26/12/11

Al Rey los de Judíos.

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Basado en el extracto de uno de los grandes discursos de Adolf Hitler.

(N.W. NO APOYA NI CONCUERDA CON LAS IDEAS DEL NAZISMO.)

18/12/11

¡No importa!

Yo no te conozco, y tu no me conoces a mí. Se tu nombre, se donde vives, se como es tu rostro, conozco tus gustos y alguno que otro secreto; mas no se como suena tu voz, a que huele tu perfume, como se escucha tu corazón ni que se siente estrechar tu mano, abrazarte o darte un beso.

Estás tan lejos como cerca de mí, kilómetros de tierra por instantaneidad de palabras, estás a un paso y a la vez a horas de distancia. Tan cerca como para hablarte al oído y a la vez tan lejos como para realizar una larga travesía. Nuestros mundos están tan distantes como próximos. Y aún así, te conozco. Y aún así, eres un extraño. ¿Serás realmente quién dices ser? Tal vez esté siendo engañado. Quiero creerte, pero… tal vez seas solo una ilusión.

¡No importa! Si eres una ilusión, que así se mantenga, si eres una realidad, que permanezca.

Cómo un ser sin rostro, sin voz, sin cuerpo, sin ser, alguien como tú, real e imaginario, físico e intangible, cercano y distante; cómo, me pregunto, has podido lograr lo que has logrado, hacerme soltar aquellas dos palabras que tenía reservadas únicamente para aquellos cercanos a mi alma, cercanos a mi ser.

Y aún así, mis palabras fueron sinceras, o al menos eso siento yo. Tal vez yo solo me engaño, me miento, soy hipócrita conmigo mismo tan solo para llenar un vacío que lleva ahí durante mucho tiempo.

¡No importa! Si fue una ilusión, que así se mantenga, si fue una realidad, que permanezca.

Quisiera saber, si acaso estuviésemos los dos en el mismo plano, en el mismo tiempo, cambiarían mis palabras. ¿Te hubiese dicho aquello? ¿Me hubieses contado eso otro? ¿Juntos? ¿Lejanos? No se, pero quiero averiguarlo.

Pero, tal vez sea mejor dejarte como un misterio, una incógnita, un cofre sin llave o un candado sin combinación, para aún sentir curiosidad, para aún preguntarme, preguntarte y dejar que me preguntes.

¿Qué pasaría si te tuviera cerca? Si no estuvieses tan lejos… ¿Habría algo? ¿O solo sería un sueño que mi mente creó? Una obra de teatro, un cuento de hadas, una comedia con un final inevitable.

¡No importa! Si sería una ilusión, que así se mantenga, si sería una realidad, que permanezca.

Tan lejos, tan cerca. Tan lejos como para no verte, tan cerca como para tocarte. Estás y no eres. Eres y no estás. Un extraño conocido. Un amigo que jamás he visto. Alguien y nada. Ilusión y realidad.

11/12/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap18.

Capítulo 18

Era el día de la ejecución de Marcos y Pablo. Ellos daban gracias a Dios por la llegada de ese día, que por coincidencia, era justamente a un año de la muerte de Irene. Ambos fueron llevados a la plaza y atados juntos en medio de una pira. A penas se podían mantener en pié y mientras se leían sus cargos y sus condenas, Pablo y Marcos hablaban entre ellos.

“Ni siquiera pudimos hacerle nada al maldito de Arturo.”

“Moriremos y el saldrá librado de todo mal.”

Los dos niños vieron a Arturo entre la multitud, y Marcos recordó que él los había estado buscando y que si los hubiese encontrado, él hubiera podido salir del monasterio. Recordó como ellos eran el único obstáculo para la felicidad de Arturo. Le dijo esto a su hermano y ambos se dieron cuenta de que aún cuando iban a morir, aún podían causarle mal a Arturo.

Los verdugos se acercaron y prendieron la base de la hoguera. Los que estaban ahí reunidos veían con incredulidad como dos niños iban a morir quemados, pero claro, el Santo Oficio siempre sabe lo que hace. Marcos y Pablo comenzaban a sentir el ardor del fuego en sus rostros y el del humo en sus pechos, por lo que decidieron, con sus últimas fuerzas, dar un último discurso antes de morir. Inició Pablo diciendo:

“Nosotros somos Pablo y Marcos, hijos de Irene, la supuesta bruja!”

Arturo enseguida volteó a ver a los niños. Marcos continuó:

“Nuestra madre era de las más santas personas que había en este pueblo, ella solo quiso ayudar a la gente con sus remedios herbolarios.”

“Tuvo la mala suerte de matar a nuestro padre, pero fue un accidente, nunca intentó hacerle mal a nadie.”

“Ella, movida por la culpa confió en su hermano el cual, por querer adueñarse de sus bienes, la traicionó de la forma más cruel condenándola a muerte”

La gente escuchaba lo que aquellos dos decían, reflexionando en que si Irene los hubiese querido matar, en menos de un año habría perecido todo el pueblo, en cambio recurrieron a sus remedios por más de cinco años. Se estaban dando cuenta de que Irene jamás intentó causar mal, y que lo que aquellos niños decían podía se cierto.

“Y su hermano, ese traidor, Judas, impío, víbora ponzoñosa, impostor… está entre ustedes!”

“Todos lo conocen como Arturo, el monje!!”

La gente volteó a ver a Arturo, que estaba pálido por lo que escuchaba.

“Bien lo dijo nuestra madre amado tío, sin nosotros jamás podrás ser libre de tu encierro, y ahora que moriremos, tu oportunidad se volverá cenizas!!”

“Y te maldecimos, que la culpa te acompañe hasta tu muerte, que la culpa de haber matado a tu hermana y a sus hijos te atormente!”

“Que seas señalado por las calles como aquel codicioso que se atrevió incluso a matar a su familia por unas monedas de oro!!”

“Tu, traidor! Que ni el demonio te acepte en sus dominios! Que ni se digne a dirigirte una mirada o darte un latigazo!”

“Tu, Judas!! Que mataste a tu propia sangre, que te vendiste por unas monedas! Que el diablo escupa sobre ti y no te deje entrar ni siquiera al lugar más terrible y con los peores tormentos del averno! Que cuando mueras tu alma vague sin rumbo por la tierra hasta el final de los tiempos!!”

 “Que tu infierno sea esta vida! Que sufras las plagas de Egipto y la lluvia de azufre de Sodoma y Gomorra!!”

“Nosotros, que morimos hoy culpables de lo que acusaste a nuestra inocente madre, te maldecimos con todo esto!!!”

Así, con estas últimas palabras, Marcos y Pablo murieron en la hoguera.

La gente, aterrorizada, veía como sus pequeños cuerpos se volvían cenizas y una vez apagada la hoguera, todos regresaron a sus casas con las palabras de aquellos niños grabadas a fuego en sus corazones. Sabían que las maldiciones eran dirigidas a Arturo, pero al mismo tiempo a todos ellos que traicionaron a Irene, la que nunca les hizo daño alguno y que solo les procuró el bien. Todo el pueblo de San Martín de la Luz había sido maldecido por los hijos de Irene aquella tarde.

Mientras tanto Arturo se había quedado en la plaza completamente solo, sabiendo que si bien no había nada que le pudiese hacer la justicia o la Inquisición por haber delatado a su hermana ya que era su deber hacerlo, en su alma entendía que Dios era el que lo juzgaría y que por sus acciones movidas por la venganza y la codicia, se había ganado un lugar entre las almas que no serían salvadas al final de los tiempos. No tendría perdón y los niños habían dicho bien, lo que le quedaba de vida le sería un infierno, sabiendo que en cuanto muriera sería condenado al fuego eterno. Regresó al monasterio pero en la puerta estaban sus pocos objetos personales, ni siquiera los monjes lo querían entre ellos. Arturo, aún vestido con su hábito, abandonó el pueblo aquella noche.

Epílogo

San Martín de la Luz fue convirtiéndose en un pueblo fantasma a medida que pasaba el tiempo. Mucha gente comenzaba a huir por miedo a que las maldiciones de los niños cayeran sobre de ellos, pero eran rechazados en todos los pueblos circundantes ya que la historia de lo que había sucedido se corrió como pólvora y las personas ajenas al pueblo de San Martín de la Luz no los querían entre ellos. Así, poco a poco la villa fue desapareciendo, las casas y edificios se derrumbaron con el paso del tiempo hasta que ese pequeño poblado fue borrado de la faz de la tierra.

Algunas personas que han tenido la mala fortuna de hallarse en las inmediaciones de lo que fuera antes aquella villa, dicen que por las noches a veces se pueden ver columnas de fuego en lo que fue la plaza principal o que pueden ver fantasmas errantes que suplican perdón. Incluso se ha llegado a decir que cada vez que se cumple un año de la muerte de Irene todo el ambiente se llena de un aroma a hierbas que hace arder los ojos y la garganta; y se puede ver a un monje vagando por los campos arrastrando con enormes cadenas los cadáveres de dos pequeños niños.

7/12/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 16 y 17.

Capítulo 16

Arturo fue directamente a reponer sus velas, por lo que Pablo jamás se dio cuenta de que las velas que había en la celda de su tío no eran las que debían estar y mucho menos se daría cuenta de que las velas del cuarto de Gabriel lo matarían en cuestión de días. Algo le parecía extraño, su hermano le había dicho que el veneno haría efecto casi inmediatamente y vería a Arturo enfermo, pero el se veía completamente normal. Tal vez era que el veneno se encontraba más abajo en la vela o algo así, por lo que Pablo solo se dedicó a esperar a que llegara el momento de actuar. Marcos también se sentía extrañado, su hermano aún no le había dicho que su tío había caído enfermo, el suponía que tal vez la dosis aún no era lo suficientemente alta como para que se notara, o que se había equivocado de velas y le había dado unas normales, fuese lo que fuese, lo peor que podía pasar es tener que hacer más.

Gabriel por su parte, cada día se sentía peor. Su cuerpo le dolía y las noches se las pasaba tosiendo e incluso llegó a toser sangre con el correr de los días. El atribuía esto a sus lecturas prohibidas y pensó que era un castigo de Dios, por lo que regresó los libros que había tomado y cada noche dormía hasta tarde leyendo las Escrituras, esperando así que Dios lo perdonase por haber estudiado textos profanos. Gabriel murió a los cinco días. Se le encontró tirado en el piso de su celda, con su cabeza en un charco de sangre que provenía de su boca y nariz. Los monjes supusieron que fue víctima de tuberculosis por lo que nadie se atrevía a limpiar la celda, así que usando a Pablo de chivo expiatorio, lo mandaron a limpiar la sangre y sacar todos los objetos del cuarto. Pablo fue, rezando por no contagiarse, a limpiar toda la celda y una vez que hubo terminado, comenzó a sacar todo lo que en ella se encontraba. Cuando tomó las velas notó una marca casi imperceptible en la base de estas. Pablo dejó caer todo lo que tenía en las manos y completamente aterrorizado salió del cuarto.

El resto del día Pablo dijo que se sentía indispuesto y se quedó en su habitación. La culpa de haber matado a un monje inocente era enorme, no solo por haberlo matado en sí, si no que para el haber matado a un monje era un pecado peor que haber matado a su tío que a su parecer lo merecía. Pablo estaba seguro de que ardería por el resto de la eternidad en el infierno si no buscaba el perdón de Dios, por lo que decidió entregarse el mismo a la Santa Inquisición, rogando por clemencia y que se le absolviesen sus pecados, aún cuando esto significara que lo mandaran a la horca por asesinato. Mientras que no lo condenaran a la hoguera por hereje y brujo, lo que fuese que se dictara para el era ganancia. Una noche salió del monasterio y fue a hablar con su hermano. Le contó como el estaba completamente seguro de haber colocado las velas en el cuarto de su tío y que por algún motivo aparecieron en el de Gabriel, que había muerto a causa del veneno. Le dijo que la culpa de haberlo hecho era demasiado grande y que se pensaba entregar al Santo Oficio para purgar sus culpas, aún cuando fuese condenado a muerte. Marcos no podía creer lo que oía, seguramente su tío los había descubierto o tenía un pacto con el diablo, pero no entendía como se pudo haber salvado de morir. Y ahora, veía como su hermano iba directamente a su muerte y posiblemente la suya propia, porque un niño de nueve años que sufra el tormento de la Santa Inquisición es fácil que hable y claro, la posibilidad de que contara que el había hecho las velas, condenándolo a muerte también, era casi segura.


Capítulo 17

Marcos no podía dejar que su hermano se entregara, en primer lugar porque seguramente iba a morir y no podría soportar la muerte del último familiar que le quedaba y en segundo por que eso lo exponía morir también. Intentó razonar con su hermano, le dijo que huirían lejos y que nadie se enteraría, pero Pablo no escuchaba razones, su terror era tal que el estaba dispuesto a morir por la salvación de su alma. Marcos no sabía que hacer, no quería ver a s hermano menor morir, pero este estaba ya resuelto a entregarse, así que haciendo uso de sus conocimientos, sedó a su hermano para que se tranquilizara y así llegar a algo cuando estuviese más dispuesto a escuchar.

Pasaron cuatro horas hasta que Pablo se despertó. Marcos había reflexionado sobre lo que Pablo decía, era cierto que sus almas ahora estaban condenadas por lo que habían hecho. Eran brujos y asesinos. Y peor aún, no habían podido cumplir su cometido y ahora con la muerte de Gabriel, menos podrían hacerlo, por lo que Marcos entendió que ya no había nada que hacer. Iban a ser condenados a las llamas eternas y ni siquiera habían podido vengar a su madre, por lo que una vez despierto Pablo le dijo que concordaba con el, lo mejor sería ir y pedir por la salvación de sus almas. Si de todos modos iban a morir, mejor ser llevados al purgatorio que al infierno, pero no se atrevían a ir directamente, así que haciendo uso de tinta y papel, se denunciaron “anónimamente” por lo que había pasado. En menos de dos días ya tenían a la Santa Inquisición fuera de su refugio.

Los dos niños fueron llevados ante el Santo Tribunal donde contaron la historia de cómo habían matado a Gabriel con una vela envenada, omitiendo su intento de asesinar a Arturo, y diciendo que creían que el era el monje que había delatado a su madre hacía casi un año. El Tribunal escuchaba sorprendido la historia de aquellos dos niños y admiraban por un lado su osadía y por otro su valor de decir la verdad a tal grado de que, si bien iban a morir, no sufrirían torturas previas. Pero hubo algo que decidió su condena, el haber mencionado a su madre. El Tribunal preguntó quien era su madre y los niños se dieron cuenta de su error, el decir que eran hijos de una mujer que fue condenada por brujería los llevaría directo a la hoguera. Ellos no respondieron nada y los jueces volvieron a preguntar, pero al ver la negativa de los niños, los condenaron a sufrir el tormento para que dijeran la verdad sobre su madre. Los pobres niños, al oír el castigo rompieron a llorar pidiendo clemencia, mas los jueces habían tomado una decisión, serían torturados hasta que dijeran la verdad. Ambos niños fueron llevados a sufrir tortura ese mismo día.

Con solo mencionar que solo después de casi tres días de torturas y tormentos ambos niños dijeron que su madre había sido condenada por brujería, se imaginarán el precario estado en que los dos se encontraban. Pablo había perdido un ojo, todos sus dientes y tenía una mano rota. Marcos tenía un brazo quebrado en tres partes, llagas y heridas infectadas por todo el cuerpo y había perdido los dedos de sus pies. Y por ser hijos de una bruja serían llevados a la hoguera, lo que para ese momento, los dos niños veían como un milagro más que como un castigo. La muerte era mejor que seguir sufriendo.

30/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 15.

Capítulo 15

El día en que justamente faltaba un mes para que se cumpliera un año de la muerte de su madre, Pablo, aprovechando que los monjes estaban en misa, entró a la celda de Arturo y como era costumbre, cambió las velas que veía se estaban acabando, pero en vez de poner velas cualquieras, se podrá intuir que colocó en su lugar. Pablo sentía como su corazón latía fuertemente e incluso llegó a creer que lo descubrirían por el ruido de este, pero se apresuró a hacer el cambio y salir de ahí, mas al cerrar la puerta se encontró cara a cara con su tío que ya regresaba de la misa.

“Solo venía a cambiar las velas que se estaban acabando por velas nuevas para que nunca le falte luz” Dijo el pequeño Pablo con la mirada baja y con un sudor frío recorriéndole la espalda.

“Muchas gracias, Dios te lo pague.”

Arturo entró a su celda y Pablo se quedó afuera, temblando del miedo que le provocó aquella experiencia, pero pensó en que pronto llevarían a cabo la última parte de su plan y que cuando Arturo estuviese agonizante, lo atormentarían. El mismo se dijo que hasta ese momento se podía poner nervioso, pero que se controlara si no quería que lo descubrieran, así que Pablo siguió con sus deberes, esperando a que la noche cayera y que Arturo prendiera fuego a aquel veneno.

La noche llegó y Arturo prendió ambas velas para estudiar a su luz las Escrituras. Rápidamente empezó a sentir un ardor en la garganta y en los ojos que no se podía explicar, y en eso estaba cuando escuchó unos pasos fuera de su celda. Les estaba prohibido a los monjes salir a esas horas de la noche, por lo que salió a ver que sucedía.

“Hermano Arturo, disculpe lo moleste a esta hora, pero me he quedado sin velas. Ese muchachito que se supone debería haberlas cambiado no lo hizo y ahora no tengo luz en mi cuarto. Sería tan amable de darme una de las suyas?”

“Le daré ambas velas, yo se que usted, Hermano Gabriel, asiduo lector y estudioso de las Escrituras las necesita en este momento más de lo que yo las necesitaría en toda una semana, así que por favor, llévese ambas y continúe con sus estudios.”

Arturo nunca se enteraría de que acababa de salvarse de una muerte lenta y dolorosa, y en cambio, había condenado al pobre hermano Gabriel que apenas llevaba tres meses en el monasterio, a una de las muertes más horribles. Así pues, el hermano Gabriel al encender las velas en su cuarto, comenzó a sentir esos ardores propios del veneno, pero tampoco llegaba a explicarse que sucedía, mas no le importaba realmente, ahora si podía seguir leyendo aquellos textos prohibidos que había encontrado en la biblioteca. Le llamaba en especial uno que hablaba de herbolaria…

27/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 14.

Capítulo 14

El plan de Marcos y Pablo era el siguiente: Pablo ingresaría al convento pidiendo que le dieran algún trabajo o algo que hacer dentro e investigaría cual era la celda de su tío y una vez seguro, Marcos le daría una vela envenenada que pondría en la celda de Arturo y una vez que estuviese agonizando, torturarlo por medio de la culpa haciéndose pasar por enviados de Dios diciendo que ese era su castigo. Simple en teoría, difícil en práctica. En primer lugar, como envenenar una vela? Esta era una de las cosas que la anciana Genoveva le había enseñado a Marcos en sus ocho meses como aprendiz. Primero se toma una vela y con un trozo de metal caliente se derrite el centro para sacar el pabilo, el cual se impregna con algún veneno que se libere al ser quemado, como el de las hojas con que Marcos mató a la anciana, luego el pabilo se coloca de nuevo en su lugar y se rellena el agujero de la vela con cera. Así se envenena una vela. Así pues, Marcos y Pablo se dirigieron en primer lugar a lo que quedaba de su casa, la cual había sido destruida por la Santa Inquisición dos semanas después de la muerte de Irene, y ahí, utilizando las piedras que quedaban, construyeron un pequeño refugio donde pasar las noches y preparar lo necesario.

Una tarde, Pablo se dirigió al monasterio a pedir que le dejaran quedarse y que lo acogieran como un siervo, ya que no tenía a donde ir pero no tenía vocación de monje. Pablo fue aceptado y su primer trabajo fue el barrer los pasillos de todo el monasterio y mantenerlos limpios. Así, poco a poco se fue familiarizando con el monasterio hasta conocerlo como la palma de su propia mano, claro está que conocía perfectamente la ubicación de la celda de Arturo. Por las noches, robaba hogazas de pan que lanzaba por una ventana para que Marcos tuviese algo que comer, y una vez que Pablo se sintió listo para el siguiente paso, dentro de una de ellas metió un guijarro, señal que habían pactado con anterioridad que significaba que Marcos podía comenzar a hacer la vela envenenada. Esa misma semana a Pablo lo convirtieron en mandadero, dígase que podía entrar y salir del monasterio para comprar cosas que se necesitaran, y que mejor para poder ir por la vela al refugio de Marcos.

Marcos por su parte, hizo varias velas con distintas cantidades de veneno, pero no sabía cual sería la mejor por lo que decidió ponerlas a prueba, yendo a la posada donde hacía casi un año se habían hospedado y cambió varias velas por velas con veneno, las cuales tenían una marca diferente para saber que contenían cada una y esperó dos días, en los cuales se llegaría a consumir como máximo la mitad de la vela, y después podría elegir cual de todas era la más apropiada. En ese tiempo era común que la gente muriera en las posadas, ya que no era raro que los posaderos los mataran por su dinero, así que a nadie le extrañó la muerte de dos personas. Algunas de las velas causaban la muerte casi instantánea, otras no llegaron a matar a nadie pero si a hacerlos enfermar de gravedad y otras solo un ligero escozor en la garganta, así que Marcos se decidió por las que actuaban lento, pero eran letales para usar en contra de Arturo. Así, con las velas listas, se encontró con su hermano al cual le dio dos velas envenenadas, que se encargaría de ir colocando en la celda de su tío.

23/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 13.

Capítulo 13

Pablo había amarrado con una gran cuerda la puerta a uno de los barrotes de la única ventana que había en su pequeño cuarto para que Genoveva no pudiese abrirla, además de que se había desnudado por completo y con sus ropas cubrió la hendidura de debajo de la puerta para que el humo no entrara. Del otro lado de la puerta se escuchaba como Genoveva tosía, y al darse cuenta de lo que pasaba a vociferar e intentar salir de la habitación, luego intentó abrir el pequeño cuarto donde Pablo estaba, pero le fue imposible. El escuchaba como intentaba apagar las hojas pisoteándolas, pero cada vez se escuchaba más débil, ya que mientras dormía había respirado bastante humo. Después de unos momentos, ya no se escuchaban sus gritos y después oyó un golpe seco en el suelo. Marcos por su parte, seguía introduciendo hojas encendidas, aún cuando la anciana seguramente ya debiera estar muerta, quería asegurarse de ello, y no le preocupaba su hermano ya que lo había prevenido y le dijo que mantuviera su cara cerca de la ventana para así poder respirar aire fresco.

Pasaron quince minutos desde que Marcos inició a meter las hojas y creyó que con eso sería más que suficiente, así que salió de la casa y fue hacia la ventana del cuarto de Pablo. Le preguntó si estaba bien y el lo confirmó, así que Marcos le indicó que saliera de su habitación cubriéndose la cara con algo para no respirar los restos del humo, y le abriera la puerta para entrar y ayudarle a limpiar todo el desastre. Una vez abierto y ventilado el cuarto de la vieja Genoveva, los dos comenzaron a ordenar todo, limpiaron los restos de la ceniza de las plantas y acostaron a la vieja en su cama, para así dar la impresión de que ella había muerto por causas naturales y no hubiese ninguna sospecha en su contra. Marcos tomó lo que necesitaría para hacer el veneno con que mataría a su tío y los dos salieron de la casa arropados por la noche. Seguro que se preguntarán como un par de niños de no más de trece años podían tener un alma tan fría, pero el dolor y la ira pueden transformar a la más noble persona en un despiadado asesino.

Los dos hermanos comenzaron su viaje de regreso a San Martín de la Luz, el viento frío los hacía tiritar, pero al entrar en calor por la caminata se sintieron un tanto mejor. Como iban a pié, tardarían un día en llegar hasta su destino, pero iban bien preparados para cualquier cosa que les aconteciese, llevaban comida y agua, y ambos traían ocultos bajo sus ropas puñales que les servirían si necesitaban defenderse. Caminaron durante horas, los pies les dolían pero aún así continuaron caminando hasta que el alba comenzó a despuntar en el oriente. Se detuvieron y sentaron al pié de un árbol, donde comieron un poco de lo que traían y descansaron durante unas dos horas antes de volver a emprender su travesía. Aún cuando el cansancio amenazaba con dormirlos, el saber que pronto obtendrían su venganza les insuflaba nuevas fuerzas para seguir caminando. A eso de las dos de la mañana del día siguiente pudieron ver a lo lejos el caserío del pueblo, cosa que los llenaba de felicidad y al mismo tiempo de tristeza e impaciencia por llegar.

19/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 12.

Capítulo 12

Han pasado ya casi diez meses desde la ejecución de Irene. Arturo ha desistido completamente de la búsqueda de sus sobrinos después de meses sin resultado y se ha resignado, muy a su pesar, a pasar lo que le quedara de vida en el monasterio. Mientras tanto, Marcos y Pablo aún vivían en la casa de la anciana Genoveva, siendo Marcos ahora un gran conocedor de las artes ocultas. Aun cuando había pasado mucho tiempo desde la muerte de su madre, aún ambos hermanos tenían la idea de tomar venganza contra su tío Arturo, así que un día Marcos habló con la anciana y le dijo que era hora de que el volviera a arreglar los asuntos pendientes que tenía con su tío. Genoveva le respondió que ella le daba permiso de retirarse cuando el así lo deseara.

“Le agradezco en verdad sus enseñanzas y es hora de ponerlas en práctica. Mañana por la mañana regresaremos a nuestro pueblo y consumaremos el plan que tanto tiempo hemos planeado”

La anciana Genoveva le preguntó a Marcos porqué usaba los verbos en plural, que ella no iría a ningún lado, y Marcos le recordó que su hermano también deseaba tomar parte de la venganza contra su tío.

“Alfonso, eres un ingenuo si crees que dejaré que te lleves a tan buen ayudante como Martín, además, recuerda que el fue el pago por el que te vendí mis conocimientos y habilidades, y a menos que puedas devolvérmelos, no consentiré que te lleves a tu hermano a ningún lado.”

Marcos quedó atónito, no podía dar crédito a las palabras, si bien ciertas, que Genoveva le estaba diciendo. El no se iría a ningún lado sin su hermano menor, le había prometido a su madre que nunca iba a permitir que su hermano se separara de el pero ahora o se quedaba con la anciana o regresaba a San Martín de la Luz a cumplir su cometido. Bien podría regresar con la anciana, pero el quería continuar con su vida, no quedarse en aquel pueblo siendo señalado como brujo. Ahora tenía que ver como liberaba a su hermano, así que comenzó a idear alguna artimaña para poder huir juntos. Habló con Pablo y el también quería irse cuanto antes, mas la anciana ya había tomado sus precauciones, haciéndolo dormir todas las noches en un cuarto cuya única entrada daba hacia el mismo cuarto de Genoveva, así que era imposible que Pablo saliera sin que la anciana lo notara. Marcos pasó varios días esperando algún descuido de la anciana para así poder escapar, pero sabían que si se daba cuenta, probablemente los delataría, diría que le habían robado o inventaría cualquier cosa con tal de que los apresaran a ambos, por tanto, Marcos comprendió que aún pudiendo liberar a Pablo por la noche, en cuanto la anciana notara su ausencia, correrían peligro. Así que Marcos decidió matar dos pájaros de un tiro, haría uso de sus conocimientos para acabar con la anciana, así primero probaría si lo que había aprendido funcionaba y de paso eliminaba a esa anciana que representaba un obstáculo para seguir con sus planes.

Decidió una noche hacer uso de una hierba que según había aprendido, al quemarla liberaba un humo que rápidamente asfixiaba a quien lo oliera. Consiguió una enorme cantidad de aquella planta y una noche, habiéndole advertido a su hermano de lo que pasaría, trabó la puerta del cuarto de Genoveva para que no pudiese salir y por debajo de la misma, comenzó a meter ramas y hojas encendidas.

16/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 11.

Capítulo 11

“Como te has enterado de la existencia de esta hierba mocoso? No sabes acaso que es una de las plantas más peligrosas que se puede encontrar? Unas gotas del extracto de sus hojas y podrías matar a una cuadrilla de caballos entera. Además, para que querría un niño de tu edad un veneno tan poderoso?”

Marcos le contó la historia de su madre y como su tío la había condenado a la hoguera, y que ahora el quería tomar venganza. La bruja reía por la historia del niño mientras le decía que si de verdad quería que Arturo sufriera, no le diera ese veneno que lo mataría al instante, si no que debía darle otras cosas para que su muerte fuera lenta y dolorosa como si se estuviera quemando en la hoguera, diciendo esto último con un claro tono de ironía. Marcos le pidió que le mostrara como hacerlo, que el deseaba con toda su alma hacer sufrir a su tío como el había hecho con su madre, aún cuando su alma fuera condenada a las llamas del infierno por tales acciones. La bruja solo sonreía y aceptó enseñarle, pero el debía darle algo a cambio.Marcos no tenía nada más que su ropa y su caballo, así que ofreció en pago al caballo y todo cuanto traía encima, mas la bruja le dijo que lo que quería era a su hermano pequeño para tener de sirviente. Marcos se negó rotundamente y la bruja le preguntó que qué le era más importante, vengar a su madre o su hermano, que en todo caso, viviría bien con ella y no le faltaría nada. La bruja lo sacó del cuarto y le dio esa noche para pensarlo. Marcos salió dando tumbos del lugar y con el estómago revuelto por lo que acababa de sucederle, tan aturdido estaba que no notó que su hermano estaba junto a la puerta.

Pablo había escuchado toda la plática de la bruja y su hermano, y comprendía que si querían lograr su objetivo, el debería sacrificarse y así lograr que la anciana le enseñara sus artes a Marcos, por lo que el mismo decidió ofrecerse a la bruja la mañana siguiente, pero por lo pronto regresó a la cama. En la mañana Pablo salió y vio a su hermano dormitando sentado en el suelo del pasillo, seguramente se había quedado toda la noche en ese lugar, así que decidió no despertarlo. Fue a hablar con la bruja y le dijo que había escuchado todo y que se ofrecía voluntariamente para que aceptara instruir a su hermano. La bruja aceptó la oferta y fue a despertar a Marcos.

“Anda niño, el tiempo apremia. Levántate y sígueme para que te enseñe algunas cosas que te serán útiles para acabar con tu tío.”

Marcos se despertó y no entendía por que la bruja había cambiado de parecer, pero el estaba contento de escuchar aquello y como si el piso estuviera ardiente, se levantó de un brinco y siguió a la bruja la cual estaba saliendo ya de la casucha. Marcos le pidió unos minutos en lo que iba a despertar a su hermano, pero la bruja le dijo que no era necesario y señaló hacia el interior de la casa. Pablo estaba parado tras de Marcos y le dijo que el se había ofrecido para ser el ayudante de la bruja a cambio de que le enseñara a usar las hierbas. Marcos palideció y casi se desmaya al escuchar tal noticia.

12/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 10.

Capítulo 10

Marcos y Pablo hojeaban ese libro mientras los recuerdos se les agolpaban en la mente. Veían a su madre trabajando en el jardín, cortando hierbas y dándoselas a la gente en pequeños hatos, sembrando nuevas hierbas y arrancando maleza, también recordaban como a veces ella misma ingería algunas e incluso les daba a ellos. Así llegaron al capítulo final del libro, donde se hablaba de hierbas venenosas y otras que podían causar la muerte de aquel que las ingiriera. Leyeron el capítulo enterándose de cómo identificarlas y el modo en que podían ser aplicadas. Después de aquella lectura decidieron que su tío debería sufrir exactamente por lo que falsamente se le acusó a su madre, moriría envenenado. Los niños arrancaron algunas hojas del libro y salieron de la biblioteca. Finalmente dieron con su cuarto, guardaron las hojas entre sus ropas y se dispusieron a dormir pensando en como conseguirían aquellos ingredientes.

La mañana llegó, los niños salieron de su celda y se toparon frente a frente con su tío, el cual reconocieron por haberlo visto en la ejecución de su madre. El venía caminando por el mismo pasillo pero en dirección contraria, dirigiéndose hacia la capilla. Ellos temieron por un instante que se diera cuenta de quienes eran mas el simplemente les dio los buenos días y continuó su camino sin siquiera volver la mirada. Aliviados, Marcos y Pablo salieron del monasterio y fueron en busca de un caballo para poder ir al mismo pueblo donde sus padres habían ido en busca de las hierbas del jardín. Encontraron un establo y con lo que les restaba del dinero que su madre les había dado compraron un caballo. A todo galope fueron hasta aquel pueblito y  se dieron a la tarea de encontrar el mercado, donde seguramente alguien sabría donde conseguir lo que buscaban, pero una vez ahí, todos negaban saber de que hablaban y que aquellas plantas estaban prohibidas tanto para su siembra como para su venta. Incansables buscaron hasta que la noche llegó y tuvieron que buscar donde quedarse.

Encontraron una casucha por las orillas del pueblo y cuando iban hacia ella, varias personas les dijeron que ahí vivía una bruja y que no les convenía acercarse. Ellos sabían que si eso era cierto, esta era su oportunidad para obtener el veneno, así que fueron hasta la casa y llamaron a la puerta. Una anciana les abrió y les preguntó que hacían ahí. Ellos le repitieron la historia que habían utilizado anteriormente para obtener asilo en el monasterio; la anciana los dejó pasar y los llevó hasta un cuarto donde les dijo que podían dormir, ellos dieron las gracias y se acomodaron mientras la anciana se retiraba. Marcos decidió esperar hasta bien entrada la noche para ir a buscar algo que les sirviera, así que cuando su hermano se hubo dormido, el salió a ver si encontraba algo. Frente a el había otro cuarto, entró y encontró a la anciana haciendo un ritual extraño. La anciana, enfurecida por la interrupción del niño, lo tomó de un brazo y lo lanzó dentro del cuarto y asegurando la puerta para que nadie entrara. Marcos estaba aterrorizado y la anciana le hacía preguntas, ya que ella creía que eran espías del Santo Oficio y si era el caso, tendría que matarlos ahí mismo.

“No venimos a delatarla, venimos a pedirle nos de un poco de esta planta” dijo Marcos sacando una de las hojas del libro y dándosela a la anciana, que en cuanto vio de que planta se trataba, abrió los ojos como platos y se quedó callada.

11/11/11

Escrito en un papel roto.


Si tu, el que ve sin ver,
El que oye sin oír,
Que vive sin vivir.

Vivo tu cuerpo,
Muerta tu alma,
Muerto en vida.

Que desperdicias tu tiempo
Pensando en asuntos banales
Y sufriendo por tonterías.

Alivia tus penas
Mientras hueles una rosa
Y te dejas llevar por la corriente.

Tomate la vida en serio
Solo si ello lo amerita
Todo lo demás, déjalo fluir.

9/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 9.

Capítulo 9

La posadera no entendía como un par de niños vestidos con harapos podían tener tanto dinero, seguramente lo habían hurtado en la plaza mientras la gente veía a la bruja arder, pero a ella poco le importaba de donde venía el dinero, lo que le importaba era que se lo dieran, así que no tuvo problema en darles un cuarto para los dos. Los llevó hasta el fondo del lugar y les indicó donde podían pasar las noches que quisieran siempre y cuando, claro está, tuviesen dinero para pagar. Marcos le dio a la posadera el dinero correspondiente y junto con su hermano, entró a la pequeña habitación donde darían rienda suelta a su imaginación para idear como tomar medidas respecto a su tío. Los dos sabían bien que si le hacían algún daño y se encontraban pruebas en su contra, compartirían el destino de su madre, pero  tenían a su favor el hecho de que Arturo jamás los había visto y que solo sabía sus nombres, así que en primer lugar, ellos ya no usarían sus nombres de pila, de ahora en adelante se presentarían como Alfonso y Martín.

Lo que más querían los dos hermanos es que Arturo confesara que lo que hizo fue por codicia y no por buen cristiano, para que el también fuera sometido a castigo. Sabían que aún cuando confesara que el había sido el destinatario de la carta, no se haría nada en su contra ya que cumplió con su deber al denunciar a Irene, así que lo único que les quedaba es que salieran a la luz sus oscuros y verdaderos propósitos. Para ello, el pequeño Pablo pensó en que podrían hacerse pasar por fantasmas o espíritus que le hablaran por la noche. Marcos consideró la idea como un buen plan, solo que ahora tendrían que acercarse a Arturo para llevarlo a cabo. Salieron esa noche de la posaba y fueron al monasterio, tocaron las puertas insistentemente hasta que alguien les abrió.

“Disculpe lo molestemos a tan altas horas de la noche, pero necesitamos un lugar donde quedarnos. Yo soy Alfonso y el es mi hermano menor Martín, íbamos de camino a nuestro pueblo cuando la noche se comenzó a cernir sobre nosotros y como sabemos que estos rumbos por la noche son peligrosos decidimos buscar donde pasar la noche, pero como no tenemos dinero para pagar una posada, hemos venido hasta aquí buscando que nos den asilo.”

El monje les dijo que entraran y los condujo hasta una celda desocupada donde podían pasar la noche. Los dejó ahí y se retiró a la suya propia. Los hermanos esperaron hasta que ya no se escuchasen ruidos fuera de la celda y salieron a buscar la de su tío. Ellos no tenían ni idea de cual pudiera ser, así que fueron de celda en cela viendo si podían encontrar algo que les indicara cual era la que buscaban. Recorrieron todo el monasterio sin éxito y llegaron hasta la cocina de donde sacaron unos panes para comer. Luego, intentando regresar a donde ellos iban a pasar la noche dieron con la biblioteca del monasterio, entraron y prendieron algunas velas para verla mejor. Su madre les había enseñado a leer y escribir desde niños, así que bien podían entender los títulos de los libros que encontraban. Recorrieron el lugar y se toparon con un viejo libro cuyo título era: “Plantas y hierbas que los naturales usaban para curar sus males.” El título del libro enseguida les sonó a ambos y decidieron abrirlo. Ese era el libro que su infortunada madre había encontrado años atrás y que la había conducido a plantar todo aquello en su jardín.

5/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 8.

Capítulo 8

La rabia inundó a Arturo, caminó hasta la hoguera y atacó a su hermana. El sacerdote le gritó que se detuviera y varios soldados fueron a agarrarlo, y una vez arreglado ese asunto, se dio la orden de que se continuara con la ejecución y los verdugos encendieron la base de la pira. Mientras tanto Arturo se revolvía en los brazos de los soldados y veía como su libertad y su dinero se iban convirtiendo en humo frente a sus ojos, con su hermana muerta jamás podría dar con sus hijos, a los cuales ni siquiera conocía de vista y con ello se iría la posibilidad de salir del monasterio y vivir como según el merecía.  Ocultos entre la multitud y vistiendo unas humildes capas Marcos y Pablo, los hijos de Irene, veían a su madre ser consumida por las llamas.

Esos dos pequeños habían presenciado la muerte de su padre y ahora la de su madre. Sus corazones se habían endurecido y ahora eran de roca fría. Contrario a lo que su madre les había pedido, una vez que saltaron las paredes del jardín y escucharon los gritos de su madre, decidieron regresar ya que no podían soportar el huir así sin rumbo y con tanto dolor en su alma. Se encontraron con el jardín en llamas y desde lo lejos escucharon el discurso que Irene le dio a Arturo, enterándose así de la verdad y de cómo su tío había traicionado a su madre para apoderarse de sus riquezas. Y ahora que veían el fuego alzarse en el centro de la plaza, tomaron la decisión de vengar a su madre, pero para eso debían acercarse a su tío de algún modo. Ellos eran conscientes de que Arturo no los conocía e iban a aprovechar eso para poder llegar hasta el sin que se diera cuenta, pero todo requería un plan más elaborado.

Los dos niños se fueron de la plaza y se dirigieron a un lugar apartado.

“Pablo, tenemos que hacer algo para vengar a nuestra madre, que más que bruja era una santa que con sus conocimientos de herbolaria curaba a las personas y nunca causó más mal que no poder salvar a nuestro padre de morir. Ahora tenemos dinero suficiente para sobrellevar algunos días, pero pronto se acabará. Así que puesto que necesitamos acercarnos a nuestro infame tío, tengo la idea de hacernos pasar por pobres para que nos den asilo en el monasterio y ahí sabremos que hacer.”

El pequeño Pablo solo asintió con la cabeza y siguió a su hermano hasta una posada donde residirían hasta que las circunstancias fueran propicias para poner en marcha su plan.

Una vez consumida toda la hoguera, la multitud fue hacia la iglesia a recibir el bautismo y la comunión como habían recomendado los prelados, mientras que Arturo era llevado a su celda para que se tranquilizara, pero el estaba completamente cegado por la furia y la frustración de haber perdido la única posibilidad de dejar ese lugar y vivir como siempre había soñado.

2/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 7.

Capítulo 7

Irene fue juzgada dos días después y frente a las pruebas irrefutables de la carta donde confesaba lo que había sucedido y el haber encontrado un sembradío de hierbas en su jardín, fue condenada a morir quemada una semana después al medio día en la plaza principal. Esto se informó a todos los vecinos de San Martín de la Luz y se les dijo que fuesen a la iglesia a recibir nuevamente el bautizo y la comunión para así librarse de todo mal que la bruja Irene les pudiese haber causado al darles aquellas plantas del demonio. Y en cuando a sus pertenencias que se le iban a dar a Arturo, serían tomadas por la iglesia y su casa destruida ya que ahí se habían practicado actos impíos y como no habían hallado a los hijos, no había necesidad de que Arturo los educara y por tanto no necesitaba el dinero ni la casa. Arturo nunca pensó en aquel revés del destino y la sentencia lo hizo enfurecer, mas no podía decir nada ya que revelaría sus intenciones. Al final, Irene había tenido razón, sin sus hijos el nunca podría completar su propósito. Arturo tenía que encontrar a los niños si quería ganar su libertad, así que fue una noche a la cárcel de la Santa Inquisición y buscó a Irene.

“A donde los mandaste, infeliz”

Irene no respondía nada y Arturo siguió cuestionándola, pero Irene permanecía muda ya que sabía que si decía palabra, sus hijos estarían en riesgo. Así Arturo pasó toda la noche interrogándola pero sin obtener respuesta alguna por lo que, movido por la ira, mandó a que no se le diera de comer a la bruja porque según el la había encontrado en su celda haciendo conjuros en contra de los sacerdotes y blasfemando contra Dios. Y durante los días que Irene estuvo encerrada, Arturo bajaba por las noches para interrogarla prometiéndole que si hablaba le traería comida y agua, pero Irene prefería ser consumida por el hambre que dejar en las garras de su hermano a sus dos pequeños hijos.

Finalmente llegó el día de su ejecución y fue llevada a la plaza donde sería quemada públicamente. Los verdugos montaron la hoguera y la llevaron casi a rastras puesto que el hambre la había debilitado hasta que le era imposible mantenerse en pié. Cuando fue amarrada al poste, la gente que la conocía y que en algún momento había solicitado su ayuda ahora le insultaba y le lanzaba cosas. Arturo estaba desesperado, si Irene moría se llevaría a la tumba el paradero de sus hijos y el perdería la oportunidad por la que tanto había esperado, por lo que se decidió a tomar cartas en el asunto, y una vez que ya todo estaba listo interrumpió la ejecución.

“Paren todo esto! Esta bruja aún no ha revelado el paradero de sus hijos. Seguramente los ha de haber ocultado e instruido en la magia negra y volverán a tomar venganza de todos nosotros!”

Todo mundo guardó silencio.

“Ahora bien, bruja. Confiesa donde están tus hijos!”

Irene, por primera vez desde que fue apresada, habló con una determinación que nada, ni el mismo tormento del fuego, podría quebrantar.

“Si tanto te interesan, búscalos tu mismo.”

29/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 6.

Capítulo 6

El grupo de monjes llegó a la casa de la bruja y la vieron tirada en la calle, llorando desconsolada. El sacerdote que guiaba la caravana se le acercó y mostrándole la cruz le dijo que se le acusaba de practicar la brujería y envenenar a su esposo y por tales acusaciones sería sometida a un juicio por la Santa Inquisición, y en caso de hallársele culpable, sería condenada a arder en la plaza del pueblo y sus hijos serían cuidados y educados por su hermano Arturo, al cual también se le legaría su dinero y su casa. Ella pidió que tuviesen clemencia, que ella no había matado a su esposo y que no era bruja, pero el sacerdote sacó la carta donde confesaba su pecado y la leyó en voz alta. Ella enmudeció y entendió como se habían enterado. Su hermano la había delatado, aún siendo misma sangre la había condenado a muerte. Los monjes entraron a su casa y fueron directo al jardín donde ciertamente había un plantío de hierbas extrañas que seguramente la bruja utilizaba para sus conjuros. Y en nombre de Dios, haciendo uso de las antorchas que cargaban, prendieron fuego al jardín entero para quemar todas aquellas plantas malignas.

Mientras tanto, Arturo sentía una enorme satisfacción al ver a su hermana ser apresada y como le ponían unos grilletes tanto en manos como en pies. Y cuando pasó a su lado le susurró algunas cosas al oído: “Ahora me pertenece lo que por derecho es mío amada hermana y tu, arderás en el infierno, bruja.”

Irene enloqueció de rabia por aquellas palabras y casi logra soltarse de los monjes que la traían encadenada.

“Tu, traidor inmundo, como te atreves a dirigirme la palabra después de haberme hecho tanto daño. Tu, infeliz, que aprovechaste mi humilde y sentida confesión para tus malditos propósitos. Mi dinero está en aquel cofre y mi casa es toda tuya maldita víbora, pero jamás podrás poner uno de tus dedos sobre mis hijos, que ya han de haber llegado al otro extremo del pueblo montados a caballo, así que pase lo que me pase, tu nunca cumplirás por completo tu cometido, víbora maligna y ponzoñosa, mal hermano y mal cristiano, asqueroso Judas. Yo se que recibiré el perdón de Dios ya que el es el que me juzgará y sabe bien quien soy y lo que hice, mas en tu caso, ni Satanás te deseará en el infierno ya que tu codicia te ha llevado a matar a tu propia hermana. Pecador impío!” 

Los monjes la jalaron, la tiraron al suelo y la comenzaron a patear mientras le decían que como osaba hablarle así a un humilde servidor de Dios que nada había tenido que ver con su condena. Arturo no se movía, solo pensaba en lo que su hermana había dicho. Tal vez tenía razón y su alma ahora estaba condenada al infierno, pero al menos lo que le quedara de vida,  sería lo que el siempre quiso. Solo que tenía el problema de los niños, si Irene los había hecho huir, probablemente ellos sabían la verdad y que la carta había sido escrita para el, cosa que no sería buena que se revelara ya que habría pruebas de que su hermana había dicho cosas ciertas respecto a su codicia, así que tendría que buscarlos y encargarse también de ellos. Mas si se habían ido montados en caballo como Irene había dicho, seguramente ya estarían lejos y sería difícil dar con ellos. Pero el ya se preocuparía si se presentaba algún problema, mientras tanto, no podía esperar a ver a su hermana atada en la pira y poder disfrutar de todo lo que el soñó.

28/10/11

Poema a un amor fantasma.

Mi alma tornasolada
Grita desesperada,
Por alguien que la escuche
En medio de la noche.

¿De que color es ahora tu piel?
Ya que lejos de mi has estado
¿Seguirán siendo tus ojos de miel?
Ahora que tanto tiempo ha pasado.

Este frío que carcome mi cuerpo
Que destruye mis ojos cual cuervo,
Asesina mi pobre alma de colores
Y la llena de dolores.

Ni la muerte ni tu dios
Me harán decirte adiós,
Y aunque pierda la razón
Siempre estarás en mi corazón.

Y cuando la muerte decida llevarme
A su reino de tinieblas y difuntos,
Jura por siempre recordarme
Para así algún día volver a estar juntos.

26/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 5.

Capítulo 5

Irene dormía, cuando unos golpes secos en la puerta  de su casa la despertaron. Ella salió de su cama y fue a ver que sucedía. Preguntó quien era y que quería a tan altas horas de la noche.

“Señora Irene, soy la señora Rosario. Tiene que huir pronto de aquí, me he enterado que una comitiva de la Santa Inquisición viene hacia acá en pos de prenderla por brujería y asesinato de su esposo.”

Irene no podía creer lo que oía, como es que se había enterado la iglesia de aquellos sucesos si había reparado en tener el mayor cuidado y discreción respecto a la muerte de su esposo y el uso de las hierbas. Ella no le había contado a ninguno de los vecinos la verdad ya que sabía que la denuncia era inevitable si lo hacía. Pero ahora no importaba, tenía que huir de ahí a toda costa y salvarse ella y a sus hijos de una muerte segura en al hoguera, así que después de agradecer a la señora Rosario fue a despertar a sus hijos, los vistió, tomaron cuanto podían llevarse con ellos, incluyendo un cofre donde guardaba todas sus monedas y partieron, pero cuando iban caminando sigilosamente por las oscuras calles, vio como la calle se iluminaba poco a poco y la sombra de la cruz que la luz de las velas proyectaban sobre las paredes de las casas. No había a donde huir, su casa era el final de aquella calle y pasar desapercibida entre el grupo que se acercaba era imposible, así que armada de valor tomó a sus hijos y les habló al oído.

“Mis niños, mis pequeños, mi sangre. Esta noche es posible que yo sea juzgada por la muerte de su padre y tal vez condenada a la hoguera. Pero si algo he de hacer antes, siendo posiblemente lo último, es salvarlos a ustedes, mis ángeles. Entren a la casa, salten los muros del jardín, y corran, corran hasta el amanecer. No se detengan ni miren atrás. Busquen donde quedarse y si es que sobrevivo, los veré aquí en una semana y si no, que Dios los cuide a donde vayan y les consiga sustento y casa. Corran mis amores, corran antes de que los vean y sean apresados también.”

Tanto Irene como los dos pequeños lloraban, pero Irene sabía que dos niños, uno de trece años y el otro a penas de nueve merecían vivir y no tenían porque pagar culpas ajenas. Abrió el cofre, tomó una bolsa donde llevaba unas cartas, sacó estas y llenó la bolsa con monedas. Le dio esta bolsa a su hijo mayor y le pidió que cuidara de su hermano y nunca dejara que los separaran. Los tomó entre sus brazos y ya cuando los rezos y pasos se escuchaban resonando en la calle, los empujó y les ordenó que se fueran. Los hermanos entraron de nuevo a su casa, escalaron los muros del jardín y se fueron corriendo por el campo mientras lloraban y escuchaban a lo lejos los gritos de su madre pidiendo clemencia.

23/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 4.

Capítulo 4

Mientras se preparaba para ir a la misa de la mañana, Arturo fue interceptado por otro de los monjes: “hermano, he encontrado esta misiva con tu nombre escrito en ella y te la he traído para que la leas y veas que asunto es tan importante y secreto como para haberlo entregado de esta forma en vez de por medio de un criado o de frente.” Arturo dejó la carta dentro de su celda y no reparó en ella hasta la noche antes de dormir. La abrió y leyó en voz baja. No podía creer lo que en ella estaba escrito, su hermana había asesinado a su esposo usando hierbas que no solo se asociaban con curanderos, si no también con brujas. Que perfecta ocasión para vengarse! Ella sola le había entregado las armas para poder tomar medidas en su contra, pero no podía hacerla sospechar, por lo que le escribió diciendo que el comprendía que fue un terrible error y que pediría por su alma para que Dios la perdonara y envió dicha carta a su casa.

La fortuna al fin le sonreía a Arturo, ya tenía como vengarse de su hermana. La acusaría por brujería y usaría la carta como prueba irrefutable y confesión por parte de ella. Y una vez muerta, el pediría salir del monasterio para cuidar de sus sobrinos y así el sería libre además de que la fortuna de su hermana sería suya. Solo que el no podía ser el que entregara la carta, ya que si el la denunciaba, podría levantar sospechas que luego reclamara la custodia de sus sobrinos, así que tomó la decisión dejar la carta en otra habitación, tomando la precaución de tachar su nombre y con harto esmero, copiar la letra de su hermana y así escribir el nombre de otro monje. Al otro día, repitiendo lo que a el le habían dicho la mañana pasada, entregó la carta a otro monje, el cual la leyó y quedó horrorizado por lo que en ella ponía, así que inmediatamente fue a denunciar a Irene por brujería.

El rumor se esparció como pólvora dentro del monasterio y rápidamente se decidió que se tomarían medidas en contra de la bruja, sería quemada en la plaza del pueblo junto con su terrible huerto de hierbas demoniacas y sus hijos serían encargados a algún buen cristiano que se ofreciera para educarlos en la fe y hacerles ver el mal que pudieron haber recibido por parte de su aborrecible madre. Claramente Arturo fue el que se ofreció para llevar esto a cabo y como era el tío de aquellos dos niños, aún cuando jamás los había visto, le concedieron la gracia de ser el tutor de estos. Y así llegamos al inicio de esta historia, a aquella noche oscura que con su manto de oscuridad cubría las calles de San Martín de la Luz, oscuridad que era cortada por las antorchas que los monjes llevaban consigo mientras caminaban a la casa de Irene para aplicar la justicia divina sobre ella y sus plantas.

Arturo iba al final de la comitiva, riéndose entre dientes a sabiendas de que después de tantos años, el obtendría no solo lo que tanto anhelaba, también vería morir a quien se lo había arrebatado. Y podría decirse que moriría por propia mano, ya que ella había confesado su pecado a aquella persona que tantos rencores y odios tenía en contra suya.  

20/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 3.

Capítulo 3

Un día de aquellos, el señor Jerónimo cayó enfermo, tenía dolores en todo el cuerpo, fiebres altas y una tos horrible. Irene rápidamente fue a cortar hierbas de su jardín e hizo infusiones y ungüentos para su esposo, esto durante unos tres días, periodo en el cual Don Jerónimo ni mejoraba ni empeoraba. Mas a la cuarta noche, la fiebre volvió y ahora mucho más alta que antes. Irene en la desesperación cortó casi todas las hierbas que bajaban la fiebre y se las dio a su esposo, el cual por la calentura ni cuenta se daba de lo que pasaba a su alrededor. Dos horas después, Don Jerónimo murió por una intoxicación a causa de tantas hierbas que había ingerido. Irene y sus hijos sufrieron amargamente durante toda la noche la muerte de Jerónimo y a la mañana siguiente llamaron a todos los vecinos y sacerdotes para darle santo sepulcro a su amado esposo.

Ya en la misa de difuntos Irene fue llamada para hablar de la muerte de su esposo. Ella sabía que si decía algo sobre las hierbas pensarían que lo había envenenado, así que simplemente dijo que murió de fiebre. Jerónimo fue enterrado al costado de la iglesia esa misma tarde mientras la gente lloraba y se lamentaba por la muerte de aquel buen hombre. Después de terminada la ceremonia, varias personas cuestionaron a Irene el porque no usó las hierbas para salvar a su esposo y ella, recurriendo de nuevo a la mentira, dijo que Jerónimo en tal estado de fiebre y desorientación se negaba a beber las infusiones, aún cuando ella se las metía en la boca a la fuerza, él las escupía y tiraba los vasos al suelo. Así la pobre Irene se volvió una mujer viuda pero muy rica. Parte por la herencia, parte por la venta de sus plantas, que aún después de la muerte de su esposo no disminuyeron en lo más mínimo.

Pero la culpa corroía a Irene, ella sabía que si no hubiese usado aquellas plantas, posiblemente su esposo habría podido salvarse. Todas las noches soñaba con la muerte de Jerónimo y ella, como devota creyente, sabía que su alma estaba condenada a las llamas eternas por el asesinato de su esposo y por mentir a todos los feligreses y sacerdotes sobre las causas del deceso del mismo. Tenía la necesidad de contárselo a alguien mas no sabía a quien. Si se lo decía a alguno de sus vecinos, seguramente la voz se correría y creerían que intentó envenenarlos a ellos también. No tenía a nadie a quien confesarle su terrible secreto. Pero una noche mientras ella rezaba sus oraciones pensó en Arturo. A pesar de todo el era su hermano y ella creía que podía confiar en el, además de que era monje y santo. Mas él ya no aceptaba sus visitas, así que decidió enviarle una carta confesando todo y pidiendo que en su calidad de monje rezara por la salvación de su alma y el perdón de Dios.

Escribió su carta y de noche la dejó bajo uno de los portales del monasterio con el nombre de su hermano escrito por fuera para que aquel que la encontrara se la llevara.

15/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 2.

Capítulo 2

Irene era una mujer a la que siempre le había gustado leer, y un día de aquellos en los que visitaba a su hermano, pasó por la biblioteca del monasterio y halló un libro muy viejo donde se hablaba de las hierbas medicinales que usaban los antiguos indígenas. La curiosidad la llevó a leer de cabo a rabo el libro mientras tomaba nota de todo aquello que se decía. Así pues, llegando a su casa, se imaginó plantando cientos de hierbas distintas para curar cualquier mal que le aconteciese a ella, a su marido o a sus hijitos. Con esto en mente habló con su esposo Don Jerónimo y el, después de meditarlo unos días, le dijo que la ayudaría pero manteniendo todo en el más profundo secreto ya que aquellas cosas podrían ser vistas de mala manera.

Así un día soleado de Abril, Irene y Jerónimo salieron del pueblo y fueron a buscar una de aquellas pequeñas villas donde aún habitaban algunos indígenas y una vez ahí comenzaron a preguntar por las plantas que Irene deseaba conseguir. Después de un día agotador, la pareja llevaba consigo más de setenta especies diferentes de hierbas con propiedades curativas listas para ser plantadas en su amplio jardín trasero. Una vez en casa, ni tardos ni perezosos, plantaron aquellas hierbas según su uso. A la izquierda las que eran buenas para los cólicos, las enfermedades estomacales y de la garganta. A la derecha las que tenían el poder de bajar las fiebres, adormecer al que tenía insomnio y curar dolores donde fuese que los tuvieran. En el centro, hierbas que eran buenas para infusiones para beber o para oler, algunas comestibles y una que otra puramente ornamental. Y al fondo, ocultas, las que se decían podían enamorar a quien las tomara, las que traían dinero y las de la buena fortuna. Así pues, Irene ahora tenía un jardín que la proveería de los remedios necesarios para cualquier situación que se presentara en su casa.

Efectivamente Irene era una buena cristiana, pero no muy discreta, por lo que rápidamente sus amigas se enteraron de su fantástico jardín donde tenía la cura a todos los males habidos y por haber, las cuales también hablaron y así sucesivamente hasta que la mayoría del pueblo de San Martín de la Luz sabía de aquel plantío de remedios caseros. Todo esto llevó a que fuera común que mucha gente tocara sus puertas pidiendo alguna infusión, hojita o flor que los ayudara con tal o cual dolencia. Que si las muelas, que si el estómago, que si el niño lloraba mucho por las noches o la abuela no aguantaba los dolores propios de la edad. Así que Irene comenzó a vender, a disgusto de su esposo, remedios y fórmulas para todo tipo de enfermedades. Asimismo Irene se fue haciendo de una gran fortuna y una fama de ser una sabia herbolaria y curandera que tenía la solución a cualquier problema. Todo el pueblo en algún momento había recibido algún remedio o hierba de manos de Irene, y como todo era en busca de la salud, nadie tenía reparos en denunciarla por acciones prohibidas, al contrario, era recomendada por todo el pueblo e incluso alguno que otro sacerdote se llegó a pasear por su casa para comprar una cura para alguna enfermedad que tuviese o padecimiento que lo aquejara.

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