6/3/12

El príncipe de Normandía.

Basado en un escrito en una lengua extraña sobre una pared lejana en el tiempo…

En su castillo de arena, el príncipe de Normandía estaba en el balcón, donde veía como el oro celeste se fundía con el azul terrenal. Estaba a la orilla del litoral, escuchando el aullido del viento, el estruendo de las olas.

La marea subía, pero el solo veía al oro desaparecer, tragado por la infinita cuenca de agua. Los caballos de espuma comenzaban a relinchar y a arremeter contra las murallas de su morada, sin embargo no le importaba.

El príncipe de Normandía sabía que su casa se derrumbaría, que no había tiempo, que tenía que huir, pero no le importaba, ya habría tiempo de preocuparse por esas cosas. Primero habría de satisfacer su deseo de ver el Sol morir.

Mientras los grandes trozos de mampostería, estatuas y candelabros caían a su alrededor, el príncipe solo se concentraba en el atardecer, hasta que finalmente el balcón cayó al mar, y él se hundió, siendo lo último que vio, el destello final del disco solar.

Sabía que era tarde, que no había nada que hacer, moriría. Se tardó. Se entretuvo en deseos banales en vez de salvar su vida, pero al menos, se hundió con una sonrisa, y con ese último brillo dorado que iluminó sus ojos.

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