¿Será que todavía vienes de visita a leer lo que escribo? Porque yo sé que lo hacías, me consta. No tengo duda alguna de ello.
Y si fuera así, ¿Me lo dirías? ¿Cómo saberlo? ¿Sabrías que
te estoy escribiendo a ti? ¿A tis? A tis, no a ustedes, a tis, porque no sé si te
escribo a ti o a otra persona o a una mezcla de varias que se funden en una
sola idea quimérica que se presenta con varios rostros.
Caramelo envenenado. Así te (o tes) nombré un día, porque me
encanta la metáfora.
Caramelo envenenado. Dulce potencialmente letal; antojo con
alta probabilidad de ser dañino; deseo inalcanzable, no por imposibilidad, sino
porque hacerlo sería negligente y tal vez estúpido.
Tal vez... Y no sé si quiero comprobarlo.
Pero sí se que transitas mis sueños, en tus múltiples
formas, porque eres tú y eres más personas, todas juntas en una misma idea. Un
deseo que clama por ser satisfecho de manera fugaz y puntual. Que tal vez un día regrese,
o que con una vez sea suficiente.
¿Será, si es que lees esto, que sepas que te escribo a ti? Y
si lo supieras, ¿me lo dirías? Me dirías que exagero, tal vez. Me dirías que
nunca va a pasar, tal vez. Me dirías que lo haga, tal vez. No lo sé. Y no sé si
quiero comprobarlo.
¿Qué haría teniéndote en mi boca? ¿Escupirte y salvar mi
alma? ¿Disfrutar del dulce sabor de la muerte? No lo sé. ¿Acaso tú lo sabes?
Te escribo esto con esperanza de que aún me leas. Para que sepas
que rondas los salones de mis recuerdos. Un fantasma que aparece de manera
recurrente. Un demonio que no logro exorcizar. Un ciclo que no termina de
cerrar. Una herida que no termina de sanar. O más bien, que quiero volver a
abrir.
¿Te llenaría de orgullo? ¿De vergüenza? ¿De rabia? Saber que
una parte de mí se niega a terminar de soltarte para que te hundas en el mar
del pasado y el olvido. Que me resisto a buscarte, esperando que seas tú quien llegue.
Porque sí, quiero. Quiero, pero sé que hay peligro. ¿Lo hay?
¿Y si solo es mi pensamiento catastrófico? Mi ansiedad y pesimismo. O es mi
experiencia y precaución. Tenue línea, casi imposible de discernir de qué lado
camina uno.
Espero nunca leas estas palabras. No sé que haría si lo
hicieras. Si lo haces y me dices que sabes que eres tú o tús. Si un día te
presentas a mi puerta asegurándome que no hay nada que temer, que estoy siendo
irracional, que me deje caer al vacío, a la oscuridad, esperando lo mejor.
Caramelo envenenado. Si estás leyendo esto, o si no, ya te lo
he dicho todo.