12/2/11

Un balcón, una botella, una pareja y un amor.

Esta historia es una creación conjunta de YagamiIon [su blog] y North Wind.Ella lo miró a los ojos y no pudo adivinar en que pensaba como acostumbraba a hacer pues dichos ojos cargaban una sombra que ni el mas profundo de los cariños podía atravesar. Ella se le acercó y lo estrechó fuertemente. "No te preocupes, saldremos de esta, como siempre lo hacemos" le dijo al oído, pero este se desembarazo de su abrazo y con una voz seca y cansina le dijo: "la salida solo es una trampa puesta para los necios e incrédulos". Ella se apartó y fue al balcón de la habitación y mientras contemplaba las luces de la ciudad, se preguntaba a si misma si todavía había alguna esperanza. Mientras tanto, el iba a la vinatera del mueble y se servía un prominente vaso de whisky. Podía sentir el calor del licor recorriendo su cuerpo mientras el escalofrío del temor le recorría la espalda.

Las estrellas brillaban y con su fulgor iluminaban las lágrimas que comenzaban a brotar de los hermosos ojos de Anastasia, ella sabía que no había otra opción. Ricardo estaba seguro de lo que debían hacer, era completamente necesario en ese momento, era algo a lo que no deseaba recurrir, pero las opciones, como la felicidad, se agotaban. Lentamente, Anastasia se acercó a Ricardo, "un último baile" le dijo suavemente, lo tomó de las manos y comenzó a tararear la melodía que bailaron el día de su boda. Este se sentía en una confusión completa, sabía que era la última vez que podría bailar así con su mujer y eso le hacía desear que no acabara nunca aquel ritual. Pero otra parte de el, insistía en que debía darse prisa en concretar su deber.

Lentamente fueron deteniendo su danza hasta quedar completamente quietos en el centro de esa habitación que los había visto dormir desde hace 15 años, y que lo haría esa noche por última vez. Ricardo se pasó una mano por el cabello mientras con la otra tomaba por la cintura a su adorada esposa, no sabía como decir lo que estaba pensando y sintiendo, se le revolvían las ideas y las palabras hasta que de sus labios surgió un sincero y tímido "lo siento", ella solo asintió con la cabeza mientras sus miradas se fundían la una con la otra. Los ojos azabache de Anastasia jamás habían brillado tanto y los de Ricardo expresado tanto amor hacia ella. Ambos solo podían pensar en la esperanza de encontrarse de nuevo, donde fuera, en otro momento, en otro lugar, en otro mundo... o en otra vida.

El se apartó de su amada y fue por dos copas llenas de agua y las colocó en la mesa que había en el balcón. Ella se acercó y de una de sus mangas sacó un frasco ambarino que brillaba a la luz de la luna, vertió su contenido en ambas copas, asegurando de ponerlo en cantidades equitativas para cada uno. Ricardo tomó su copa y Anastasia hizo lo propio, las chocaron levemente y se las acercaron a los labios cruzando los brazos. Ambos bebieron, y sintieron un inmediato escozor en la garganta. Entraron nuevamente a la habitación y se tumbaron sobre la cama con las manos entrelazadas. Podían sentir ya los efectos de aquella sustancia fatal, aquel dolor en los órganos, el reproche de los ácidos gástricos al entrar en contacto con tal cosa... pero sobre todo, se podían sentir mas unidos que nunca.

El dolor era cada vez más leve, sabían que el momento llegaría pronto. Les era casi imposible respirar, y en sus manos, podían sentir como el corazón del otro iba alentando su ritmo poco a poco. Era ya imposible pronunciar palabra alguno para los dos, pero no hacía falta, ambos podían ver lo que el otro pensaba y le respondían las mismas palabras con la mirada y el alma.

El alba comenzó a despuntar en el horizonte, y los rayos del sol arroparon a la pareja que yacía en la cama que, aunque muerta ya, el amor que entre ambos se profesaban estaba más vivo que nunca. Solo había una persona en todo el edificio que resentía la muerte de ambos, no era ni el chofer, ni la mucama, ni el cocinero ni la sirvienta. El que mas los extrañaría sería Gonzalito... el hijo de 3 años que ambos dejaron abandonado a su suerte…

1 comentario:

  1. Me recuerda a una obra de Emilio Carballido pero no me acuerdo de su nombre, luego te lo digo. Por cierto, muy bueno.

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Cuando lo que se expresa es odio, no hay libertad...

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