Cuando uno está enfermo y le dan
la opción de: tomar durante dos semanas pastillas o jarabes o tres días de
inyecciones, la mayoría opta por las pastillas. Es natural, no nos gusta el
dolor. Por eso preferimos estar dos semanas tomando remedios, pastillas y
jarabes de sabores si no horribles, al menos poco agradables. Y no sólo eso,
los jarabes y pastillas a veces causan problemas en el estómago, riñones o
hígado, que se resuelven con más medicamentos. Pero si fuésemos menos temerosos
y nos consiguiésemos una buena almohada para morder mientras nos inyectan, de
forma más rápida, eficiente y sin efectos secundarios además del dolor que pasa
en unos días, estaríamos curados. Pastillas y jarabes sólo son remedios a
medias, mientras que las inyecciones son más directas.
Además, supongo que los médicos
siempre dirán que es mejor la inyección por su efectividad, aunque siempre
darán la otra opción menos dolorosa pero más engorrosa. Pero imaginen que a los
médicos también les doliera poner inyecciones. Que siempre optaran por la
salida fácil a costa de los estómagos y lenguas de sus pacientes que a la larga
se terminarán por dañar. Todo sea por no causarle dolor al paciente y que éste
sufra y reclame. Y sí, es doloroso recibir una inyección, pero si desde
pequeños nos acostumbráramos a recibirlas, después de un tiempo, no tendríamos
problema alguno. Así como los drogadictos, los que se tatúan o los diabéticos.
A la larga uno se acostumbra al dolor puntual y agudo de la aguja.
Pues así es con la verdad. No nos
gusta la verdad a inyecciones. No nos
gusta que la gente sea directa, siempre preferimos que nos lo dosifiquen, nos
lo maticen, diluyan y otros verbos que hacen más soportable la verdad. Y no
sólo somos nosotros los que no nos gusta recibir las inyecciones, sino que también a nuestros médicos, dígase los que nos la tienen que decir, no les gusta
inyectar. Prefieren las pastillas, los jarabes, los tés y remedios baratos a
costa de nuestra salud futura;
mientras que si se atreviesen clavarnos la aguja, en tres días el dolor pasaría
y todo seguiría como si nada.
No le puedes reclamar a un médico
que te haya dolido la inyección, así como no puedes culpar a una persona por
decirte la verdad cruda. Simplemente están haciendo lo mejor para ti y para ellos. Y desde pequeños deberíamos
a acostumbrarnos a decir las cosas como van, directas y sin escalas, crudas,
directas y puntuales.
Pero, sinceramente a nadie nos gusta eso de la verdad directa, aún
cuando si así nos hablásemos entre nosotros siempre, todo sería más fácil.
También, debería ser un motivo más para ser amigo o pareja de alguien, que nos
dijesen la verdad a secas. Porque esa, considero yo, es la máxima muestra de
respeto e incluso cariño que alguien puede mostrar por otro, ya que, aunque
duela, el remedio es más efectivo y
causará menos problemas a la larga.
Por tanto, al menos yo, procuraré
decirles a todos ustedes, lectores y lectoras, la verdad lo más dura posible.
Sé que a muchos no les gustará, y es normal, pero véanlo como un favor y una
muestra de cariño de mi parte. Y a ustedes también los exhorto a que me la dejen ir derecha, y que no teman que
les reclame porque me ha dolido, ya que sé que es por mi bien. Espero que
después de clavarnos todas las agujas posibles, terminemos curtidos y fuertes;
y que esto en vez de alejarnos o dejarnos con rencores, nos acerque más a la
perfecta relación entre personas.
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Cuando lo que se expresa es odio, no hay libertad...