23/2/12

Ícaro.

Entonces el disco solar te lanza su fuego, lo sabes, tu cara ahora está cálida y una luz rojiza atraviesa la pared que tus párpados forman entre tus ojos y el mundo que te rodea.

Una nube pasa, tapa al disco solar.

Ahora no ves más que oscuridad en tus ojos, y sientes frío en la cara. El aire sopla y barre la nube.

Entonces el disco solar te lanza su fuego, lo sabes, tu cara ahora está cálida y una luz rojiza atraviesa la pared que tus párpados forman entre tus ojos y el mundo que te rodea.

A caso esto fue un déjà vu?

No lo sabes, pero  es hora de bajar la vista al suelo, a donde perteneces y de donde no debiste despegar.

Bueno, tal vez si debiste, pero sin emular a Ícaro.

No importa, una nube tapa el disco solar y sientes frío en la cara. Ahora puedes volar sin que tus alas de cera se derritan. El aire sopla y barre la nube.

Entonces el disco solar te lanza su fuego, lo sabes, tu cara ahora está cálida, pero ahora tus ojos ven tu sombra, proyectada en el piso.

Ves tus alas. Alas con las que pretendes volar de nueva cuenta. Claro, sin acercarte mucho al disco de oro que corona el cielo. No quieres volver a estrellarte contra la realidad.

Tal vez.

Lo piensas, tal vez sea mejor volar tan alto, que tus alas se desprendan, pero que el golpe que recibas sea tan fuerte, que simplemente no puedas volver a volar.

Sí, así es mejor, soñar y elevarse tanto que la caída te impida volver a hacerlo. Estarás muerto. 

Y así podrás soñar para siempre.

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