Así como los otros dos, es resultado de duras semanas de cuestionamientos, incertidumbre y malestar. Este escrito, sin embargo, es sumamente extravagante, pero considero que resuelve los cuestionamientos de las dos partes anteriores. O tal vez sólo deja más interrogantes. No lo sé. Disculpen la redacción, son las cuatro de la mañana.
A través de una extraña serie de pensamientos e ideas llegué a una extraña conclusión: no deberíamos preocuparnos por una posible invasión alienígena dado que no existen razas guerreras con tal capacidad tecnológica.
Esto es porque una sociedad guerrera, necesariamente está en constante competencia y requiere de una sociedad desigual, dado que una raza que se dedique a conquistar sería una raza en la que sus individuos siempre quieren más, una raza insatisfecha permanente, y el deseo implacable de querer más y más siempre genera desestabilidad al interior. ¿Cómo lograr que aquellos que tienen menos no quieran más y se rebelen contra quienes sí tienen? Incluso si se lograra que absolutamente todos respondieran a un mando único, ¿Qué pasaría si éste muere? Lo mismo que un panal de abejas o una colonia de hormigas. Desaparecen. O en el caso de una raza más “avanzada”, ¿Cómo se establecería quién es el nuevo líder? ¿Cómo hacer que eso se respete y que nadie se rebele? ¿Qué hacer si no hay descendencia? Etc.
Al menos eso siempre ha sucedido con la raza humana. Sonará marxista tal vez, pero el colapso de muchos de los imperios y grandes civilizaciones se ha dado por el levantamiento de “las masas” quienes se rebelan contra aquellos que los gobiernan. Las causas de estas rebeliones son diversas, desde la falta de alimento por cuestiones climáticas, hasta el hartazgo social. Otra causa a sido la invasión por parte de otra gran “masa” que ha logrado imponerse sobre el supuesto poderío de dichas civilizaciones. Sin embargo, en ambos casos, dado que la desigualdad se mantiene, así como el constante deseo de tener más y más, es sólo cuestión de tiempo para que se de otra rebelión u otra invasión que reinicie el ciclo de nacimiento, auge y decadencia de todas las grandes sociedades que este mundo ha tenido.
Es entonces que una raza que está en constante guerra no puede llegar muy lejos. Claro, está el ejemplo de Estados Unidos, país que gracias a la guerra ha logrado llegar hasta donde está y, de hecho, las guerras han contribuido al avance tecnológico de la humanidad, no obstante, si no fuera porque se ha llegado a la “paz”, dichos avances tecnológicos no hubieran servido de nada. ¿De que serviría un cohete capaz de mandarnos a la Luna si la población del planeta hubiese sido aniquilada por una guerra nuclear durante la Guerra Fría? Una raza guerrera posiblemente se hubiese destruido a sí misma antes de siquiera lograr a un avance tecnológico tal que le permitiera conquistar otros mundos.
Ahora bien, ¿Y si la conquista se da por “necesidad de recursos”? Pues sería de esperarse que una raza lo suficientemente avanzada para llevar a cabo invasiones a nivel planetario, pudiera desarrollar vías alternas para asegurar su supervivencia. Además, ¿Para qué conquistar mundos poblados habiendo tantos mundos despoblados y recursos en el universo? ¿Cómo sería posible que se le diera prioridad al avance tecnológico sobre la satisfacción de las necesidades básicas de la especie, tales como alimento u otros recursos energéticos? ¿Cómo una civilización tan desarrollada llegaría al punto de ser insostenible y tener la necesidad de ir por ahí consumiendo mundos enteros?
Finalmente, una raza que se base en el egoísmo puro se sabotearía a sí misma ya que no se podría lograr la cooperación entre sus individuos. Los grandes avances se han logrado a partir de la cooperación, no la competencia. Regresando a la Guerra Fría, claro, había una lucha entre las dos grandes potencias de la época, pero si no hubiese sido por la colaboración de los integrantes de cada bando en búsqueda de un objetivo común, simplemente no se habría podido llegar tan lejos.
La única solución sería que todos sus integrantes pensaran como una unidad o fueran exactamente iguales. Podría ponerse como ejemplo a los hongos o las bacterias, sin embargo, sería increíble que un ser tan básico lograra complejizarse al grado de poder planear ataques o invasiones sobre otros. Si acaso, algo así podría extenderse como una pandemia, una plaga o algo similar, pero no como una conquista propiamente dicha.
En conclusión: o se logra cooperar entre todos o no se llega muy lejos. La desigualdad, la competencia y la lucha entre los individuos de una misma especie impedirían a la larga que se desarrollara lo suficiente para poder convertirse en una civilización conquistadora de mundos.
Volviendo a la humanidad, la única manera de asegurar nuestra supervivencia a largo plazo será cooperando entre todos y llegando a un estado de igualdad en dónde nadie quiera poseer o tener más que los demás, causando desestabilidad en el sistema. Y, desgraciadamente, el sistema en el que vivimos se sustenta precisamente en la desigualdad y la explotación, en el deseo y el egoísmo, lo cual invariablemente llevará a su colapso, y no lo digo yo, lo dicen los ambientalistas, los ecónomos, los antropólogos, los sociólogos, los filósofos…
Pero ¿No es la división desigual del trabajo lo que ha posibilitado el desarrollo tecnológico e intelectual de la humanidad? Al menos eso es lo que dice la teoría. El desarrollo civilizatorio de nuestra especie ha sido posible gracias a que una mayoría da de comer a una minoría que se dedica a pensar. Sin embargo, llegados a este punto donde podemos darnos cuenta de estas cosas, ¿Qué pasaría si absolutamente todos nos colaboráramos para procurar el sustento de todos? Tal como propone el gran anarquista Enrico Malatesta, si toda la sociedad dedica una pequeña parte de su tiempo a generar su sustento básico, tendría tiempo libre suficiente para cultivarse intelectualmente y disfrutar del tiempo libre.
Por otra parte, y aprovechando la tecnología con la que contamos actualmente, ¿Qué pasaría si lográsemos automatizar la producción de alimentos dando paso a que todos pudiésemos dedicarnos a otras cosas? Pero cuando digo “otras cosas”, no me refiero a ser obreros, a ganar dinero o demás, todo trabajo se podría automatizar. El dinero es una invención, no significa nada y, en todo caso, si nuestras necesidades básicas (salud, alimento, refugio…) estuvieran cubiertas, lo usaríamos sólo para alimentar nuestro ego. Si pudiésemos asegurar nuestro sustento sin necesidad de explotar al prójimo, todos podríamos dedicarnos a desarrollar nuestra tecnología, nuestro intelecto, el arte y la filosofía. Pero ¿Cómo organizamos una sociedad así? ¿Cómo evitamos el crimen y el caos? En un mundo donde la sociedad entera velara por el bien común, ¿Habría caos? En una sociedad donde todos tuviesen acceso a todo ¿Habría crimen?
Si no hemos resuelto el problema de la contaminación, por ejemplo, es porque hay quienes no quieren que se resuelva. Podemos vivir sin plástico, podemos vivir sin gasolina ni combustibles fósiles, la tecnología la tenemos. Puede que sea cara actualmente, pero ¿Si en vez de invertir en buscar pozos petroleros se invierten todos esos recursos físicos y humanos en abaratar los costos y aumentar la eficiencia de las energías limpias, los motores eléctricos y los empaques biodegradables? Si lo pensamos un poco, muchos, si no es que todos los grandes problemas del mundo se podrían resolver con un poco de voluntad y dejando de lado los intereses de unos pocos en función del bienestar de todos.
Si el socialismo o el anarquismo no han funcionado ha sido por el egoísmo de quienes lo practican.
Otro problema que podría presentarse es que, al tener “todo resuelto”, como dicen que sucede en países como Finlandia, podríamos llegar a un punto donde no tuviésemos motivación para seguir vivos. Pero ¿No nuestra curiosidad es insaciable? Ese ha sido una de nuestras características más importantes desde que los primeros homo sapiens pasearon por la sabana africana, sino es que antes. Nunca estaremos satisfechos, siempre habrá algo más que queramos saber, que queramos descubrir, manejar o entender y, si todos tuviésemos todo nuestro tiempo, o una gran mayoría de éste a nuestra disposición, así como el deseo de cooperar todos juntos ¿Hasta dónde no podríamos llegar? ¿Cuál sería el límite de nuestra capacidad inventiva?
Es entonces que regresamos a las razas invasoras. Considero que la única vía posible para desarrollar una tecnología tal que permitiera a una civilización extenderse por el cosmos es a través de la cooperación, la igualdad y la búsqueda del bien común, y habiendo un universo tan basto y lleno de recursos, no habría necesidad ni justificación para ir a invadir y destruir a otra especie ¿Para qué llevar muerte a otro planeta? Podría ser que, en cambio, buscásemos llevar “civilización” a las razas “primitivas”, ¿Tal como lo hicieron los colonizadores ingleses con África durante el siglo XIX? Lo dudo, ya que nos hemos dado cuenta de que lo más ético es dejar que dichos pueblos se desarrollen a su ritmo sin intervención. ¿Quiénes somos para determinar que es lo mejor para ellos?
Esto podría contribuir además a solucionar la paradoja de Fermi, donde se contrapone la altísima posibilidad de que exista vida inteligente en el universo con la falta de evidencia que hay de ella. ¿Para qué una raza avanzada nos contactaría? Puede que sigamos siendo una especie demasiado “primitiva” para poder detectarlos. Tal vez nos vean como una raza de guerreros sin futuro, peligrosa y que no valga la pena contactar. Tal vez saben de nosotros, pero prefieren no intervenir en nuestro desarrollo como especie, al fin y al cabo, ¿Quiénes son para venir a “civilizarnos”? O tal vez, finalmente llegaron a un estadio de sabiduría tal que no estén interesados en establecer relación con nadie más.
Para concluir… Retomo el título y la idea de la primera parte. Para ser viejos y sabios, primero debemos ser jóvenes y estúpidos y sobrevivir a nuestra propia estupidez. Ya está la meta puesta, falta averiguar cómo llegar a ella, a una sociedad cooperativa, igualitaria, solidaria, donde todos tengamos la capacidad y voluntad de desarrollarnos como especie sin anteponer los intereses personales, llegando tan lejos como el tiempo y el espacio nos lo permitan.
Eso, o la extinción.
Somos la generación del apocalipsis.
Me parece muy original tu propuesta de blog para expresar tus opiniones e inquietudes. Respecto a los alienígenas y su posible y probable existencia, tengo mis dudas; a diferencia de mi papá, el cual cree a pie juntillas en la existencia de pleyadianos, grises y otras razas. Si hubiera habido extraterrestres en otros tiempos es bastante improbable que los haya en estos tiempos presentes, pues por las distancias estelares es imposible que sus planetas de origen continúen existiendo. Por otra parte, considero que con los más de 7,000 millones de habitantes no se haya dado cuenta de su existencia una parte considerable de la humanidad. Todos los relatos sobre su existencia los remite la Ufología a la década de 1950 a 1970, en tanto que en la década presente se ha desarrollado una narrativa sobre las características físicas de los extraterrestres, extrapolando los rasgos de seres humanos deformes en ciertos hallazgos arqueológicos, que me permito poner en duda. No obstante, dada la probabilidad de vida (no necesariamente parecida a la humana) me inclino a pensar que aquélla existió o existe en alguna parte del universo inaccesible a nuestro conocimiento y alcances tecnológicos. Respecto a la cooperación, ésta ha sido uno de los ideales de los filósofos de casi todas las épocas, en especial del Romanticismo. Me da gusto que todavía haya jóvenes románticos como tú y siento nostalgia por las ideas de fraternidad que alguna vez abrigué en mi corazón. Pero, la realidad es muy dura, y me ha hecho cambiar. Sólo me queda la esperanza de que las nuevas generaciones no claudiquen y den la batalla en todos los ámbitos. Saludos y un abrazo fuerte, Fxxxx Chucumatanes (ya vez como no se me ha olvidado).
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