7/12/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 16 y 17.

Capítulo 16

Arturo fue directamente a reponer sus velas, por lo que Pablo jamás se dio cuenta de que las velas que había en la celda de su tío no eran las que debían estar y mucho menos se daría cuenta de que las velas del cuarto de Gabriel lo matarían en cuestión de días. Algo le parecía extraño, su hermano le había dicho que el veneno haría efecto casi inmediatamente y vería a Arturo enfermo, pero el se veía completamente normal. Tal vez era que el veneno se encontraba más abajo en la vela o algo así, por lo que Pablo solo se dedicó a esperar a que llegara el momento de actuar. Marcos también se sentía extrañado, su hermano aún no le había dicho que su tío había caído enfermo, el suponía que tal vez la dosis aún no era lo suficientemente alta como para que se notara, o que se había equivocado de velas y le había dado unas normales, fuese lo que fuese, lo peor que podía pasar es tener que hacer más.

Gabriel por su parte, cada día se sentía peor. Su cuerpo le dolía y las noches se las pasaba tosiendo e incluso llegó a toser sangre con el correr de los días. El atribuía esto a sus lecturas prohibidas y pensó que era un castigo de Dios, por lo que regresó los libros que había tomado y cada noche dormía hasta tarde leyendo las Escrituras, esperando así que Dios lo perdonase por haber estudiado textos profanos. Gabriel murió a los cinco días. Se le encontró tirado en el piso de su celda, con su cabeza en un charco de sangre que provenía de su boca y nariz. Los monjes supusieron que fue víctima de tuberculosis por lo que nadie se atrevía a limpiar la celda, así que usando a Pablo de chivo expiatorio, lo mandaron a limpiar la sangre y sacar todos los objetos del cuarto. Pablo fue, rezando por no contagiarse, a limpiar toda la celda y una vez que hubo terminado, comenzó a sacar todo lo que en ella se encontraba. Cuando tomó las velas notó una marca casi imperceptible en la base de estas. Pablo dejó caer todo lo que tenía en las manos y completamente aterrorizado salió del cuarto.

El resto del día Pablo dijo que se sentía indispuesto y se quedó en su habitación. La culpa de haber matado a un monje inocente era enorme, no solo por haberlo matado en sí, si no que para el haber matado a un monje era un pecado peor que haber matado a su tío que a su parecer lo merecía. Pablo estaba seguro de que ardería por el resto de la eternidad en el infierno si no buscaba el perdón de Dios, por lo que decidió entregarse el mismo a la Santa Inquisición, rogando por clemencia y que se le absolviesen sus pecados, aún cuando esto significara que lo mandaran a la horca por asesinato. Mientras que no lo condenaran a la hoguera por hereje y brujo, lo que fuese que se dictara para el era ganancia. Una noche salió del monasterio y fue a hablar con su hermano. Le contó como el estaba completamente seguro de haber colocado las velas en el cuarto de su tío y que por algún motivo aparecieron en el de Gabriel, que había muerto a causa del veneno. Le dijo que la culpa de haberlo hecho era demasiado grande y que se pensaba entregar al Santo Oficio para purgar sus culpas, aún cuando fuese condenado a muerte. Marcos no podía creer lo que oía, seguramente su tío los había descubierto o tenía un pacto con el diablo, pero no entendía como se pudo haber salvado de morir. Y ahora, veía como su hermano iba directamente a su muerte y posiblemente la suya propia, porque un niño de nueve años que sufra el tormento de la Santa Inquisición es fácil que hable y claro, la posibilidad de que contara que el había hecho las velas, condenándolo a muerte también, era casi segura.


Capítulo 17

Marcos no podía dejar que su hermano se entregara, en primer lugar porque seguramente iba a morir y no podría soportar la muerte del último familiar que le quedaba y en segundo por que eso lo exponía morir también. Intentó razonar con su hermano, le dijo que huirían lejos y que nadie se enteraría, pero Pablo no escuchaba razones, su terror era tal que el estaba dispuesto a morir por la salvación de su alma. Marcos no sabía que hacer, no quería ver a s hermano menor morir, pero este estaba ya resuelto a entregarse, así que haciendo uso de sus conocimientos, sedó a su hermano para que se tranquilizara y así llegar a algo cuando estuviese más dispuesto a escuchar.

Pasaron cuatro horas hasta que Pablo se despertó. Marcos había reflexionado sobre lo que Pablo decía, era cierto que sus almas ahora estaban condenadas por lo que habían hecho. Eran brujos y asesinos. Y peor aún, no habían podido cumplir su cometido y ahora con la muerte de Gabriel, menos podrían hacerlo, por lo que Marcos entendió que ya no había nada que hacer. Iban a ser condenados a las llamas eternas y ni siquiera habían podido vengar a su madre, por lo que una vez despierto Pablo le dijo que concordaba con el, lo mejor sería ir y pedir por la salvación de sus almas. Si de todos modos iban a morir, mejor ser llevados al purgatorio que al infierno, pero no se atrevían a ir directamente, así que haciendo uso de tinta y papel, se denunciaron “anónimamente” por lo que había pasado. En menos de dos días ya tenían a la Santa Inquisición fuera de su refugio.

Los dos niños fueron llevados ante el Santo Tribunal donde contaron la historia de cómo habían matado a Gabriel con una vela envenada, omitiendo su intento de asesinar a Arturo, y diciendo que creían que el era el monje que había delatado a su madre hacía casi un año. El Tribunal escuchaba sorprendido la historia de aquellos dos niños y admiraban por un lado su osadía y por otro su valor de decir la verdad a tal grado de que, si bien iban a morir, no sufrirían torturas previas. Pero hubo algo que decidió su condena, el haber mencionado a su madre. El Tribunal preguntó quien era su madre y los niños se dieron cuenta de su error, el decir que eran hijos de una mujer que fue condenada por brujería los llevaría directo a la hoguera. Ellos no respondieron nada y los jueces volvieron a preguntar, pero al ver la negativa de los niños, los condenaron a sufrir el tormento para que dijeran la verdad sobre su madre. Los pobres niños, al oír el castigo rompieron a llorar pidiendo clemencia, mas los jueces habían tomado una decisión, serían torturados hasta que dijeran la verdad. Ambos niños fueron llevados a sufrir tortura ese mismo día.

Con solo mencionar que solo después de casi tres días de torturas y tormentos ambos niños dijeron que su madre había sido condenada por brujería, se imaginarán el precario estado en que los dos se encontraban. Pablo había perdido un ojo, todos sus dientes y tenía una mano rota. Marcos tenía un brazo quebrado en tres partes, llagas y heridas infectadas por todo el cuerpo y había perdido los dedos de sus pies. Y por ser hijos de una bruja serían llevados a la hoguera, lo que para ese momento, los dos niños veían como un milagro más que como un castigo. La muerte era mejor que seguir sufriendo.

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