Y el mundo se acabó de pronto…
La tierra rugió y se tragó todo lo conocido y cotidiano,
dejando sólo sombras que, lentamente, hemos intentado seguir para recuperar
aquellos viejos hábitos que se desvanecieron bajo el polvo de nuestra vida
diaria colapsando.
La bien montada obra de teatro se volvió una improvisación,
donde cada uno tuvo que elegir entre los múltiples papeles que de pronto se
ofertaban a diestra y siniestra, siendo que, inclusive el volverse espectador y
refugiarse en casa cumplía una función, permitiendo a los demás actores cumplir
con su rol en el caótico escenario que se presentaba ante todos.
Salimos a las calles a cumplir con el nuevo papel que
adoptamos lo mejor que pudimos o podemos, adaptándonos a los giros inesperados
de una trama totalmente desconocida.
Y poco a poco se acaba, tristemente, el colorido carnaval
dónde, como hormigas, vamos y venimos sin descanso, sin queja y sin reservas. Ahora,
los que podemos, intentamos regresar a los senderos conocidos sólo para darnos
cuenta de que nada jamás será igual, al menos no para nosotros, porque de
pronto, hubo un nosotros.
Los que nos preceden nos lo contaron, ellos también
enfrentaron el fin del mundo un día, pero hasta que nosotros lo vivimos entendimos
que la pérdida no sólo es de aquellos que lloran y extrañan, los que se
quedaron sin nada y sin nadie y los que tienen miedo. La pérdida es de todos,
aunque no todos sean conscientes de ello.
La vida como la conocíamos se derrumbó una tarde y, aunque
intentemos regresar a ella, no hay vuelta de hoja. Todos, unos más y otros
menos, perdimos algo, y lo que nos queda, son huellas y vestigios de un antes que ahora se ve tan lejano como si
de otro siglo se tratara.
Todo cambió aunque nada haya cambiado. Aún llueve y sale el
sol, aún hay plantas, viento, noche y aves cantoras. Aún se va a la escuela, al
trabajo, se toma el subterráneo y se toman cervezas. Aún nacen niños y niñas a
la vez que mueren personas, se compran frutas y queso, se camina y se pasea al
perro.
Y aun así, todo cambió.
Aquella vida pasada y conocida, como las capas geológicas,
quedará enterrada por el polvo y sedimento de una nueva vida que inició y que
ahora, tendremos que reconocer, explorar y hacer nuestra una vez más.
El mundo se acabó una tarde, pero nosotros construiremos
otro.
Dedicado especialmente
a todos y todas quienes lloran y extrañan,
sin poder siquiera imaginar su
dolor.
N.W.
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