Los seres de humo viven en los recovecos del sistema, en
aquellas grietas, vacíos y esquinas donde se pueden refugiar y escapar, aunque
sea un instante, del ruido y la luz del exterior. Viven entre los engranajes de
la maquinaria que mueve al mundo, sin poder escapar del todo, pero sin formar
parte tampoco.
Los seres de humo están ahí, aunque son pocos quienes los
pueden reconocer como tal. A veces dos de ellos se encuentran por casualidad y
eso los lleva a materializarse como entes prismáticos, multicolores y
caleidoscópicos, regresando a ser humo tras el breve encuentro.
Los seres de humo viven vidas secundarias y anónimas, transitando
un mar de otros anónimos que no ven, ni oyen y que hablan para evitar pensar.
Mientras, los seres de humo ven y escuchan, se dejan envolver por ideas que los
transportan a mundos alternativos, a veces angustiantes, y donde quedan enredados
entre los tentáculos de monstruos amenazantes que sólo viven en sus cabezas.
Al final, todo pareciera que es un sueño para los seres de
humo, donde la realidad y la fantasía se tocan a través de pequeños milagros
cotidianos y experiencias mágicas que no se molestan en intentar explicar. Su mundo,
es un mundo onírico de espejos, un eterno laberinto que no lleva a ningún lado,
sólo a lo inevitable; eternamente sorprendidos y extrañados, buscando llaves
sin buscar las puertas, encontrando respuestas sin preguntas.
Ahí están, los seres de humo, en un estado liminal de
inmaterialidad, viviendo en los resquicios que se forman entre planos y donde
se pueden mover con total libertad, encontrando casualidades, personajes y
fábulas, construyendo metáforas oscilantes que les ayuden a intentar recordar
aquellas vidas pasadas olvidadas, entre alquimia y números cabalísticos.
Dedicado a Leandro, espejo y luz.
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Cuando lo que se expresa es odio, no hay libertad...