Corre el tiempo, tengo que escribir (9:26) no se me ocurre nada. ¿No acaso ya usé esto de romper la cuarta pared, por decirlo de algún modo, con otro tema?, sí, claro que lo usé (9:27). Quemé esa posibilidad. Bueno, lo que se (9:28) dice quemar, no tanto. Finalmente, ¿Cuándo un poeta quema la poesía? ¿Cuándo un autor quema su estilo? ¿No es precisamente a base de repetición constante que eso se define? Simplemente (9:29) basta con leer varios textos de una misma persona para darse cuenta de ello. (9:30).
¿Cuál es mi estilo? ¿Lleno de metáforas y comparaciones? ¿Con párrafos demasiado (9:31) largos y con demasiadas comas para aumentar la tensión? Como si corriera, como si avanzara a galope, como si algo estuviera allá atrás, persiguiéndote, respirando en tu nuca, que no te deja detenerte a respirar, avanzas y avanzas (9:32), cada vez más rápido, está cerca, te alcanza, corre, huye, vuela si puedes, no te deja, no se aparta, aprietas el paso y eso, aquello que te persigue desde los (9:33) confines de la lírica y los sueños también acelera el paso, como el horizonte, diría Galeano, que das un paso y se aleja un paso, ahora tú eres el horizonte, te persigue, te intentas alejar y no lo puedes perder (9:34)…
Tal vez… Tal vez mi estilo es más lento, pausado. Reflexivo e imaginativo, como si pintara un cuadro (9:35). No lo sé, no lo sé. Un paisaje de letras, construida a partir de descripciones detalladas (9:36) surgidas de mis recuerdos que evocan los tuyos, diferentes sin duda, pero al final del día lo suficientemente similares para ser evocados.
Será que, como la música, escribir es un acto de ritmo y presencia (9:37) que te envuelve, tanto al crearla como al escucharla. Y, así como hay músicos con estilos inconfundibles, hay otros que nunca dejan de explorar y buscar (9:38) maneras de componer. O que van y vienen entre estilos, los combinan, los explotan hasta aburrirse, saltan a otro, lo exploran, regresan al anterior. (9:39) (9:40) La música, con sus ritmos, con sus pausas en el acto mismo de interpretarla, de hacerla presente. Así, escribir, también debe tener sus pausas, sus ritmos, (9:41) en el acto mismo de traer las ideas y plasmarlas, especialmente si, como ahora, esto es más una improvisación del momento (9:42).
(9:43) Releo lo que escribí. Curiosamente, tal vez no tanto en realidad, me gusta (9:44). Un pequeño y breve experimento donde yo, aquí detrás, me manifiesto como autor y no como vehículo para decir algo (9:45). Cómo si hubiera filmado el proceso, documentando lo que es intentar escribir a la brava (9:46) sin mucha idea de qué decir. Curioso experimento, sin duda. De pronto escribir se vuelve material al ver los ritmos, no del texto, sino del escribir (9:47) mismo.
¿Cuánto texto cabe en un minuto? ¡¿Qué clase de pregunta?! Cabe tanto y tan poco (9:48) porque el tiempo es flexible, se alarga y contrae según las circunstancias. ¿Cuánto texto cabe en un segundo, en un suspiro, en un instante? ¿Cuántas ideas… (9:49)
Y, aún así, quedan cosas que no se ven. Las (9:50) correcciones, los “creo que esto suena mejor así”, los “no, no me gustó”. Pero se ven las pausas (9:51), el flujo, como brota, como surge, como crece y se manifiesta y se transforma en algo tangible, aunque sólo eran ideas sueltas, de pronto, se convierte en un tren imparable, en una (9:52) retahíla de palabras sin más conexión que seguir y seguir, adelante, avanzando, hacia ningún sitio y desde ningún sitio, como si hablara, como si cantara, como si fuera música, acelerando, ¡Crescendo! (9:53) siguiendo, adelante, adelante, de lento a presto, a prestissimo, de piano a forte, y luego… vuelve a la calma (9:54).
Curioso… curioso experimento. (9:55) ¿Ya será hora? (9:56). Una última revisión (9:57) (9:58) (9:59) un par de correcciones (10:00), no sé si esas palabras son las más adecuadas. (10:01) Sí, ya está listo (10:02). Es hora de dejarlo ver la luz. (10:03) (10:04)
Sigue siendo un proceso material al final del día, hay que darle formato. (10:05) Quiero comprobar que se vea bien, no solo que se lea bien. Sí (10:06), parece que, ahora sí, es hora.
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