Capítulo 16
Arturo
fue directamente a reponer sus velas, por lo que Pablo jamás se dio cuenta de
que las velas que había en la celda de su tío no eran las que debían estar y
mucho menos se daría cuenta de que las velas del cuarto de Gabriel lo matarían
en cuestión de días. Algo le parecía extraño, su hermano le había dicho que el
veneno haría efecto casi inmediatamente y vería a Arturo enfermo, pero el se
veía completamente normal. Tal vez era que el veneno se encontraba más abajo en
la vela o algo así, por lo que Pablo solo se dedicó a esperar a que llegara el
momento de actuar. Marcos también se sentía extrañado, su hermano aún no le
había dicho que su tío había caído enfermo, el suponía que tal vez la dosis aún
no era lo suficientemente alta como para que se notara, o que se había
equivocado de velas y le había dado unas normales, fuese lo que fuese, lo peor
que podía pasar es tener que hacer más.
Gabriel
por su parte, cada día se sentía peor. Su cuerpo le dolía y las noches se las
pasaba tosiendo e incluso llegó a toser sangre con el correr de los días. El
atribuía esto a sus lecturas prohibidas y pensó que era un castigo de Dios, por
lo que regresó los libros que había tomado y cada noche dormía hasta tarde
leyendo las Escrituras, esperando así que Dios lo perdonase por haber estudiado
textos profanos. Gabriel murió a los cinco días. Se le encontró tirado en el
piso de su celda, con su cabeza en un charco de sangre que provenía de su boca
y nariz. Los monjes supusieron que fue víctima de tuberculosis por lo que nadie
se atrevía a limpiar la celda, así que usando a Pablo de chivo expiatorio, lo
mandaron a limpiar la sangre y sacar todos los objetos del cuarto. Pablo fue,
rezando por no contagiarse, a limpiar toda la celda y una vez que hubo
terminado, comenzó a sacar todo lo que en ella se encontraba. Cuando tomó las
velas notó una marca casi imperceptible en la base de estas. Pablo dejó caer
todo lo que tenía en las manos y completamente aterrorizado salió del cuarto.
El
resto del día Pablo dijo que se sentía indispuesto y se quedó en su habitación.
La culpa de haber matado a un monje inocente era enorme, no solo por haberlo
matado en sí, si no que para el haber matado a un monje era un pecado peor que
haber matado a su tío que a su parecer lo merecía. Pablo estaba seguro de que
ardería por el resto de la eternidad en el infierno si no buscaba el perdón de
Dios, por lo que decidió entregarse el mismo a la Santa Inquisición, rogando
por clemencia y que se le absolviesen sus pecados, aún cuando esto significara
que lo mandaran a la horca por asesinato. Mientras que no lo condenaran a la
hoguera por hereje y brujo, lo que fuese que se dictara para el era ganancia. Una
noche salió del monasterio y fue a hablar con su hermano. Le contó como el
estaba completamente seguro de haber colocado las velas en el cuarto de su tío
y que por algún motivo aparecieron en el de Gabriel, que había muerto a causa
del veneno. Le dijo que la culpa de haberlo hecho era demasiado grande y que se
pensaba entregar al Santo Oficio para purgar sus culpas, aún cuando fuese
condenado a muerte. Marcos no podía creer lo que oía, seguramente su tío los
había descubierto o tenía un pacto con el diablo, pero no entendía como se pudo
haber salvado de morir. Y ahora, veía como su hermano iba directamente a su
muerte y posiblemente la suya propia, porque un niño de nueve años que sufra el
tormento de la Santa Inquisición es fácil que hable y claro, la posibilidad de
que contara que el había hecho las velas, condenándolo a muerte también, era
casi segura.
Capítulo 17
Capítulo 17
Marcos
no podía dejar que su hermano se entregara, en primer lugar porque seguramente
iba a morir y no podría soportar la muerte del último familiar que le quedaba y
en segundo por que eso lo exponía morir también. Intentó razonar con su
hermano, le dijo que huirían lejos y que nadie se enteraría, pero Pablo no
escuchaba razones, su terror era tal que el estaba dispuesto a morir por la
salvación de su alma. Marcos no sabía que hacer, no quería ver a s hermano
menor morir, pero este estaba ya resuelto a entregarse, así que haciendo uso de
sus conocimientos, sedó a su hermano para que se tranquilizara y así llegar a
algo cuando estuviese más dispuesto a escuchar.
Pasaron
cuatro horas hasta que Pablo se despertó. Marcos había reflexionado sobre lo
que Pablo decía, era cierto que sus almas ahora estaban condenadas por lo que
habían hecho. Eran brujos y asesinos. Y peor aún, no habían podido cumplir su
cometido y ahora con la muerte de Gabriel, menos podrían hacerlo, por lo que
Marcos entendió que ya no había nada que hacer. Iban a ser condenados a las
llamas eternas y ni siquiera habían podido vengar a su madre, por lo que una
vez despierto Pablo le dijo que concordaba con el, lo mejor sería ir y pedir
por la salvación de sus almas. Si de todos modos iban a morir, mejor ser
llevados al purgatorio que al infierno, pero no se atrevían a ir directamente,
así que haciendo uso de tinta y papel, se denunciaron “anónimamente” por lo que
había pasado. En menos de dos días ya tenían a la Santa Inquisición fuera de su
refugio.
Los
dos niños fueron llevados ante el Santo Tribunal donde contaron la historia de
cómo habían matado a Gabriel con una vela envenada, omitiendo su intento de
asesinar a Arturo, y diciendo que creían que el era el monje que había delatado
a su madre hacía casi un año. El Tribunal escuchaba sorprendido la historia de
aquellos dos niños y admiraban por un lado su osadía y por otro su valor de decir
la verdad a tal grado de que, si bien iban a morir, no sufrirían torturas
previas. Pero hubo algo que decidió su condena, el haber mencionado a su madre.
El Tribunal preguntó quien era su madre y los niños se dieron cuenta de su
error, el decir que eran hijos de una mujer que fue condenada por brujería los
llevaría directo a la hoguera. Ellos no respondieron nada y los jueces
volvieron a preguntar, pero al ver la negativa de los niños, los condenaron a
sufrir el tormento para que dijeran la verdad sobre su madre. Los pobres niños,
al oír el castigo rompieron a llorar pidiendo clemencia, mas los jueces habían
tomado una decisión, serían torturados hasta que dijeran la verdad. Ambos niños
fueron llevados a sufrir tortura ese mismo día.
Con
solo mencionar que solo después de casi tres días de torturas y tormentos ambos
niños dijeron que su madre había sido condenada por brujería, se imaginarán el
precario estado en que los dos se encontraban. Pablo había perdido un ojo,
todos sus dientes y tenía una mano rota. Marcos tenía un brazo quebrado en tres
partes, llagas y heridas infectadas por todo el cuerpo y había perdido los
dedos de sus pies. Y por ser hijos de una bruja serían llevados a la hoguera,
lo que para ese momento, los dos niños veían como un milagro más que como un
castigo. La muerte era mejor que seguir sufriendo.
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