28/8/13

Carta de un idealista.

Yo no estudio una rama de las ciencias naturales o exactas, tampoco estudio nada que tenga que ver con la medicina, el derecho o la economía. Lo que estudio no me servirá para entender el funcionamiento del cosmos, para ganar un juicio, para descubrir la cura de una enfermedad o para volverme millonario. Yo, estudio una ciencia humana, una “disciplina” o incluso un arte. Mi campo de trabajo es la humanidad, su cultura y sus diversas manifestaciones.

Me han dicho, tanto familiares como amigos, profesores y colegas; que seré un culto muerto de hambre, que lo mío no es porvenir y que no tiene ningún beneficio. Que jamás encontraré trabajo, que nunca podré comprar una casa, que viviré como mantenido o que simplemente terminaré vendiendo piratería, baratijas o limosneando en el transporte público.

Muchos otros me han dicho que soy un idealista, que mis intenciones son inalcanzables e irreales. Que la humanidad nunca va a cambiar, tanto porque no se puede como porque la misma humanidad no quiere hacerlo. Que deje de soñar, que me evite la frustración de estrellarme con la realidad, que no vale la pena.

Otros me dicen que a menos que yo sea, y disculpará usted la expresión, un verdadero chingón que venga a romper paradigmas, establecer normas, resolver eternas encrucijadas y hacer un enorme revuelo, no tiene gran mérito nada de lo que haga; y aún cuando sea toda una eminencia, posiblemente se me reconocerá como tal cuando los gusanos terminen de devorar mis restos físicos.

Incluso, sin llegar a desprestigiar tan directamente mi elección, simplemente me han cuestionado mis motivos. Qué le vi de bueno, de que sirve, por qué eso y no algo más útil.

A todos aquellos y aquellas, hoy les respondo esa pregunta. Estudio lo que estudio por amor. Por amor, por pasión, incluso podría decirse que por hedonismo o una especie de onanismo mental. Amo lo que hago, y amo lo que estudio. Mis motivos van más allá del dinero o el reconocimiento. Cuando tomé la decisión de rehusarme a estudiar leyes o medicina, acepté conscientemente  el gran riesgo que corría, ese riesgo latente de no poder nunca cosechar los frutos de mi esfuerzo, y si llegase a hacerlo, que estos fuesen insignificantes.

No hago lo que hago porque quiera instaurar una nueva categoría en el premio Nobel, porque venga con la idea de revolucionar mi área de estudio o porque crea que yo podré arreglar todos los problemas que aquejan a la raza humana. No, claro que no, sin embargo no descarto la posibilidad de lograrlo.

Demasiada gente a mi parecer se empeña en -a mí y a mis colegas- cortarnos las alas argumentando que nos están bajando a la tierra, que nos están evitando los sinsabores y tristezas de lo que en verdad es nuestra sociedad, mas yo les pido que nos dejen volar. ¿Cómo podremos llegar a lo más alto si nuestras alas son reducidas a cenizas desde antes de siquiera despegar? ¿Cómo podremos llegar a las estrellas si no nos dejan añorarlas? ¿Cómo saber si nosotros éramos los que reconstruirían nuestro campo de trabajo desde los cimientos si no nos dejan intentarlo, si nos piden que desistamos de nuestros esfuerzos antes de emprenderlos?

En añadidura, aún cuando no seamos los padres de las teorías, tendencias y creencias futuras, nuestra cruzada no es en vano. Tal vez no podamos hacer la Magnum Opus de nuestros tiempos, el epítome de toda nuestra área de estudio, pero incluso nuestro esfuerzo, por insignificante que parezca, puede que ayude a mejorar la humanidad; aunque sea un poco, aunque sea a unos cuantos. Tiene igual o incluso tanto más mérito una playa conformada por miles de pequeños esfuerzos que una gran roca nacida de la epifanía de uno solo.

Yo soy un idealista consciente de serlo y que acepta, con todo lo que ello implique, la enorme tarea de buscar no un cambio, simplemente una mejora, por diminuta que parezca a primera vista, en mi entorno, en mi comunidad, en mis amigos o quizá simplemente en mis hijos. Quién sabe, tal vez sean nuestros sucesores quienes llegarán a las tan ansiadas respuestas últimas de nuestra era,  apoyándose en la pequeña semilla que un día les sembramos en el pensamiento y en el corazón.

Es esta posibilidad la que, finalmente, hace que sí valga la pena el esfuerzo.

Dedicado a todos los soñadores.
Viento del Norte.

Ciudad de México. 28 de agosto de 2013.

1 comentario:

  1. Eres un pequeño mapache idealista. :) No sabía lo que habías hecho de tu vida. ¿Qué pasó con meternos a físico-matemáticas? ¿O al área 5? Jaja. Los que estudiamos "humanidades y artes" quizás no comeremos perdices, pero viviremos felices. :D

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