿Ver qué?
...viste la luz y entonces viste la oscuridad que siempre estuvo ahí.
¿Y el pozo?
Siempre estuvimos en un pozo, sólo que no lo habías notado.
¿Y ahora?
Ten, le dijeron, toma… Le dieron una linterna.
¿Qué era eso?
…pero ten mucho cuidado.
¿Cuidado?
Te ayudará a ver, a buscar una salida, pero si alumbras a alguien, entonces verá la oscuridad y el pozo y tendrás que darle tu linterna y volverás a la oscuridad.
¿Una salida?
Si la encuentras, vete. No le digas a nadie. Sólo deja la linterna para que otros la encuentren…
¿Nadie?
Hay muchos que no quieren ver, no quieren saber y no quieren salir. No los obligues a ver, no los obligues a saber, no los obligues a salir…
¿Quiénes eran ellos?
Nosotros vimos y supimos…
¿Qué encontraron?
…buscamos sin encontrar nada…
¿No querían salir?
…ahora somos ciegos para no volver a ver, para no saber, para no salir.

¿Y si no encuentro la salida?
Aquí te esperamos.

17/1/19

Poesía nocturna VII

En una azotea de tantas.

A la luz de un foco fluorescente bajo la Luna en (uarto (re(iente,
al sonido de la música llevada por el viento frío.

Entre sombras de montañas y destellos l e j a n o s.

Se fundieron en beso, un [abrazo] y un baile,
y se volvieron ESTRELLAS del firmamento.

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