Capítulo 10
Marcos
y Pablo hojeaban ese libro mientras los recuerdos se les agolpaban en la mente.
Veían a su madre trabajando en el jardín, cortando hierbas y dándoselas a la
gente en pequeños hatos, sembrando nuevas hierbas y arrancando maleza, también
recordaban como a veces ella misma ingería algunas e incluso les daba a ellos.
Así llegaron al capítulo final del libro, donde se hablaba de hierbas venenosas
y otras que podían causar la muerte de aquel que las ingiriera. Leyeron el
capítulo enterándose de cómo identificarlas y el modo en que podían ser
aplicadas. Después de aquella lectura decidieron que su tío debería sufrir
exactamente por lo que falsamente se le acusó a su madre, moriría envenenado.
Los niños arrancaron algunas hojas del libro y salieron de la biblioteca. Finalmente
dieron con su cuarto, guardaron las hojas entre sus ropas y se dispusieron a
dormir pensando en como conseguirían aquellos ingredientes.
La
mañana llegó, los niños salieron de su celda y se toparon frente a frente con
su tío, el cual reconocieron por haberlo visto en la ejecución de su madre. El
venía caminando por el mismo pasillo pero en dirección contraria, dirigiéndose
hacia la capilla. Ellos temieron por un instante que se diera cuenta de quienes
eran mas el simplemente les dio los buenos días y continuó su camino sin
siquiera volver la mirada. Aliviados, Marcos y Pablo salieron del monasterio y
fueron en busca de un caballo para poder ir al mismo pueblo donde sus padres
habían ido en busca de las hierbas del jardín. Encontraron un establo y con lo
que les restaba del dinero que su madre les había dado compraron un caballo. A
todo galope fueron hasta aquel pueblito y
se dieron a la tarea de encontrar el mercado, donde seguramente alguien
sabría donde conseguir lo que buscaban, pero una vez ahí, todos negaban saber
de que hablaban y que aquellas plantas estaban prohibidas tanto para su siembra
como para su venta. Incansables buscaron hasta que la noche llegó y tuvieron
que buscar donde quedarse.
Encontraron
una casucha por las orillas del pueblo y cuando iban hacia ella, varias
personas les dijeron que ahí vivía una bruja y que no les convenía acercarse.
Ellos sabían que si eso era cierto, esta era su oportunidad para obtener el
veneno, así que fueron hasta la casa y llamaron a la puerta. Una anciana les
abrió y les preguntó que hacían ahí. Ellos le repitieron la historia que habían
utilizado anteriormente para obtener asilo en el monasterio; la anciana los
dejó pasar y los llevó hasta un cuarto donde les dijo que podían dormir, ellos
dieron las gracias y se acomodaron mientras la anciana se retiraba. Marcos
decidió esperar hasta bien entrada la noche para ir a buscar algo que les
sirviera, así que cuando su hermano se hubo dormido, el salió a ver si
encontraba algo. Frente a el había otro cuarto, entró y encontró a la anciana
haciendo un ritual extraño. La anciana, enfurecida por la interrupción del niño,
lo tomó de un brazo y lo lanzó dentro del cuarto y asegurando la puerta para
que nadie entrara. Marcos estaba aterrorizado y la anciana le hacía preguntas,
ya que ella creía que eran espías del Santo Oficio y si era el caso, tendría
que matarlos ahí mismo.
“No
venimos a delatarla, venimos a pedirle nos de un poco de esta planta” dijo
Marcos sacando una de las hojas del libro y dándosela a la anciana, que en
cuanto vio de que planta se trataba, abrió los ojos como platos y se quedó
callada.
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