23/11/11

Hierba Mala Nunca Muere, una historia de codicia, odio y venganza. Cap 13.

Capítulo 13

Pablo había amarrado con una gran cuerda la puerta a uno de los barrotes de la única ventana que había en su pequeño cuarto para que Genoveva no pudiese abrirla, además de que se había desnudado por completo y con sus ropas cubrió la hendidura de debajo de la puerta para que el humo no entrara. Del otro lado de la puerta se escuchaba como Genoveva tosía, y al darse cuenta de lo que pasaba a vociferar e intentar salir de la habitación, luego intentó abrir el pequeño cuarto donde Pablo estaba, pero le fue imposible. El escuchaba como intentaba apagar las hojas pisoteándolas, pero cada vez se escuchaba más débil, ya que mientras dormía había respirado bastante humo. Después de unos momentos, ya no se escuchaban sus gritos y después oyó un golpe seco en el suelo. Marcos por su parte, seguía introduciendo hojas encendidas, aún cuando la anciana seguramente ya debiera estar muerta, quería asegurarse de ello, y no le preocupaba su hermano ya que lo había prevenido y le dijo que mantuviera su cara cerca de la ventana para así poder respirar aire fresco.

Pasaron quince minutos desde que Marcos inició a meter las hojas y creyó que con eso sería más que suficiente, así que salió de la casa y fue hacia la ventana del cuarto de Pablo. Le preguntó si estaba bien y el lo confirmó, así que Marcos le indicó que saliera de su habitación cubriéndose la cara con algo para no respirar los restos del humo, y le abriera la puerta para entrar y ayudarle a limpiar todo el desastre. Una vez abierto y ventilado el cuarto de la vieja Genoveva, los dos comenzaron a ordenar todo, limpiaron los restos de la ceniza de las plantas y acostaron a la vieja en su cama, para así dar la impresión de que ella había muerto por causas naturales y no hubiese ninguna sospecha en su contra. Marcos tomó lo que necesitaría para hacer el veneno con que mataría a su tío y los dos salieron de la casa arropados por la noche. Seguro que se preguntarán como un par de niños de no más de trece años podían tener un alma tan fría, pero el dolor y la ira pueden transformar a la más noble persona en un despiadado asesino.

Los dos hermanos comenzaron su viaje de regreso a San Martín de la Luz, el viento frío los hacía tiritar, pero al entrar en calor por la caminata se sintieron un tanto mejor. Como iban a pié, tardarían un día en llegar hasta su destino, pero iban bien preparados para cualquier cosa que les aconteciese, llevaban comida y agua, y ambos traían ocultos bajo sus ropas puñales que les servirían si necesitaban defenderse. Caminaron durante horas, los pies les dolían pero aún así continuaron caminando hasta que el alba comenzó a despuntar en el oriente. Se detuvieron y sentaron al pié de un árbol, donde comieron un poco de lo que traían y descansaron durante unas dos horas antes de volver a emprender su travesía. Aún cuando el cansancio amenazaba con dormirlos, el saber que pronto obtendrían su venganza les insuflaba nuevas fuerzas para seguir caminando. A eso de las dos de la mañana del día siguiente pudieron ver a lo lejos el caserío del pueblo, cosa que los llenaba de felicidad y al mismo tiempo de tristeza e impaciencia por llegar.

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