7/10/21

Ventilador

Acostado en la hamaca viendo el ventilador quieto en el techo, hastiado por aquel calor húmedo de la época, de esos calores, propios de los trópicos, que se pegan en la piel e inundan los pulmones, se preguntaba cuando regresaría la energía eléctrica a la cuadra. Hacía unos cuarenta minutos, un transformador había estallado y, de haber sido de noche, la colonia entera hubiera quedado a oscuras. Pero no, a penas pasaba de medio día y el sol brillaba en lo alto con toda potencia, elevando la temperatura y la humedad al evaporar las charcas que quedaban de la tormenta de anoche. No quedaba más que esperar, al atardecer o a que lloviera para que ese calor abrumador se disipara un poco.


Todos se encontraban en sus casas, refugiándose del fuego celeste que impedía permanecer fuera de la sombra más de unos pocos minutos. Ni los animales se atrevían a poner una pata en el ardiente exterior, si acaso uno que otro insecto pasaba volando, mientras las hormigas continuaban inmutables con su marcha. Los perros se refugiaban jadeantes en los pórticos de las casas o bajo la sombra de los árboles que se extendían por toda la calle, mientras que los pocos gatos de la zona, extendidos tan largos como eran, descansaban en sus ramas, dando la sensación de que bajo el intenso calor se habían comenzado a derretir.


Caminó hacia el refrigerador, pensando seriamente si abrirlo o no ya que no quería dejar escapar el poco frío que quedaba dentro y que mantenía frescos los alimentos ahí guardados. Se reprochaba el no tener más hielo, viendo que a penas y quedaban para un vaso con agua y que, tomando en cuenta que ésta estaba al tiempo, es decir, tibia, no durarían mucho ni harían gran diferencia. Regresó a la hamaca, arrastrando los pies, sudando, cargando consigo treinta y nueve grados centígrados a la sombra y una humedad relativa de más del ochenta y cinco por ciento. Hasta respirar le era difícil, se sentía como un dragón exhalando fuego por la nariz.


Intentó dormir para desconectarse un momento de la situación, pero fue imposible. Ni estando en la hamaca dejaba de sentirse arropado por una colcha que sería perfecta para usar un invierno en las tierras cercanas a los polos. Los segundos se hacían eternos, como si el tiempo mismo no tuviera energía ni ganas de seguir su curso bajo tales condiciones climáticas, guareciéndose en el interior de los relojes para buscar un poco de frescor. Tampoco el viento soplaba, negándose a dejar los montes y las cuevas, por lo que tener las ventanas abiertas no hacía más que dejar entrar más humedad y el sonido lejano de las cigarras que clamaban al cielo por un par de nubes.


-Pero que calor…- Alcanzó a decir, sin decírselo a nadie realmente más que a él mismo, apuntando lo evidente, pero sintiéndolo necesario para asentar el hecho de que, efectivamente, hacía muchísimo calor. Así pasaron los minutos que se convirtieron en horas, no había llegado nadie para  reparar el transformador y sabía lo abusivo que sería de su parte llamar a la compañía de luz para exigir que un par de trabajadores se expusieran al tiránico y sofocante bochorno de la tarde con sus trajes, guantes y cascos.


No supo en que momento dieron las cinco, envuelto en sueños febriles y una modorra que no le permitía más que caminar de la hamaca del cuarto a la hamaca de la sala y de regreso. Estaba tan absorto en evadir la incomodidad que ni cuenta se dio de que habían empezado a aparecer nubes grises en el cielo, invocadas por el canto incesante de las cigarras. Cubrieron el sol, pero las construcciones seguían irradiando fuego, desesperadas por un poco de lluvia que calmara su sed. De pronto, un rayo, un trueno, y, gota a gota, la llovizna fue descendiendo, evaporándose al instante que tocaba cualquier superficie para después de unos minutos, ganar la batalla y enfriar las rocas, el suelo y los techos. Las precipitaciones se quedaron hasta caída la noche, dando un respiro a los habitantes de la zona.


A las ocho y media, con la calle mojada, con las plantas alegres, con las luciérnagas preparando las alas, con un clic y un zumbido, el ventilador del techo volvió a dar vueltas.

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