29/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 6.

Capítulo 6

El grupo de monjes llegó a la casa de la bruja y la vieron tirada en la calle, llorando desconsolada. El sacerdote que guiaba la caravana se le acercó y mostrándole la cruz le dijo que se le acusaba de practicar la brujería y envenenar a su esposo y por tales acusaciones sería sometida a un juicio por la Santa Inquisición, y en caso de hallársele culpable, sería condenada a arder en la plaza del pueblo y sus hijos serían cuidados y educados por su hermano Arturo, al cual también se le legaría su dinero y su casa. Ella pidió que tuviesen clemencia, que ella no había matado a su esposo y que no era bruja, pero el sacerdote sacó la carta donde confesaba su pecado y la leyó en voz alta. Ella enmudeció y entendió como se habían enterado. Su hermano la había delatado, aún siendo misma sangre la había condenado a muerte. Los monjes entraron a su casa y fueron directo al jardín donde ciertamente había un plantío de hierbas extrañas que seguramente la bruja utilizaba para sus conjuros. Y en nombre de Dios, haciendo uso de las antorchas que cargaban, prendieron fuego al jardín entero para quemar todas aquellas plantas malignas.

Mientras tanto, Arturo sentía una enorme satisfacción al ver a su hermana ser apresada y como le ponían unos grilletes tanto en manos como en pies. Y cuando pasó a su lado le susurró algunas cosas al oído: “Ahora me pertenece lo que por derecho es mío amada hermana y tu, arderás en el infierno, bruja.”

Irene enloqueció de rabia por aquellas palabras y casi logra soltarse de los monjes que la traían encadenada.

“Tu, traidor inmundo, como te atreves a dirigirme la palabra después de haberme hecho tanto daño. Tu, infeliz, que aprovechaste mi humilde y sentida confesión para tus malditos propósitos. Mi dinero está en aquel cofre y mi casa es toda tuya maldita víbora, pero jamás podrás poner uno de tus dedos sobre mis hijos, que ya han de haber llegado al otro extremo del pueblo montados a caballo, así que pase lo que me pase, tu nunca cumplirás por completo tu cometido, víbora maligna y ponzoñosa, mal hermano y mal cristiano, asqueroso Judas. Yo se que recibiré el perdón de Dios ya que el es el que me juzgará y sabe bien quien soy y lo que hice, mas en tu caso, ni Satanás te deseará en el infierno ya que tu codicia te ha llevado a matar a tu propia hermana. Pecador impío!” 

Los monjes la jalaron, la tiraron al suelo y la comenzaron a patear mientras le decían que como osaba hablarle así a un humilde servidor de Dios que nada había tenido que ver con su condena. Arturo no se movía, solo pensaba en lo que su hermana había dicho. Tal vez tenía razón y su alma ahora estaba condenada al infierno, pero al menos lo que le quedara de vida,  sería lo que el siempre quiso. Solo que tenía el problema de los niños, si Irene los había hecho huir, probablemente ellos sabían la verdad y que la carta había sido escrita para el, cosa que no sería buena que se revelara ya que habría pruebas de que su hermana había dicho cosas ciertas respecto a su codicia, así que tendría que buscarlos y encargarse también de ellos. Mas si se habían ido montados en caballo como Irene había dicho, seguramente ya estarían lejos y sería difícil dar con ellos. Pero el ya se preocuparía si se presentaba algún problema, mientras tanto, no podía esperar a ver a su hermana atada en la pira y poder disfrutar de todo lo que el soñó.

28/10/11

Poema a un amor fantasma.

Mi alma tornasolada
Grita desesperada,
Por alguien que la escuche
En medio de la noche.

¿De que color es ahora tu piel?
Ya que lejos de mi has estado
¿Seguirán siendo tus ojos de miel?
Ahora que tanto tiempo ha pasado.

Este frío que carcome mi cuerpo
Que destruye mis ojos cual cuervo,
Asesina mi pobre alma de colores
Y la llena de dolores.

Ni la muerte ni tu dios
Me harán decirte adiós,
Y aunque pierda la razón
Siempre estarás en mi corazón.

Y cuando la muerte decida llevarme
A su reino de tinieblas y difuntos,
Jura por siempre recordarme
Para así algún día volver a estar juntos.

26/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 5.

Capítulo 5

Irene dormía, cuando unos golpes secos en la puerta  de su casa la despertaron. Ella salió de su cama y fue a ver que sucedía. Preguntó quien era y que quería a tan altas horas de la noche.

“Señora Irene, soy la señora Rosario. Tiene que huir pronto de aquí, me he enterado que una comitiva de la Santa Inquisición viene hacia acá en pos de prenderla por brujería y asesinato de su esposo.”

Irene no podía creer lo que oía, como es que se había enterado la iglesia de aquellos sucesos si había reparado en tener el mayor cuidado y discreción respecto a la muerte de su esposo y el uso de las hierbas. Ella no le había contado a ninguno de los vecinos la verdad ya que sabía que la denuncia era inevitable si lo hacía. Pero ahora no importaba, tenía que huir de ahí a toda costa y salvarse ella y a sus hijos de una muerte segura en al hoguera, así que después de agradecer a la señora Rosario fue a despertar a sus hijos, los vistió, tomaron cuanto podían llevarse con ellos, incluyendo un cofre donde guardaba todas sus monedas y partieron, pero cuando iban caminando sigilosamente por las oscuras calles, vio como la calle se iluminaba poco a poco y la sombra de la cruz que la luz de las velas proyectaban sobre las paredes de las casas. No había a donde huir, su casa era el final de aquella calle y pasar desapercibida entre el grupo que se acercaba era imposible, así que armada de valor tomó a sus hijos y les habló al oído.

“Mis niños, mis pequeños, mi sangre. Esta noche es posible que yo sea juzgada por la muerte de su padre y tal vez condenada a la hoguera. Pero si algo he de hacer antes, siendo posiblemente lo último, es salvarlos a ustedes, mis ángeles. Entren a la casa, salten los muros del jardín, y corran, corran hasta el amanecer. No se detengan ni miren atrás. Busquen donde quedarse y si es que sobrevivo, los veré aquí en una semana y si no, que Dios los cuide a donde vayan y les consiga sustento y casa. Corran mis amores, corran antes de que los vean y sean apresados también.”

Tanto Irene como los dos pequeños lloraban, pero Irene sabía que dos niños, uno de trece años y el otro a penas de nueve merecían vivir y no tenían porque pagar culpas ajenas. Abrió el cofre, tomó una bolsa donde llevaba unas cartas, sacó estas y llenó la bolsa con monedas. Le dio esta bolsa a su hijo mayor y le pidió que cuidara de su hermano y nunca dejara que los separaran. Los tomó entre sus brazos y ya cuando los rezos y pasos se escuchaban resonando en la calle, los empujó y les ordenó que se fueran. Los hermanos entraron de nuevo a su casa, escalaron los muros del jardín y se fueron corriendo por el campo mientras lloraban y escuchaban a lo lejos los gritos de su madre pidiendo clemencia.

23/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 4.

Capítulo 4

Mientras se preparaba para ir a la misa de la mañana, Arturo fue interceptado por otro de los monjes: “hermano, he encontrado esta misiva con tu nombre escrito en ella y te la he traído para que la leas y veas que asunto es tan importante y secreto como para haberlo entregado de esta forma en vez de por medio de un criado o de frente.” Arturo dejó la carta dentro de su celda y no reparó en ella hasta la noche antes de dormir. La abrió y leyó en voz baja. No podía creer lo que en ella estaba escrito, su hermana había asesinado a su esposo usando hierbas que no solo se asociaban con curanderos, si no también con brujas. Que perfecta ocasión para vengarse! Ella sola le había entregado las armas para poder tomar medidas en su contra, pero no podía hacerla sospechar, por lo que le escribió diciendo que el comprendía que fue un terrible error y que pediría por su alma para que Dios la perdonara y envió dicha carta a su casa.

La fortuna al fin le sonreía a Arturo, ya tenía como vengarse de su hermana. La acusaría por brujería y usaría la carta como prueba irrefutable y confesión por parte de ella. Y una vez muerta, el pediría salir del monasterio para cuidar de sus sobrinos y así el sería libre además de que la fortuna de su hermana sería suya. Solo que el no podía ser el que entregara la carta, ya que si el la denunciaba, podría levantar sospechas que luego reclamara la custodia de sus sobrinos, así que tomó la decisión dejar la carta en otra habitación, tomando la precaución de tachar su nombre y con harto esmero, copiar la letra de su hermana y así escribir el nombre de otro monje. Al otro día, repitiendo lo que a el le habían dicho la mañana pasada, entregó la carta a otro monje, el cual la leyó y quedó horrorizado por lo que en ella ponía, así que inmediatamente fue a denunciar a Irene por brujería.

El rumor se esparció como pólvora dentro del monasterio y rápidamente se decidió que se tomarían medidas en contra de la bruja, sería quemada en la plaza del pueblo junto con su terrible huerto de hierbas demoniacas y sus hijos serían encargados a algún buen cristiano que se ofreciera para educarlos en la fe y hacerles ver el mal que pudieron haber recibido por parte de su aborrecible madre. Claramente Arturo fue el que se ofreció para llevar esto a cabo y como era el tío de aquellos dos niños, aún cuando jamás los había visto, le concedieron la gracia de ser el tutor de estos. Y así llegamos al inicio de esta historia, a aquella noche oscura que con su manto de oscuridad cubría las calles de San Martín de la Luz, oscuridad que era cortada por las antorchas que los monjes llevaban consigo mientras caminaban a la casa de Irene para aplicar la justicia divina sobre ella y sus plantas.

Arturo iba al final de la comitiva, riéndose entre dientes a sabiendas de que después de tantos años, el obtendría no solo lo que tanto anhelaba, también vería morir a quien se lo había arrebatado. Y podría decirse que moriría por propia mano, ya que ella había confesado su pecado a aquella persona que tantos rencores y odios tenía en contra suya.  

20/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 3.

Capítulo 3

Un día de aquellos, el señor Jerónimo cayó enfermo, tenía dolores en todo el cuerpo, fiebres altas y una tos horrible. Irene rápidamente fue a cortar hierbas de su jardín e hizo infusiones y ungüentos para su esposo, esto durante unos tres días, periodo en el cual Don Jerónimo ni mejoraba ni empeoraba. Mas a la cuarta noche, la fiebre volvió y ahora mucho más alta que antes. Irene en la desesperación cortó casi todas las hierbas que bajaban la fiebre y se las dio a su esposo, el cual por la calentura ni cuenta se daba de lo que pasaba a su alrededor. Dos horas después, Don Jerónimo murió por una intoxicación a causa de tantas hierbas que había ingerido. Irene y sus hijos sufrieron amargamente durante toda la noche la muerte de Jerónimo y a la mañana siguiente llamaron a todos los vecinos y sacerdotes para darle santo sepulcro a su amado esposo.

Ya en la misa de difuntos Irene fue llamada para hablar de la muerte de su esposo. Ella sabía que si decía algo sobre las hierbas pensarían que lo había envenenado, así que simplemente dijo que murió de fiebre. Jerónimo fue enterrado al costado de la iglesia esa misma tarde mientras la gente lloraba y se lamentaba por la muerte de aquel buen hombre. Después de terminada la ceremonia, varias personas cuestionaron a Irene el porque no usó las hierbas para salvar a su esposo y ella, recurriendo de nuevo a la mentira, dijo que Jerónimo en tal estado de fiebre y desorientación se negaba a beber las infusiones, aún cuando ella se las metía en la boca a la fuerza, él las escupía y tiraba los vasos al suelo. Así la pobre Irene se volvió una mujer viuda pero muy rica. Parte por la herencia, parte por la venta de sus plantas, que aún después de la muerte de su esposo no disminuyeron en lo más mínimo.

Pero la culpa corroía a Irene, ella sabía que si no hubiese usado aquellas plantas, posiblemente su esposo habría podido salvarse. Todas las noches soñaba con la muerte de Jerónimo y ella, como devota creyente, sabía que su alma estaba condenada a las llamas eternas por el asesinato de su esposo y por mentir a todos los feligreses y sacerdotes sobre las causas del deceso del mismo. Tenía la necesidad de contárselo a alguien mas no sabía a quien. Si se lo decía a alguno de sus vecinos, seguramente la voz se correría y creerían que intentó envenenarlos a ellos también. No tenía a nadie a quien confesarle su terrible secreto. Pero una noche mientras ella rezaba sus oraciones pensó en Arturo. A pesar de todo el era su hermano y ella creía que podía confiar en el, además de que era monje y santo. Mas él ya no aceptaba sus visitas, así que decidió enviarle una carta confesando todo y pidiendo que en su calidad de monje rezara por la salvación de su alma y el perdón de Dios.

Escribió su carta y de noche la dejó bajo uno de los portales del monasterio con el nombre de su hermano escrito por fuera para que aquel que la encontrara se la llevara.

15/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 2.

Capítulo 2

Irene era una mujer a la que siempre le había gustado leer, y un día de aquellos en los que visitaba a su hermano, pasó por la biblioteca del monasterio y halló un libro muy viejo donde se hablaba de las hierbas medicinales que usaban los antiguos indígenas. La curiosidad la llevó a leer de cabo a rabo el libro mientras tomaba nota de todo aquello que se decía. Así pues, llegando a su casa, se imaginó plantando cientos de hierbas distintas para curar cualquier mal que le aconteciese a ella, a su marido o a sus hijitos. Con esto en mente habló con su esposo Don Jerónimo y el, después de meditarlo unos días, le dijo que la ayudaría pero manteniendo todo en el más profundo secreto ya que aquellas cosas podrían ser vistas de mala manera.

Así un día soleado de Abril, Irene y Jerónimo salieron del pueblo y fueron a buscar una de aquellas pequeñas villas donde aún habitaban algunos indígenas y una vez ahí comenzaron a preguntar por las plantas que Irene deseaba conseguir. Después de un día agotador, la pareja llevaba consigo más de setenta especies diferentes de hierbas con propiedades curativas listas para ser plantadas en su amplio jardín trasero. Una vez en casa, ni tardos ni perezosos, plantaron aquellas hierbas según su uso. A la izquierda las que eran buenas para los cólicos, las enfermedades estomacales y de la garganta. A la derecha las que tenían el poder de bajar las fiebres, adormecer al que tenía insomnio y curar dolores donde fuese que los tuvieran. En el centro, hierbas que eran buenas para infusiones para beber o para oler, algunas comestibles y una que otra puramente ornamental. Y al fondo, ocultas, las que se decían podían enamorar a quien las tomara, las que traían dinero y las de la buena fortuna. Así pues, Irene ahora tenía un jardín que la proveería de los remedios necesarios para cualquier situación que se presentara en su casa.

Efectivamente Irene era una buena cristiana, pero no muy discreta, por lo que rápidamente sus amigas se enteraron de su fantástico jardín donde tenía la cura a todos los males habidos y por haber, las cuales también hablaron y así sucesivamente hasta que la mayoría del pueblo de San Martín de la Luz sabía de aquel plantío de remedios caseros. Todo esto llevó a que fuera común que mucha gente tocara sus puertas pidiendo alguna infusión, hojita o flor que los ayudara con tal o cual dolencia. Que si las muelas, que si el estómago, que si el niño lloraba mucho por las noches o la abuela no aguantaba los dolores propios de la edad. Así que Irene comenzó a vender, a disgusto de su esposo, remedios y fórmulas para todo tipo de enfermedades. Asimismo Irene se fue haciendo de una gran fortuna y una fama de ser una sabia herbolaria y curandera que tenía la solución a cualquier problema. Todo el pueblo en algún momento había recibido algún remedio o hierba de manos de Irene, y como todo era en busca de la salud, nadie tenía reparos en denunciarla por acciones prohibidas, al contrario, era recomendada por todo el pueblo e incluso alguno que otro sacerdote se llegó a pasear por su casa para comprar una cura para alguna enfermedad que tuviese o padecimiento que lo aquejara.

12/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 1.

Prólogo

Se dice que las malas hierbas nunca mueren, que por más que intentes acabar con ellas siempre crecerán otras. Es igual con la venganza. La venganza por más que se lleve a cabo, generará más venganza en un ciclo eterno de “ojo por ojo” donde al final, todos quedarán ciegos.

La codicia y la envidia son las semillas que pueden llevar a la gente a cometer los más terribles actos, desencadenando un espiral interminable de odios y rencores, que por más que se intente acabar con ellos, siempre permanecerán en los corazones de aquellas personas que creen que merecen justicia, justicia que probablemente lleven por mano propia.

Y así, como una mala hierba, la venganza, el odio y el resentimiento, por más que sea saciado por unos momentos, volverán a crecer eventualmente en el alma y el corazón de las personas.

Esta es una historia de venganza, de muerte, de codicia, de envidia y de odio. Esta es la historia de cómo la mala hierba del rencor siempre renace y ni siquiera el perdón y la resignación pueden sofocar completamente la semilla del odio que una vez sembrada, es imposible que muera.

Esta es la historia de Irene, una bruja inocente; Arturo, un monje codicioso; y un par de niños que buscarán venganza a toda costa.

Capítulo 1

Eran las tres de la mañana y por la calle iba un grupo de personas con velas liderado por un anciano que llevaba una gran cruz en sus manos. Iban a buscar a Irene, una mujer de 25 años que era una presunta bruja. Querían atraparla con las manos en la masa y por eso caminaban a tan altas horas de la noche, precisamente en la llamada “anti-hora”, donde los espíritus diabólicos y demás creaturas infernales salen a regocijarse y burlarse de la hora en que murió Jesucristo en la cruz. Iban recitando oraciones mientras se acercaban cada vez más a la casa de Irene. Pero quién… qué persona con mal corazón pudo haberla acusado de tal crimen? Siendo que Irene era de las mujeres más santas y puras de todo el pequeño pueblo de San Martín de la Luz. Fue Don Arturo, su hermano el que la acusó de brujería dos semanas atrás. Su motivo: la venganza y los celos.

Irene era la hermana mayor y la favorita de su padre, Don Mario. El siempre había tenido la ilusión de tener dos hijas, una que fuese madre y le diera nietos y otra que se abocara a la religión y que tomara los hábitos. Irene desde niña se veía que tenía vocación para ser monja, así que por obvias razones, la siguiente hija iba a ser la que continuara la línea de sangre. Pero el infortunio cayó sobre la familia y en vez de hija, hijo fue el fruto que la madre trajo a la tierra. El padre de Irene, como buen cristiano, aceptó el regalo de los cielos con gusto, mas el no le podría dar los nietos que el quería, no por alguna enfermedad o padecimiento, si no porque el señor quería asegurarse de que sus nietos lo fueran en realidad, no fuera a ser que su hijo Arturo, confiando en su esposa, terminara como un cornudo más.

“Hijos de mi hija, mis nietos. Hijos de mi hijo, quién sabe.” Siempre repetía Mario. Así pues, Irene tendría que ser la madre de sus nietos y Arturo, por complacer a su padre, debería volverse monje, mas Arturo no tenía la vocación de ser monje, el quería ser libre y disfrutar su vida como le placiera, pero su padre no le consentía otra vida que el estudio de las Santas Escrituras, por lo que Arturo tuvo que resignarse a su cruel destino. Así pues, Arturo vuelto monje e Irene vuelta madre de dos hermosos niños, fueron a visitar a su padre en su lecho de muerte para que el les diera sus últimos consejos. Y antes de que expirara le dio un pergamino a Irene el cual contenía su testamento. Este decía que ya que Arturo no necesitaba nada siendo monje, su mitad correspondiente, que no era poco dinero, sería donada a la iglesia e Irene podría conservar su mitad íntegra. Arturo fue consumido por la envidia, en primer lugar porque su hermana era libre y el no, y para rematar ahora ella era rica y el seguiría siendo pobre hasta su muerte.

Irene siempre se había compadecido de su hermano y al menos dos veces por semana iba a visitarlo al monasterio, pero después de haber recibido la gran herencia de su padre, Arturo ya no consentía sus visitas. Su odio hacia su hermana era tan grande que el solo verla o pensar en ella lo enfermaba. Poco a poco fue planeando su venganza. La libertad y el dinero que tenían Irene debieron haber sido suyos, ella era la que tenía vocación de monja, no él! Y si el no era libre ni rico, ella tampoco lo sería. Así que cada vez que estaba solo, maquinaba y planeaba como vengarse de su hermana que nada había hecho más que nacer mujer.

8/10/11

Eso Es.

¿Qué es si no ilusión? ¿Qué es si no deseo? Castillo en el aire, ideas sin fundamentos. Desilusión a cada paso, en cada esquina, en cada rincón. Querer sin ser querido. Eso es.

¿Qué es si no tristeza? ¿Qué es si no dolor? Sentir frío en el verano, sed rodeado de agua, soledad rodeado de gente. Eso es.

¿Qué es si no temor? ¿Qué es si no miedo? Hablar sin ser escuchado. Preguntar sin recibir respuesta. Eso es.

¿Qué es si no odio al hermano? ¿Qué es si no una guerra entre familias? Oscuridad en el día, noches sin sueño, estrellas sin brillo y una luna que no alumbra. Eso es.

[Adiós, adiós, no te veré más,
Libertad, amor y paz,
Adiós, adiós, no te veré más…]


¿Qué es si no un monstruo infantil? ¿Qué es si no un demonio de la vejez? Segundos de preocupación. Instantes de temor. Tiempo que duele al pasar. Eso es.

¿Pero, que es eso? Es la desilusión de un amor, es la frustración de un fracaso, es la tristeza de perder a un ser querido eso es… eso es todo y también es nada.

Tomado de un lugar recóndito que fue olvidado hace ya mucho...

5/10/11

Hablemos de escribir.

Veo que no he escrito nada filosófico en un tiempo, y eso me indica que no he encontrado ningún buen tema para debatir. No digo que no haya temas interesantes, solo que siento que no los puedo desarrollar como me gustaría. Acaso me estoy quedando sin ese toque mío de poder filosofar sobre casi cualquier cosa? No, no es eso, es que hay cosas que es mejor platicadas que escritas, como que al escribir las cosas se pueden interpretar de distintas maneras. Cada quien entiende lo que quiere entender o lo que tanto la forma en que está escrito, las palabras y los signos de puntuación nos sugieren.

El habla siempre será más poderosa que la escritura, tal vez más efímera, pero deja más claro las cosas. Por ejemplo, si yo escribo: “La vi y mi corazón comenzó a latir más fuerte”, muchas personas pensarán que estoy enamorado de “ella”, pero ahora lean la frase con un tono de misterio. Eso ahora sonará como que “ella” me daba miedo. Incluso podría ser una camioneta que se acerca a toda velocidad hacia mí y yo no me puedo mover, que se yo. Por eso el habla es más fuerte que la escritura, la entonación que damos nos da a entender mejor las cosas, además que si alguien no entiende puede preguntar y aclarar su duda, y no quedarse confundido sobre algo escrito.

Insisto, si escribo “Y entonces, a manos de su amado, murió apuñalada. Todo por la furia de haberla visto haciendo aquello.” Así escrito cada quien puede interpretar que es “aquello”, en cambio si estuviese hablando, probablemente me pedirían una explicación y yo les diría “Es que el amado la descubrió leyendo la Biblia y el era un musulmán extremista.” A que esa explicación no se les había ocurrido?

Pero lo bueno de la escritura es que perdura, lo que yo diga se irá flotando en el viento hasta que desaparezca, en cambio, si escribo algo, hay pruebas tangibles de eso que plasmé y que pueden perdurar por años o siglos. Además, volviendo a las interpretaciones, cada quien le puede dar el sentido que quiera a lo que lee, así pues, escribiré un párrafo de lo que se me venga a la mente y después daré una explicación acerca de el y verán si pensaron en lo mismo que yo o no.

“… ese sonido desgarrador sobrepasó el bullicio de la calle y todo se congeló alrededor de esa escena sobrecogedora. Verlo bajo las ruedas de aquel coche hizo que a todos los transeúntes se nos helara la sangre, y lo peor es que el golpe no lo mató, seguía sufriendo. Pobre criaturita, llorando desconsolada por el dolor que le causaban las quemaduras producto del calor del motor sobre su pequeño cuerpo! Fue cuando una señora se acercó llena de furia y adrenalina y empujó el coche para sacarlo para así evitar que sufriera más. Sobre el pavimento había marcas, no podíamos distinguir si era sangre, orina u otra cosa. El auto avanzó lentamente y todos nosotros lo seguimos con la mirada, unos con obvia rabia, otros solo con miradas incriminatorias. Así se alejó por la calle, marcándonos a fuego en la mente esa escena tan cruda. No supimos si la víctima se salvó o murió, solo sabemos que es algo que difícilmente olvidará…”

Pues, no se en que pensaron, pero yo relaté, tomando algunas cosas de mi imaginación, una experiencia con varios amigos: vimos como un taxista atropellaba a un perro, y como su dueña lo intentó salvar.

Así es esto de escribir, uno quiere plasmar algo que su alma le pide a gritos que lo exteriorice, mas es probable que nunca se dé a entender completamente, ya que cada quien le da un sentido diferente.

También está el asunto de los personajes y situaciones que aparecen en los escritos. Aún cuando yo sea el creador de aquello, muchas cosas no las puedo definir, porque sería interminable describir cada mínimo detalle de todo lo que sucede, incluso hablado es imposible, pero se puede preguntar y tener una idea mejor de lo que pasaba. Otro párrafo para que dejen volar su imaginación.

“…Di la vuelta en la esquina y me encaminé por la calle hasta su casa. Toqué el timbre y una señora salió a recibirme, supongo era su abuela porque su madre me conoce. Me preguntó que era lo que se me ofrecía y le dije que quería ver a Roberto, que me había enterado que ya había vuelto a casa y de verdad quería platicar con el como en los viejos tiempos. Ella me comentó que el había salido a comprar unas cosas y volvería en cualquier momento. Me invitó a pasar y una vez adentro me senté en uno de los sillones de la sala a esperar a que mi viejo amigo cruzara la puerta…”

Cada quien se imaginó como iba vestida la persona que fue a casa de Roberto, incluso se imaginaron si era hombre o mujer. También se imaginaron como era la calle, la casa por fuera, y la abuela. A que altura de la calle estaba la casa, y como era su interior, la sala y el sillón. A donde había ido Roberto y porque había tardado tanto en regresar a casa y que había ido a comprar. Yo me imagine mis propias cosas y ustedes las suyas. Yo pensé en un sillón de tres plazas cubierto con imitación cuero, no se que pensaron ustedes, lectores.

Me pregunto, como será Roberto para cada uno de ustedes, me pregunto como será la casa que pensaron. Grande? Chica? Azul? Con árboles enfrente? Como sonaba el timbre? Para mí siempre será un completo misterio. Y eso hace que mis personajes y mis situaciones, una vez plasmadas en papel, ya no sean mías, porque una vez leídas, pasan a ser del que leyó.

En fin, el habla es más poderosa, es más fácil dar a entender las cosas y si no, se pueden explicar, pero lo bello de la escritura es que hacemos nuestras las historias y las adornamos como nuestra mente se le dé la gana. La más maravillosa historia no existe hasta ser leída e imaginada.

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