Capítulo 13
Pablo
había amarrado con una gran cuerda la puerta a uno de los barrotes de la única
ventana que había en su pequeño cuarto para que Genoveva no pudiese abrirla,
además de que se había desnudado por completo y con sus ropas cubrió la
hendidura de debajo de la puerta para que el humo no entrara. Del otro lado de
la puerta se escuchaba como Genoveva tosía, y al darse cuenta de lo que pasaba
a vociferar e intentar salir de la habitación, luego intentó abrir el pequeño
cuarto donde Pablo estaba, pero le fue imposible. El escuchaba como intentaba
apagar las hojas pisoteándolas, pero cada vez se escuchaba más débil, ya que
mientras dormía había respirado bastante humo. Después de unos momentos, ya no
se escuchaban sus gritos y después oyó un golpe seco en el suelo. Marcos por su
parte, seguía introduciendo hojas encendidas, aún cuando la anciana seguramente
ya debiera estar muerta, quería asegurarse de ello, y no le preocupaba su
hermano ya que lo había prevenido y le dijo que mantuviera su cara cerca de la
ventana para así poder respirar aire fresco.
Pasaron
quince minutos desde que Marcos inició a meter las hojas y creyó que con eso
sería más que suficiente, así que salió de la casa y fue hacia la ventana del
cuarto de Pablo. Le preguntó si estaba bien y el lo confirmó, así que Marcos le
indicó que saliera de su habitación cubriéndose la cara con algo para no
respirar los restos del humo, y le abriera la puerta para entrar y ayudarle a
limpiar todo el desastre. Una vez abierto y ventilado el cuarto de la vieja
Genoveva, los dos comenzaron a ordenar todo, limpiaron los restos de la ceniza
de las plantas y acostaron a la vieja en su cama, para así dar la impresión de
que ella había muerto por causas naturales y no hubiese ninguna sospecha en su
contra. Marcos tomó lo que necesitaría para hacer el veneno con que mataría a
su tío y los dos salieron de la casa arropados por la noche. Seguro que se
preguntarán como un par de niños de no más de trece años podían tener un alma
tan fría, pero el dolor y la ira pueden transformar a la más noble persona en
un despiadado asesino.
Los
dos hermanos comenzaron su viaje de regreso a San Martín de la Luz, el viento
frío los hacía tiritar, pero al entrar en calor por la caminata se sintieron un
tanto mejor. Como iban a pié, tardarían un día en llegar hasta su destino, pero
iban bien preparados para cualquier cosa que les aconteciese, llevaban comida y
agua, y ambos traían ocultos bajo sus ropas puñales que les servirían si
necesitaban defenderse. Caminaron durante horas, los pies les dolían pero aún
así continuaron caminando hasta que el alba comenzó a despuntar en el oriente.
Se detuvieron y sentaron al pié de un árbol, donde comieron un poco de lo que
traían y descansaron durante unas dos horas antes de volver a emprender su
travesía. Aún cuando el cansancio amenazaba con dormirlos, el saber que pronto
obtendrían su venganza les insuflaba nuevas fuerzas para seguir caminando. A
eso de las dos de la mañana del día siguiente pudieron ver a lo lejos el
caserío del pueblo, cosa que los llenaba de felicidad y al mismo tiempo de
tristeza e impaciencia por llegar.
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