12/10/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 1.

Prólogo

Se dice que las malas hierbas nunca mueren, que por más que intentes acabar con ellas siempre crecerán otras. Es igual con la venganza. La venganza por más que se lleve a cabo, generará más venganza en un ciclo eterno de “ojo por ojo” donde al final, todos quedarán ciegos.

La codicia y la envidia son las semillas que pueden llevar a la gente a cometer los más terribles actos, desencadenando un espiral interminable de odios y rencores, que por más que se intente acabar con ellos, siempre permanecerán en los corazones de aquellas personas que creen que merecen justicia, justicia que probablemente lleven por mano propia.

Y así, como una mala hierba, la venganza, el odio y el resentimiento, por más que sea saciado por unos momentos, volverán a crecer eventualmente en el alma y el corazón de las personas.

Esta es una historia de venganza, de muerte, de codicia, de envidia y de odio. Esta es la historia de cómo la mala hierba del rencor siempre renace y ni siquiera el perdón y la resignación pueden sofocar completamente la semilla del odio que una vez sembrada, es imposible que muera.

Esta es la historia de Irene, una bruja inocente; Arturo, un monje codicioso; y un par de niños que buscarán venganza a toda costa.

Capítulo 1

Eran las tres de la mañana y por la calle iba un grupo de personas con velas liderado por un anciano que llevaba una gran cruz en sus manos. Iban a buscar a Irene, una mujer de 25 años que era una presunta bruja. Querían atraparla con las manos en la masa y por eso caminaban a tan altas horas de la noche, precisamente en la llamada “anti-hora”, donde los espíritus diabólicos y demás creaturas infernales salen a regocijarse y burlarse de la hora en que murió Jesucristo en la cruz. Iban recitando oraciones mientras se acercaban cada vez más a la casa de Irene. Pero quién… qué persona con mal corazón pudo haberla acusado de tal crimen? Siendo que Irene era de las mujeres más santas y puras de todo el pequeño pueblo de San Martín de la Luz. Fue Don Arturo, su hermano el que la acusó de brujería dos semanas atrás. Su motivo: la venganza y los celos.

Irene era la hermana mayor y la favorita de su padre, Don Mario. El siempre había tenido la ilusión de tener dos hijas, una que fuese madre y le diera nietos y otra que se abocara a la religión y que tomara los hábitos. Irene desde niña se veía que tenía vocación para ser monja, así que por obvias razones, la siguiente hija iba a ser la que continuara la línea de sangre. Pero el infortunio cayó sobre la familia y en vez de hija, hijo fue el fruto que la madre trajo a la tierra. El padre de Irene, como buen cristiano, aceptó el regalo de los cielos con gusto, mas el no le podría dar los nietos que el quería, no por alguna enfermedad o padecimiento, si no porque el señor quería asegurarse de que sus nietos lo fueran en realidad, no fuera a ser que su hijo Arturo, confiando en su esposa, terminara como un cornudo más.

“Hijos de mi hija, mis nietos. Hijos de mi hijo, quién sabe.” Siempre repetía Mario. Así pues, Irene tendría que ser la madre de sus nietos y Arturo, por complacer a su padre, debería volverse monje, mas Arturo no tenía la vocación de ser monje, el quería ser libre y disfrutar su vida como le placiera, pero su padre no le consentía otra vida que el estudio de las Santas Escrituras, por lo que Arturo tuvo que resignarse a su cruel destino. Así pues, Arturo vuelto monje e Irene vuelta madre de dos hermosos niños, fueron a visitar a su padre en su lecho de muerte para que el les diera sus últimos consejos. Y antes de que expirara le dio un pergamino a Irene el cual contenía su testamento. Este decía que ya que Arturo no necesitaba nada siendo monje, su mitad correspondiente, que no era poco dinero, sería donada a la iglesia e Irene podría conservar su mitad íntegra. Arturo fue consumido por la envidia, en primer lugar porque su hermana era libre y el no, y para rematar ahora ella era rica y el seguiría siendo pobre hasta su muerte.

Irene siempre se había compadecido de su hermano y al menos dos veces por semana iba a visitarlo al monasterio, pero después de haber recibido la gran herencia de su padre, Arturo ya no consentía sus visitas. Su odio hacia su hermana era tan grande que el solo verla o pensar en ella lo enfermaba. Poco a poco fue planeando su venganza. La libertad y el dinero que tenían Irene debieron haber sido suyos, ella era la que tenía vocación de monja, no él! Y si el no era libre ni rico, ella tampoco lo sería. Así que cada vez que estaba solo, maquinaba y planeaba como vengarse de su hermana que nada había hecho más que nacer mujer.

2 comentarios:

  1. Vas bien, sólo que en la parte donde explicas que no valla a ser un cornudo Arturo, o que no tiene alguna enfermedad, se vuelve un poco confusa la redacción, saludos.

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  2. Siempre sí te decidiste por "Hierba mala..."

    Bien

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Cuando lo que se expresa es odio, no hay libertad...

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