9/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 9.

Capítulo 9

La posadera no entendía como un par de niños vestidos con harapos podían tener tanto dinero, seguramente lo habían hurtado en la plaza mientras la gente veía a la bruja arder, pero a ella poco le importaba de donde venía el dinero, lo que le importaba era que se lo dieran, así que no tuvo problema en darles un cuarto para los dos. Los llevó hasta el fondo del lugar y les indicó donde podían pasar las noches que quisieran siempre y cuando, claro está, tuviesen dinero para pagar. Marcos le dio a la posadera el dinero correspondiente y junto con su hermano, entró a la pequeña habitación donde darían rienda suelta a su imaginación para idear como tomar medidas respecto a su tío. Los dos sabían bien que si le hacían algún daño y se encontraban pruebas en su contra, compartirían el destino de su madre, pero  tenían a su favor el hecho de que Arturo jamás los había visto y que solo sabía sus nombres, así que en primer lugar, ellos ya no usarían sus nombres de pila, de ahora en adelante se presentarían como Alfonso y Martín.

Lo que más querían los dos hermanos es que Arturo confesara que lo que hizo fue por codicia y no por buen cristiano, para que el también fuera sometido a castigo. Sabían que aún cuando confesara que el había sido el destinatario de la carta, no se haría nada en su contra ya que cumplió con su deber al denunciar a Irene, así que lo único que les quedaba es que salieran a la luz sus oscuros y verdaderos propósitos. Para ello, el pequeño Pablo pensó en que podrían hacerse pasar por fantasmas o espíritus que le hablaran por la noche. Marcos consideró la idea como un buen plan, solo que ahora tendrían que acercarse a Arturo para llevarlo a cabo. Salieron esa noche de la posaba y fueron al monasterio, tocaron las puertas insistentemente hasta que alguien les abrió.

“Disculpe lo molestemos a tan altas horas de la noche, pero necesitamos un lugar donde quedarnos. Yo soy Alfonso y el es mi hermano menor Martín, íbamos de camino a nuestro pueblo cuando la noche se comenzó a cernir sobre nosotros y como sabemos que estos rumbos por la noche son peligrosos decidimos buscar donde pasar la noche, pero como no tenemos dinero para pagar una posada, hemos venido hasta aquí buscando que nos den asilo.”

El monje les dijo que entraran y los condujo hasta una celda desocupada donde podían pasar la noche. Los dejó ahí y se retiró a la suya propia. Los hermanos esperaron hasta que ya no se escuchasen ruidos fuera de la celda y salieron a buscar la de su tío. Ellos no tenían ni idea de cual pudiera ser, así que fueron de celda en cela viendo si podían encontrar algo que les indicara cual era la que buscaban. Recorrieron todo el monasterio sin éxito y llegaron hasta la cocina de donde sacaron unos panes para comer. Luego, intentando regresar a donde ellos iban a pasar la noche dieron con la biblioteca del monasterio, entraron y prendieron algunas velas para verla mejor. Su madre les había enseñado a leer y escribir desde niños, así que bien podían entender los títulos de los libros que encontraban. Recorrieron el lugar y se toparon con un viejo libro cuyo título era: “Plantas y hierbas que los naturales usaban para curar sus males.” El título del libro enseguida les sonó a ambos y decidieron abrirlo. Ese era el libro que su infortunada madre había encontrado años atrás y que la había conducido a plantar todo aquello en su jardín.

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