Pueblos de las Américas, de la del norte, la del centro y la del sur. La ibérica, la latina y la hispánica. Pueblos hechos de masacres y catástrofes, de amores prohibidos, de rebeldes e insurgentes, de flores, de aves, de frutas, de lenguas y cantos. De poemas y lágrimas, de guerras y bailes, de todos los colores de la tierra y del cielo.
Todos los continentes encontraron en este suelo un hogar, heredado, deseado, robado o impuesto. Defendido con las armas, con arengas, con tambores, con leyendas. Cimentado en la lucha contra la imposición y la destrucción del mundo. Tierra para encontrar la libertad arrebatada por las manos de quienes se creían superiores por su color de piel. Patria para construir un futuro lleno de esperanzas.
Pueblos hechos de todas las direcciones de la brújula, agua y fuego, vírgenes y nahuales, mezcla de mezclas, sacrificios humanos, tesoros enterrados, selvas impenetrables. Todas las telas, cerámicas, maderas e industrias. Minerales preciosos, tintes, esculturas, fósiles y montañas nevadas. Ámbar, copal, ranas y tormentas. Puertos protegidos contra los piratas, planicies ocupadas por ganado, sembradíos de coca y marihuana.
Somos todo, el mundo entero reunido, intentando hacerse uno de miles de partes. Eternos extraños en nuestra propia casa. Terremotos, volcanes y huracanes. Incontables nombres y realidades. Hijos e hijas de esclavos, viajeros, conquistadores y pueblos en resistencia. Cruce de caminos donde se aparece el diablo para tentarnos con maravillas. Sangre de inocentes, dictaduras, desaparecidos y campos fertilizados con huesos y llantos.
Somos la muerte que se ríe de los vivos y la vida que se ríe de la muerte. Intelectuales de todas las ciencias, hogar de telescopios, laboratorios, artistas, bosques de pinos y desiertos vetustos. Ancestros, fantasmas, niños durmiendo en la cima de los Andes. Creados en el horno del elitismo, racismo y machismo. Cuna del capitalismo.
Con padres ausentes, violencia y abandono. De madres y abuelas con estrellas en los ojos y tibieza en el pecho. Hechos del amor a la tierra, a los árboles, a la fe en un mundo mejor. De solidaridad en la desgracia, de fortaleza inacabable, de cansancio, miradas apagadas, arrugas en las manos, alimentos que reconfortan el alma.
Campo de pruebas del colonialismo y el imperialismo. Luchas por la libertad desconocida pero añorada. Caminantes sin rumbo, pero que andan sin detenerse. Agua fresca de manantial, mosquitos, serpientes, ceibas, añil, salinas y conchas marinas.
Donde el pasado remoto y el porvenir se tocan, palimpsesto de miles de historias olvidadas, mundos que no terminan de morir ni de nacer, quimera con cara de jaguar y ojos de obsidiana.
Pueblos de las Américas, de todas ellas. Donde la historia de la humanidad implosiona y se cierra sobre sí misma. Semillas y cadáveres. Mosaico y caleidoscopio. Permanente transformación de lo inmutable. Somos los que estuvieron y los que estarán. Somos todos los afluentes del río de la vida, singularidad, remolino y forja. Mestizos entre los mestizos, alebrijes, cuento polifónico, cadáver exquisito.
Calabazas, cacao y maíz.
Caballo, trigo, quinoa, venado.
Café, caña y bananos.
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Cuando lo que se expresa es odio, no hay libertad...