3/6/21

Hasta el final [La generación del Apocalipsis VII]

He perdido toda esperanza. El futuro es claro, catástrofe, muerte, dolor. El tiempo se agotó, ya no hay marcha atrás.

Sabíamos lo que hacíamos, cientos de expertos en todos los campos lo han advertido desde hace décadas y quienes tienen el poder y los medios decidieron no escuchar. Claro, escuchar y hacer implicaba dinamitar desde dentro el sistema que les dio el poder y los medios en primer lugar, un balazo en el pie, no los culpo.

Desde abajo, con la gente, hicimos lo posible, pero no fue suficiente. Ya no hay tiempo, el futuro es inevitable.

Lo veo, como cada nuevo invento, nueva tecnología, nueva propuesta, termina integrándose al sistema, termina convirtiéndose en una nueva manera de acrecentar el poder y los recursos de unos pocos. No importa que tanto se intente, al final, la avaricia predomina y lo corrompe todo. Al final, siempre hay alguien, siempre hay alguien que quiera sacar provecho, a quien le gane el egoísmo, que mire desde arriba con desprecio, pisoteando a quien sea para obtener lo que desee. ¿Será acaso que ese es el principio y motor fundamental de todo? ¿Acumular? Acumular experiencias, acumular conocimientos, acumular recursos, acumular dinero, acumular amigos, acumular ideas, acumular parejas…

Lo intentamos. De verdad que sí. Dimos todo lo que teníamos que dar y, aun así, se necesitará un milagro, el futuro se viene sin posibilidad de detenerlo, pasamos el punto de no retorno. Ya no hay transición posible, solo colapso y crisis, brutal y salvaje, fuego que destruirá todo y a todos cuantos toque.

No me preocupa el futuro lejano. La humanidad como raza ha enfrentado cosas peores y salió adelante. La vida como fenómeno ha enfrentado cosas aún peores y también salió adelante. No, ese futuro lejano no me preocupa, estarán bien. Me preocupa este futuro cercano, este que sí o sí parece que nos va a tocar. Seremos quienes atraviesen esa crisis, la purga del sistema, la tormenta tras la cual vendrá la calma, el derrumbe de todo que dejará el campo listo para volver a construir. No, no me preocupa el futuro lejano, aprenderán de nuestros errores, lo harán mejor como nosotros lo hicimos mejor que nuestros ancestros. Me preocupa que seremos esos ancestros de los cuales aprender, esos errores catastróficos que no habrá que repetir.

Así como las muertas dieron a luz guerreras que están trayendo cambios profundos en nuestra sociedad. Así como los esclavos, con su sufrimiento, impulsaron las luchas que trajeron libertad. Así como el meteorito preparó el terreno para que los mamíferos tomaran la tierra. Así lo que se viene traerá un mundo mejor, eso es seguro, eso no me preocupa. No será en vano.

Lo que me preocupa es que hoy nos toca ser las muertas, los esclavos, quienes se extingan por el impacto celeste. Ese futuro cercano está ahí, a nada, y tendremos que enfrentarnos a él, con uñas y dientes, y nuestra sangre y llanto fertilizará la tierra para que nazcan nuevas flores, nuestras cenizas serán árboles y nuestros recuerdos, experiencias.

No hay marcha atrás. Se agotó el tiempo. Es inevitable. Nos va a tocar. Nos está tocando. Ya está pasando y no hay de otra.

Frente a este futuro-presente desolador, frente a esta desesperanza total, sólo me queda decir, que, si nos hemos de ir, que sea con la frente en alto. Demos pelea, hasta el último momento, sigamos trabajando, para que quienes reconstruyan tengan buenos cimientos, no paremos, no caigamos, no nos dejemos envolver por la indiferencia, por el instinto, por el “ya que”. Sí, ya que, ya valió, nos está tocando el incendio, se despedaza todo alrededor, pero no nos rindamos, sigamos, paso a paso, codo con codo bajo la tormenta de granizo, hasta el final, hasta que no quede ninguno. Si nos vamos, que sea una despedida digna de recordarse, que no se diga que no hicimos nuestra parte, que dimos todo y que aún así nos rebasó, pero que no escatimamos, que hicimos todo lo posible, lo que estaba en nuestras manos. No claudiquemos, hasta que la muerte nos arranque ese último suspiro y hasta ese último suspiro defendámoslo con arrojo y coraje.

No pudimos evitar el caos, no pudimos cambiar el curso, pero podemos ser la resistencia.

Espero, espero, que, si es hora de irnos, estén ahí. Yo estaré ahí hasta donde la vida me dé, acompañando a quien pueda, ayudando a quien pueda, haciendo lo que pueda. Ya no hay manera de evitar la catástrofe, sólo queda vivirla y atravesarla lo mejor que podamos. Cuentan conmigo, ahí estaré, hasta que no pueda más, hasta que no tenga fuerzas.

Porque, si me voy, si de verdad seré ese ancestro del cual el futuro lejano aprenderá lo que no hay que hacer, si de verdad seré parte de lo que el mundo tenga que quemar para darle paso a algo mejor y más bello, si de verdad me toca irme, me iré con honor.

¡Hoka hey!

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