19/3/12

El Ajedrecista.

Él es un novato en el ajedrez, es un novato comparado con los grandes expertos, en especial con el maestro de maestros, al que simplemente se le conoce como “El Ajedrecista”. Sin embargo el novato cree que es tan hábil como para vencer a quien se le oponga, ya que ha desarrollado sus propias técnicas, jugadas y estrategias que cree que le dan ventaja sobre los demás que aprendieron a través de clases y no por medio de la experimentación.

El novato es un autodidacta, él no ha seguido libros ni cursos, él solo se ha dado una idea de lo que es jugar ajedrez, de hecho ni siquiera sabía como mover las piezas en un principio, fue a partir de regaños y observaciones que aprendió a hacerlo. Y eso es lo único que comparte con los demás, el movimiento de las piezas. Todo lo demás él lo diseñó a partir de la práctica.

Con esto en mente, el novato se inscribió en un concurso de ajedrez, uno donde sabía que El Ajedrecista estaría entre los participantes. Quería ver si sus tácticas eran tan buenas como él creía.

Los primeros enfrentamientos, contra personas que habían simplemente leído libros o tomado cursos en línea fueron rápidos. Él los vencía de forma casi inmediata ya que no hacía movimientos estándar. Pasó a las siguientes rondas, los siguientes niveles de competencia.

Se enfrentó a los que habían tomado clases y que practicaban bastante, y aún así, después de un tiempo, los derrotaba. Ellos no entendían sus movimientos al parecer completamente ilógicos, sacrificando a la reina, dejando desprotegido al rey, jugando con peones, etc. Al no entender esas jugadas tan extrañas, los competidores se confundían y no sabían que hacer al respecto, terminando por finalmente equivocarse y caer.

Llegó a competir con los maestros del ajedrez y también los venció. Aún cuando ellos tenían años de experiencia, se enfrascaban en ese juego lógico y bien planeado que se supone es el ajedrez, por lo que los movimientos erráticos del novato los hacían creer e idear próximos movimientos “lógicos” que podría hacer el novato. Lástima que él jugaba a su modo.

Finalmente el novato se enfrentaría al maestro de maestros, al Ajedrecista. La gente se aglutinó entorno a la mesa, era una pelea digna de verse. Colocaron sus piezas en el tablero. El Ajedrecista le concedió las blancas y empezaron a mover. El novato estaba confiado, ya había vencido a mucha gente con su técnica y esperaba poder vencer a este nuevo oponente. Comenzó por descubrir la torre derecha.

Murmullos por todas partes, los demás jugadores los veían y planeaban posibles movimientos futuros y estrategias. “…y finalmente, después de que mueva el peón para comerse al caballo que ataca a la reina, podría hacer jaque mate…” Planes a futuros muy lejanos, basados en pensamientos cuadrados y lógicos. Sin ninguna base además del peón de la torre derecha, que ahora estaba un cuadro adelante.

Entonces, le tocó al Ajedrecista mover. Descubrió el caballo de su izquierda. Silencio sepulcral. Ese movimiento no había sido previsto por nadie de entre el público “Qué pretende? Shhh!! Cállate, él es el mejor y sabe lo que hace…” Todos estaban tan atónitos que nadie notó como el novato palidecía. Se había dado cuenta que su juego estaba perdido y que era inevitable el jaque mate.

“Pero, como… como supo lo que yo iba a hacer… pero se supone que nadie conoce mi técnica, que estoy libre de pensamientos y jugadas preconcebidas y que muevo a mi gusto… cómo es que él supo mis movimientos aún antes de que los hiciera?”

El Ajedrecista solo volteó a ver al novato con una sonrisa. También sabía que ya había ganado el juego.

Pero el novato pensó, “Bueno, toda esa jugada se acaba de arruinar… pero que tal si ahora que cree que haré algo, puedo hacer otra cosa completamente distinta y tal vez así logre confundirlo y volver a ser dueño del juego.” Así que movió el caballo izquierdo. Ahora estaba frente a la torre. Volteó a ver al Ajedrecista y le devolvió la sonrisa, estaba seguro que ahora no sabría que hacer.

Peón de la reina al frente.

El novato estuvo a punto de lanzar el tablero por el aire. Ahora tenía otra jugada arruinada. Tal vez si ahora lo hacía creer que seguiría con esa misma y de pronto cambiara a una diferente, podría sacar ventaja.

Peón del alfil izquierdo dos cuadros.

Alfil negro un cuadro, ahora estaba frente al caballo.

El novato había llegado a su límite. El Ajedrecista había predicho su primera jugada, luego la segunda aún cuando era distinta y ahora la tercera cuando había querido hacerle creer que iba continuar con la anterior para cambiar de repente a otra.

El novato había perdido, ya no había forma de recuperarse, así que después de esos tres movimientos “al azar” tiró su rey. Sabía que hiciera lo que hiciera, El Ajedrecista conocía sus movimientos, aún cuando estos nadie los conocía. No por nada era el maestro de maestros.

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