11/10/21

Ácido

- Buenas noches ¿Lo de siempre?

- Que tal, sí, lo de siempre, por favor.


Vodka-tonic, doble, mucho hielo, con tres tiras de cáscara de limón, como no cabe toda el agua tónica en el vaso, el sobrante te lo sirvo aparte. Me sé tu orden de memoria. Es lo que has pedido estos últimos diez, casi once meses que, si falta, has venido cada miércoles y cada sábado.


Te veo entrar por la puerta, normalmente a eso de las siete y media. A veces un poco más temprano, a veces un poco más tarde, pero sin pasar de las ocho, exceptuando aquella vez cuando caía una lluvia torrencial que me hizo pensar que no llegarías y que tendría que regresar al refrigerador los limones extra que había lavado. Llegas y sin voltear a los lados caminas directamente a la barra donde te sientas solo. La primera vez que viniste, avanzaste tan decidido hacia mí que juro que pensé que venías a hablarme o a reclamarme algo, incluso me había preparado para agarrarnos a golpes si era necesario. Pero no, un vodka-tonic, doble, mucho hielo, con tres cáscaras de limón. No va a caber todo el tónico por los hielos -te dije ese día- y tú, sin titubear respondiste que te lo sirviera en otro vaso.


-Si me permite preguntar ¿Por qué tres tiras de cáscara?- me llamaba la atención esa especificidad tuya sobre una cosa en la que nadie, en mis años de servir tragos, había reparado antes. Me miraste directo a los ojos -No sé. Así me gusta. Sé que normalmente se ponen solo dos ¿Tiene costo extra?- Claro que no tenía costo extra, o al menos nunca se me hubiera ocurrido cobrar más por algo así.


-No, solo se cobra extra por ser doble.


Alguna vez te ofrecí otra bebida y tu respuesta fue un amable pero contundente no. Tenías muy claro lo que querías y cómo lo querías, así que nunca volví a sugerir otra cosa y, al cabo de dos semanas, ya me sabía la orden de memoria. Ahora te espero, casi diría con emoción, cada miércoles y cada sábado. Cuando dan las siete y cuarto, mis sentidos se agudizan y aunque esté atendiendo a otros clientes, estoy al pendiente de la puerta. Te has convertido en una especie de hito, de tótem que ordena mi semana y mis noches en la barra, una especie de rutina que sigo con gusto.


No sé qué pasaría si un día te recibo con la bebida preparada sin necesidad de que me la pidas. Algo me hace sentir que sería un acto demasiado íntimo, reconocer que entre tú y yo se ha establecido una extraña relación de familiaridad y digo extraña porque más allá de tu orden, el agradecimiento al servírtela y cuando te retiras, no intercambiamos palabra alguna. Solo te sientas, sin compañía alguna, a beber ese único trago para luego irte quien sabe a dónde.


También me pregunto qué haría si un día me pides otra bebida, si una noche cualquiera te acercaras y ordenaras un cosmopolitan o una piña colada. Tal vez mi primer impulso sería preguntarte si estás seguro de eso, pero conociéndote, por supuesto que estarías seguro de que, esa noche en particular eso es lo que quieres tomar.


-Gracias por la compañía- dijiste antes de llevarte el vaso a la boca.

-¿Perdón?

-Sí, gracias por la compañía. No es fácil encontrar a alguien con quien uno se sienta tan a gusto.

-No hay de qué- dije sin saber si continuar o no la conversación. Afortunadamente, una chica se aceró a pedir dos margaritas, dos congas con mucha granadina y caballitos de tequila para todos los de su mesa, dándome una excusa para voltear hacia otro lado.


Acabaste tu bebida, pagaste y te fuiste. Te espero el próximo sábado.

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