30/3/11

La Dibujante - Parte 4.

Con voz fría y sin ningún rastro de sentimiento alguno dijo: “se le ofrece algo?”. No pude contestar de inmediato, pero titubeante le ofrecí mi ayuda. Me dio las gracias y se negó a que la ayudara, me dijo que vivía cerca y que ya estaba acostumbrada a hacer ese recorrido sola. Insistí pero se negó más enérgicamente. No comprendía el porqué de su negativa tan rotunda, pero dejé de insistir. Ella se dio la vuelta y comenzó a caminar dificultosamente.

Me quedé parado viéndola como se alejaba poco a poco. Mi intento por acercármele había fallado, pero aún me causaba mucha curiosidad el saber su nombre, donde vivía y ahora, porque se había negado a que al asistiera. Mi sed de respuestas pudo más que mi educación moral y decidí seguirla a una distancia prudente para que no notara mi presencia.

La seguí durante mucho tiempo, pasando calles y callejones, entre casas viejas con jardines descuidados y callejuelas empedradas. En un momento dio la vuelta en una esquina y cuando yo giré en la misma calle, no la vi más. Era una larga vía recta con casas a ambos lados, no había posibilidad alguna de que en los pocos segundos de diferencia entre su vuelta y la mía, ella haya recorrido toda la calle y desaparecido con su pesado cargamento. Supuse que ella vivía en alguna de esas casas y como la curiosidad me mataba, caminé lentamente y me detenía de cuando en cuando para ver si a través de las ventanas podía verla dentro de alguna casa. Pero mi intento de encontrar su vivienda fue infructuoso. Pensé en tocar puertas y preguntar, pero era ya muy tarde y debía regresar a mi casa, así que seguí caminando por la misma calle hasta el otro extremo y me fui.

Decidí tomar unas vacaciones para así tener tiempo libre e intentar seguirla otra vez en la siguiente ocasión que ella fuera al parque a dibujar, pero tuve el mismo resultado. Al dar la vuelta en esa esquina ella ya no estaba. Como era posible que desapareciera en unos instantes con un lienzo de casi dos metros de ancho y uno de alto? No podía creerlo, así que intenté de nuevo al tercer día. Fue la misma historia, a la hora de dar la vuelta, se había esfumado. Pensé en esperarla en la esquina y así ver de una vez por todas como desaparecía, pero comprendí que me metería en problemas por acosarla tan cínicamente, así que nunca intenté hacerlo. Más como no podía quedarme con la duda, fui un día temprano a inspeccionar la calle con detenimiento, a sabiendas de que ella estaría dibujando en el parque.

La recorrí despacio y con tranquilidad, pero no notaba nada raro, fue hasta que recorrí la calle en sentido contrario que noté un pequeño pasillo entre la segunda y tercera casa. Me acerqué a el y vi que estaba lleno de marcas de carbón, como si… eso era! Claro, ese pasillo debía ser por donde se escabullía! Lo recorrí hasta llegar a una pequeña rotonda, cuyas salidas y entradas eran pequeños andadores parecidos al que había recorrido para entrar a ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuando lo que se expresa es odio, no hay libertad...

Template by:
Free Blog Templates