Se nos acabaron las excusas para no ver, para voltear hacia otro lado.
El mecanismo del mundo se ha detenido, exponiendo lo que la velocidad y el movimiento ocultaban, difuminaban. Las grietas estaban ahí, y no pocos habían reparado en ellas. Pero muchos más habían decidido ignorarlas, negarlas. Ya las repararán los que vienen, los del futuro.
Se nos acabaron los pretextos para justificar, para defender lo indefendible.
Hoy la desigualdad reluce, brilla sin que podamos negarla. Hoy vale más un cartón de huevos que un café a sobreprecio. Y no es que no fuera así antes, sólo que se nos había olvidado.
Salen comunicados de gente innecesariamente rica suplicando por ayuda, mientras los que nunca han tenido quien les ayude, se arman de valor, listos para enfrentar la vida una vez más.
Se nos acabaron las excusas para no escribir, para no reflexionar.
Un ser microscópico, si es que podemos llamarle ser (exquisiteces de la biología) ha puesto en jaque a quienes se decían invencibles, a quienes se decían fuertes.
Peleamos contra un fantasma, contra el viento que se nos escapa de entre las manos.
Se nos acabaron los pretextos para olvidar, para borrar el pasado.
O al menos eso decimos hoy, a cinco meses que inició esta historia, allá lejos, en una ciudad de la que no sabíamos nada de este lado del Pacífico y que de pronto saltó a los titulares en todos los idiomas.
Pero las catástrofes y desgracias, como la que nosotros vivimos en el 2017, pareciera que se terminan olvidando, se terminan borrando. Una vez que la rueda comienza a girar, los colores se mezclan y se pierden una vez más.
Pero es que hoy, hoy, hoy, es el mundo entero. Menos de 10 países se han salvado y, no obstante, también están experimentando las consecuencias.
Se nos acabaron las excusas para negar lo innegable, para admitir lo inadmisible.
Marc Augé dijo, hace tiempo, que habíamos llegado al fin de la prehistoria de la humanidad y que era tiempo de la Historia de la humanidad. De la humanidad como un todo, como raza planetaria. Se acabó la historia fragmentada, es hora de la Historia total.
Tal vez, ese día llegó hoy. Empezó en diciembre del 2019, pero, como las lluvias que se convierten en inundaciones, nos dimos cuenta hasta que el agua nos llegaba ya hasta los tobillos.
Ese día fue el día en que inició La Historia.
Se nos acabaron los pretextos para no hacer cambios, para conservar la inmovilidad.
Tal vez, hoy, hoy, hoy, el día que inició la Historia, no sea el día que inicie la gran Revolución. Tal vez aún falta tiempo. Pero, hoy, hoy, hoy, ha empezado a llover.
Hoy, se nos acabaron las excusas y los pretextos.
Ahora sólo falta esperar la inundación.
Publicado originalmente en Desencuentros, cuentos al revés.
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